Una familia con una niña con autismo: “Nos sentimos apedreados”
Jerez | Crisis por el coronavirus
Los padres de una niña de 10 años relatan los problemas que se encuentran cuando uno de ellos acompaña a la pequeña, con autismo severo, a dar un paseo
El 20 de marzo Sanidad aprobó expresamente que pueden salir de su domicilio por motivos terapéuticos
El pasado 20 de marzo el Ministerio de Sanidad aprobó permitir expresamente las salidas del domicilio por motivos terapéuticos para determinadas personas con discapacidad, que no pueden soportar confinamientos indefinidos en sus viviendas.
Con el objeto de proteger a los colectivos más vulnerables, fue preciso dictar una instrucción para aclarar que las personas con discapacidad, que tengan alteraciones conductuales, “como por ejemplo personas con diagnóstico de espectro autista y conductas disruptivas, el cual se vea agravado por la situación de confinamiento, puedan realizar los desplazamientos que sean necesarios, siempre y cuando se respeten las medidas necesarias para evitar el contagio”.
A pesar de tener todo el respaldo posible para salir de casa, un matrimonio jerezano con su hija autista de 10 años está sufriendo insultos, gritos y hasta avisos de algunos agentes de la Policía. “Estamos desbordados. Yo no quiero guerra con nadie, lo que necesito es que mi hija con autismo severo salga a dar una vuelta por su salud. Aquí está atrapada como en una jaula, se autolesiona cuando entra en crisis por la ansiedad. Y cuando salimos nos gritan, nos insultan, sientes que te están apedreando sin piedras”, relata la madre.
El matrimonio no quiere enfrentamiento con nadie. Cada vez que sale el padre con la pequeña –tienen otro hijo menor que siempre permanece en el domicilio–, va acompañado de los informes de la niña, de una autorización de la Asociación de Autismo y desde el pasado 20 de marzo hasta del BOE donde se especifica que sí puede hacer salidas por motivos terapéuticos. Y sin embargo, hay quien no ‘confía’ del todo en su testimonio –la madre de la pequeña cuida mucho sus palabras para evitar que nadie se siente molesto– y le recrimina que haya salido con la niña en este estado de alarma.
“Sacar a un perro para que haga sus necesidades no se discute, pero que mi hija con autismo severo pueda dar una vuelta metida en un coche o que ande por un parque sí. No lo entiendo. Estos niños son personas y salen por motivos de salud. Soy la primera que no quiere exponerla a ningún virus, somos una familia responsable, no tenemos ni una multa. Pero no salir es una pesadilla, una crisis tremenda, hacerse daño...”, relata la madre.
La familia pide más empatía –aunque subraya que la mayoría de los agentes tanto Policía como Guardia Civil siempre han sido muy comprensivos–, y solidaridad a la ciudadanía: “Nos gritan desde las ventanas que van a llamar para que nos multen, nos dicen que estamos locos, nos gritan cosas horrorosas... Mi niña es preciosa, físicamente no aparenta tener una discapacidad, pero salir es vital para ella. Nos sentimos perseguidos. Nos sentimos en un callejón sin salida”.
La situación de aislamiento por el coronavirus afecta de manera especial al colectivo de personas con TEA por muchos motivos: ruptura de la rutina normal, dificultades de comprensión, intereses restringidos, dificulta la adaptación a periodos largos de inactividad y provoca el aumento de las conductas repetitivas.
En ocasiones el TEA va asociado a otros trastornos como el TDAH y otras enfermedades mentales, aumentando en ellas la necesidad de movimiento y de realizar actividades al aire libre. Además, como consecuencia de la ruptura de la rutina, el respeto a sus ritmos y costumbre, y sin tener claro la duración del confinamiento, asociado a sus escasas competencias comunicativas, “predisponen a las personas con TEA a que usen estas conductas (más agresivas) como sistema de expresar su malestar y disconformidad con la situación que no entienden”.
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