El gordo Falstaff, en la tierra del 'sack'

Una rápida ojeada a la promoción que Orson Welles hizo de Jerez, sus fiestas y sus vinos en el mundo Un día acabó él solito con una enorme fuente de su plato preferido: las huevas aliñadas

El gordo Falstaff, en la tierra del 'sack'
El gordo Falstaff, en la tierra del 'sack'
Juan P. Simó Jerez

24 de marzo 2013 - 01:00

Todo comenzó un 28 de abril de 1961. En la puerta de 'Los Cisnes', un hombre de enorme humanidad, balanceante en su andar, traje negro y corbata blanca, puro kilométrico y gafas ahumadas. Parco en palabras aunque afable, extendía su ancha mano de manopla para saludar, daba órdenes en inglés y firmaba autógrafos a los curiosos que le reconocían. En la puerta del hotel, un turismo celeste matrícula de Roma espera.

Le preguntan al genio del cine y él responde: "No vengo de turismo. Vengo a trabajar, y mucho. Haré unos reportajes de televisión sobre Andalucía".

-¿Conoce nuestro vino?, pregunta el periodista Campuzano: "Es universal... ¡Cómo no! Y prefiero el jerez seco... muy seco".

En estas aparece un carruaje. Lo conduce el de Castro, que detiene a la bestia junto al coche. Orson Welles (1915-1985) logra montar en el carruaje, que emprende camino a las bodegas González Byass, al dorado mundo del vino alegre. Allí aguarda el 'estado mayor' de la compañía: Pedro Nolasco González-Gordon, Fernando, Pedro, Carlos González Rivero -cicerone exacto y explícito-, José Luis Perrino y Luis Pérez Solero.

Firma el gordo Orson en una bota y es conducido a la sala de degustación, donde Pepe Ortega -venenciador universal- hace una exhibición. Luego acuden a Villa Victorina. A la última copa, Pérez Solero se levanta y dice con su fino gracejo: "Orson Welles es un personaje multiplicado, porque es protagonista de 'El tercer hombre'. Y ahora, va a ser el cuarto hombre, porque va a ingresar en la Orden del Tío Pepe de Oro". El marqués de Torresoto prende la insignia. Welles le dice por lo bajini: "Aquí, cerca de corazón". El vino lo logró todo. Entró serio en la bodega y salió eufórico.

Ese día fue el primer día que aquel, hombre, con su oronda humanidad, pisaba Jerez. Venía desde Sevilla atraído por el vino, la inminente feria de la primavera y los toros. Seguía los pasos de Antonio Ordóñez, su torero fetiche, un caso que recuerda a aquel Domecq, Pedro de Soto, que recorría España entera a bordo de un Rolls sin perderse una corrida de Manolete. Un buen día, Pedro le pidió a su chófer que le llevara a Miraflores. Una vez allí, salió del coche y se perdió en la entrada del monasterio de la Cartuja, donde se recluyó junto a los monjes el resto de sus días.

Welles era un enamorado de España, del carácter de sus gentes, la pasión por sus costumbres. Por ello, propuso a la RAI italiana rodar un documental sobre el país. Se llamaría 'En la tierra de don Quijote'. Uno de los capítulos llevaba por nombre 'La bodega de Jerez'. Aquel trabajo que abordó junto al cámara del NODO Juan Manuel de la Chica, se perdió, pero la constancia del presidente del Cine Club Popular, José Luis Jiménez -que nos ha guiado en este relato-, lo rescató del olvido después de diez años de esfuerzo.

El autor de 'El cuarto mandamiento' volcó todo su entusiasmo en el proyecto y realizó un cuidadoso plan de rodaje en la bodega González. Era un homenaje cariñoso a un vino que amaba. Se recogen también las calles de Jerez de aquellos años, gente divirtiéndose en la feria, la plaza de toros con Álvaro Domecq rejoneando o cómo Welles se divertía bebiendo nuestros caldos. Tras más de cuarenta años, en 2003, un acuerdo permitió que el Cine-Club y el Centro Andaluz de Flamenco estrenaran el documental y mostraran a los jerezanos escenas de la vida de la época bajo un punto de vista antropológico.

Welles se enamoró de la ciudad. Sus visitan fueron más continuas. Instaló su teatro de operaciones en la finca Pie de Rey, de Alfonso Domecq, donde residía y vestía de luces Antonio Ordóñez, cuando el cineasta venía a Jerez junto a su mujer Paola y su hija Beatrice.

Si su pasión y fascinación por los toros fue como una religión -Welles probó sin éxito como aspirante a torero a los 17 años en Sevilla como 'El Americano'-, la comida ¡cómo no! formaba parte de los lujos de este bont vivant internacional.

Welles apreciaba enormemente un plato: las huevas aliñadas. Marina Domecq, hija de don Alfonso, una escritora y gastrónoma que casó y rompió después con Juan Luis Panero, primogénito del poeta del Régimen Leopoldo Panero, cuenta en su libro 'La imaginación al perol', detalles sobre el apetito de Orson. Marina nos describe un día en su finca, donde Ordóñez reunía a un innumerable número de amigos antes de la corrida, a los que agasajaba después con un almuerzo.

Estando Welles entre los asistentes, el servicio puso sobre la mesa una gran fuente de huevas aliñadas. Y Orson, sin decir una palabra, la tomó entre sus manos gigantescas y de un solo gesto se 'despachó' lo que en principio estaba previsto para calmar los jugos gástricos de varios comensales. "Me quedé con la vista fija en sus barbas entrecanas y en los trozos de cebolla y perejil que aún pendían de ella". Y describe que, cuando se reía, "temblaban las puertas correderas del comedor, donde cabían 25 personas sentadas sin apretones... Orson tenía además la extraña manía de tirar cada noche los calzoncillos sobre el armario", que obligaba a la doncella cada mañana a encaramarse a una silla para rescatarlos al limpiar la habitación. Y antiguos empleados del Hotel Jerez, donde también se hospedó, recuerdan aún que aquel gigante siempre pedía dos colchones y seis almohadas.

El gordo Orson, el gordo Falstaff -que ensalzó el sack con su célebre frase de 'Si mil hijos tuviera...'-, el gordo Kane, el gordo Otelo, habla siempre de las delicias del vino. En 1975, promocionó el cream 'Double Century' de Domecq para el mercado de la costa este americana. Y hay un documento que demuestra su aprecio por el vinagre de Jerez, "el mejor del mundo", que le enviaban allá donde estuviese. Toda una promoción de lujo de la ciudad, sus fiestas y sus vinos, que no llegó a costar un duro. Por todo ello, el Cine-Club ha solicitado al Ayuntamiento desde 2006 una calle para el genio. Pero la propuesta sigue durmiendo en algún cajón.

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