"Los gobiernos han dado alas a Cataluña"
Dolores Vayreda Casanillas
Catalana andalucista', histórica del PA, confiesa que "lo que más lamento es haber conocido a Pacheco"
- Me encuentro ante una auténtica política, catalana de origen pero siempre fiel al ideario andalucista, una 'rara avis' nunca vista. ¿Qué gran paradoja, no?
- Son circunstancias. Realmente, cuando yo me acerqué a la política ni la había olido. En Cataluña estaba todo prohibido. No podíamos ni hablar catalán en la calle. Recuerdo los carteles que colgaban en el Ayuntamiento: 'Hable usted el idioma español'. Mi padre era muy catalanista. Dejó de escribir cuando le prohibieron hacerlo en catalán. Y ando buscando documentos suyos antiguos para saber de qué lado estaba.
- ¿Tan diferentes somos andaluces y catalanes?
- Muy diferentes, sí, pero creo que nos complementamos muy bien. Lo que no tiene uno, lo tiene el otro. Con mi marido, jerezano, José Páez Coronado, sobrino del antiguo párroco de Santiago, Francisco Coronado, me he llevado siempre muy bien y yo quiero y admiro mucho a los andaluces, gente encantadora, más abierta... A mí me tocó luchar en esta tierra, y conseguí asimilar el catalanismo al andalucismo. Ya se sabe que 'uno no sólo es de donde nace, sino también de donde pace'.
- ¿Cataluña debe ser independiente?
- Individualmente, yo soy muy independiente. Y, en este caso, creo que se le debe conceder al pueblo la oportunidad de expresarse. Nunca pensé en ser independiente. Mi abuelo fue escritor y presentaba en uno de sus libros, ya en 1892, un panorama que se puede aplicar a la situación de hoy día. 'Cuando decimos catalanismo, escribía, hablamos de regionalismo aplicado a Cataluña, sin dominar a las otras regiones'. Yo no sé si soy regionalista, no quiero exclusividad de nada, pero sí quiero la independencia según lo que decida el catalanismo.
- Pese a la ley, ¿sí o sí?
-Contra la ley, no estaré nunca. Hay que acatarlas, o también tratar de cambiarlas. Depende del apoyo de las elecciones.
- No parece el momento más oportuno.
- Es que nunca parece el momento oportuno. Siempre hay alguna pega, algún problema... hasta que alguna vez salta.
- ¿No le preocupa lo que llaman la fractura social de Cataluña?
- He conocido a hijos de emigrantes que se sienten más catalanes que los propios catalanes. Allí se llamaba 'murciano' en los cincuenta a estas personas, porque hubo una gran corriente migratoria de esa zona y había uno que siempre decía: 'Mis padres son de Murcia, pero yo soy catalán'.
- ¿Esconde el president Artur Mas su pésima gestión al frente de Cataluña con esta iniciativa? Ahora las protestas le llegan de los farmacéuticos.
- Pero eso ocurre en muchos sitios. Yo comprendo el problema de las farmacias. Es algo racional. Ahora vas a la farmacia y, siendo pensionista, has de abonar un 10% por el medicamento. Yo colaboro en lo que sea. Creo que lo gratis no se aprecia. Fíjate cómo ahora no acude tanto al médico algunas que van sólo a distraerse y charlar. Ese abuso está desapareciendo.
- ¿Advierte esa sensación de 'miedo' de la que hablan por la posible secesión?
- Es que los gobiernos han dado muchas alas a Cataluña. Eso es equivocado y ahora dicen: 'España no sería nada sin Cataluña'. Y eso, precisamente, les envalentona más.
- Fue mucho el esfuerzo y el trabajo emigrante para levantar la región. No hablemos tampoco del favor económico que el Régimen hizo a los catalanes.
- Pero todo eso viene del franquismo. Eso de llevar a Cataluña gente de otras regiones no se entiende sino como un intento de Franco de debilitar la región catalana. Quizás no hubiera sido necesario. Si ellos hubieran vivido bien aquí, quizás los andaluces y otros no se hubieran molestado en emigrar. Yo he podido ver en Cataluña a andaluces, a los que por cierto se les atribuye fama de vagos, trabajando mucho más que un catalán. Buscaban una vida mejor. Y hay muchos que hoy viven mejor que algunos catalanes.
- Ahora sigue como militante muy activa en el PA.
- La verdad es que me encuentro como gallina en corral ajeno. De los míos no queda nadie en el partido. Todos se fueron con Pacheco, que no son andalucistas como se ha demostrado. Son 'pachequistas'. Yo lo que lamento es haber conocido a Pacheco.
- ¿Por qué dice eso?
- Porque demostró que no era andalucista. Muchas veces, cuando conoces bien a una persona, te defrauda. Y pensaba que eso me pasó a mí. Yo he padecido ocho años junto a Pacheco como concejal. Es que él me veía como una persona del partido, y yo no quería eso. Yo hacía viajes con el partido cuando hacía falta y casi nunca estaba aquí. Y me decía: 'Tú, ¿cómo sólo te acuerdas de Rojas-Marcos?' Yo le respondía: 'Sí, ¡si es mi padre político!' Eso le mosqueaba.
- Pero se presentó como compañera de viaje en las listas de las municipales de 1979.
- Es que Pacheco decía que en las listas tenía que aparecer una mujer. Todas se negaron con excusas burdas. Pero yo no quería ser mujer florero. Me colocaron en el número diez de la lista. Pensaba que no saldría, pero al final sacamos doce. Y me preguntaba: Y ahora, ¿qué hago? Mi marido me decía: 'Pues, ¿qué vas a hacer? Nadie te ha comprometido'. Afortunadamente, me apoyó siempre. Ahora bien, no me acompañaba a ningún acto oficial. Decía que no le gustaba eso de marido consorte.
- ¿Qué falló en el andalucismo?
- Ha fallado porque nos hemos dinamitado desde dentro del partido. No nos han echado de ningún sitio, nos hemos echado nosotros mismos. Y cuando quisieron controlarlo, ya era tarde. Ahora lo que advierto es cierta falta de interés por el partido.
- La ciudadanía está de uñas con los políticos.
- Se lo han merecido. Las mayorías no lo han hecho bien. Las mayorías absolutas las acepto, pero no las comparto. Porque hacen lo que quieren. Siempre fui partidaria de las listas abiertas y libertad en el voto. Con el PSA rompí la disciplina de voto ausentándome adrede en un pleno a una propuesta de Blanca Alcántara sobre la Ley del Aborto. Pacheco me lo recriminó: 'Esto no lo hagas más'. Yo soy profundamente religiosa, aunque discrepo de muchas cosas que hace la Iglesia.
- ¿Descansará para siempre en Jerez?
- Sí. En Cataluña apenas tengo a nadie. Me incinerarán. Pero que no me pongan coronas ni ramos de flores. Son gastos inútiles.
El largo y sinuoso camino de una luchadora
La vida de María Dolores Vayreda (Vilanova i la Geltrú, Barcelona, 1930) es una carrera de obstáculos a partir de la niña que hubo de sortear los prejuicios de una época, los horrores de la Guerra Civil, la de un amor prohibido y de cartas secretas, la de la irrupción en un mundo de hombres y su decepción y, por fin, los embates del dolor por la muerte de tres de sus nueve hijos. Quiso casarse con un soldado que, accidentalmente, conoció en una misión y pasó por su pueblo. Y eligió, como le advirtiós padre, el 'pan y cebolla'. Luego su padre transigió. José y Dolores casaron finalmente. Y de un ambiente culto y de abolengo, cayó de bruces entre las cuatro paredes de una destartalada casita de La Asunción. Con los años, progresaron. Lleva 57 años en Jerez. Todo eso no lo guarda. Lo desgrana con su permanente acento catalán esta mujer fuerte y clara, muy clarita, que aún piensa, cuenta números y reza en catalán. Ahora, ya viuda, comparte su vida entre la soledad del hogar, sus hijos, nietos y el partido. Hoy día y pese a su edad, Dolores es una de las militantes más activas del PA local.
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