Un gobernante sobre ruedas

Miguel Arias Cañete. Ministro de Agricultura

El perfil. Su experiencia y conocimiento del Parlamento Europeo, así como también del campo, le han servido a Mariano Rajoy como argumentos para nombrarle al frente de Agricultura. Un madrileño con ‘patria adoptiva’ en Jerez amante del motor y de la buena cocina.

Juan P. Simó

23 de diciembre 2011 - 07:45

El hombre de la bici y de la cuidada e impoluta barba vuelve a pedaladas a su antigua cartera: el Ministerio de Agricultura y Pesca a modo de colofón a su amplia y dilatada trayectoria política. Miguel Arias Cañete, este madrileño de 61 años ‘adoptado’ en su patria chica de Jerez, ha llegado a convertirse en uno de los hombres fuertes de Mariano Rajoy, que le ha tenido en cuenta por su conocimiento y experiencia en los pasillos del Parlamento Europeo y su vinculación y saber del campo. Le viene por sus trece años como experto de Agricultura en Europa y, porqué no, por vía marital tras contraer matrimonio con la jerezana Micaela Domecq Solís, que le ha dado tres hijos y es copropietaria de la explotación de toros de lidia de Jandilla que la familia tiene desde hace generaciones en Vejer. Tendrá entonces la oportunidad de sacar el capote de gala ante los dos fuertes toros que se le avecinan: negociar las ayudas europeas a la agricultura y cerrar los acuerdos de pesca con Marruecos.

Formado en los Jesuitas de Chamartín y, más tarde, en el Trinity College de Dublín, Miguel Arias se licenció en Derecho por la Universidad Complutense y ganó sin problemas una plaza de abogado del Estado que ocupó en Cádiz, Ceuta y, por fin, en Jerez. Luego ejerció la docencia en la Facultad de Derecho de Jerez hasta que, en 1982, dio el salto a la política como diputado andaluz y miembro de la dirección de Alianza Popular.

En política, fue diputado del Parlamento andaluz en la primera legislatura autonómica, parlamentario europeo entre 1986 y 1999, y concejal en el Ayuntamiento jerezano entre 1994 y 1999. Sus campañas electorales fueron valientes y hasta divertidas, pero se estrelló en dos ocasiones como cabeza de lista hasta que, en 2000, Aznar le encomienda el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, donde Arias tuvo que capear el temporal del Prestige, la polémica del Plan Hidrológico Nacional, del que dijo se aprobaría “por cojones” y que sería “como un paso militar”, lo que le granjeó las críticas de la oposición, y su comparación de que el regadío había que “manejarlo como a las mujeres, con mucho cuidado porque lo pueden perder a uno”. Arias pidió disculpas y dijo que mediría mejor sus palabras. Pero este hombre bonachón, campechano y comunicativo, provocó después otra gran polémica acerca de los trabajadores inmigrantes, cuando dijo añorar a los camareros de toda la vida que le servían el café con “la tostada de manteca colorá”.

Fuera de la política, su gran pasión es el motor. Paradojas de la vida que un amante de los automóviles y de las motos sea a la vez ministro de Medio Ambiente, área que ha quedado adscrita a sus responsabilidades al frente del Ministerio de Agricultura. Arias colecciona coches antiguos que él mismo mantiene y repara, pero su predilección son el Austin Coper y el Morgan, con el que trasladó hace seis años hasta la parroquia de San Marcos a su hija Micaela en su día de boda.

Pero una de sus grandes debilidades es la buena comida, especialmente el pescado, el arroz y el chocolate, que compensa con el gimnasio y la práctica de deportes. En el aspecto personal, demostró sus buenas dotes de convicción al convertirse en ‘ariete’ de la familia Domecq que, contrariamente a los deseos del presidente José Mora-Figueroa, logró que se inclinase por la venta de la veterana bodega de Pedro Domecq, en lugar de los cortísimos dividendos que recibían sus accionistas anualmente.

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