La histórica Estación de Viticultura de Jerez agoniza por el abandono de la Junta
Laboratorio Agroalimentario
Costosos equipos oxidados, inversiones que no llegan, salas vacías y desperfectos cuestionan su futuro
La falta de recursos humanos y económicos evidencian la situación alarmante de la centenaria entidad
Hasta la entrada de España en la Unión Europea, la Estación de Viticultura y Enología de Jerez llegó a analizar 50.000 muestras al año, que luego se estabilizaron en unas 15.000. En la actualidad, siendo generosos, no llega a las cinco mil. El ahora llamado Laboratorio Agroalimentario y Estación Enológica de la calle Córdoba, considerado hasta no hace mucho el mejor laboratorio del vino de España, atraviesa su peor momento. El abandono por parte de la Consejería de Agricultura de las instalaciones es evidente, sin que los proyectos anunciados, como el del Centro Andaluz del Vino terminen de plasmarse.
La falta de recursos humanos y económicos del centro es alarmante, hasta el punto de que en la propia Junta de Andalucía hay quien da ya por amortizada la histórica instalación, heredera junto al Rancho de la Merced de la antigua Granja Experimental Agrícola de Jerez, instaurada a finales del siglo XIX en lo que hoy día es el centro salesiano Lora Tamayo.
Goteras, humedades, desconchones... Los techos, paredes y ventanas con cristales rotos dan muestra de la falta de mantenimiento del edificio principal, en el que se ubican las oficinas, laboratorio y salas de análisis, muchas de ellas completamente vacías en días laborables por la escasez de personal y donde ex trabajadores aseguran que el agua cae a chorros, oxidando gran parte del costoso equipamiento y maquinaria que convirtieron en su día a esta instalación en centro de referencia del vino y del sector agroalimentario. No en vano, en la calle Córdoba se analizaban muestras llegadas de toda Europa y también del extranjero, de países tan dispares como Rusia o Argelia.
Por poner un ejemplo, entre las últimas adquisiciones de gran valor, y de eso hace ya algún tiempo, hay aparatos que cuestan 600.000 euros, como el que permite detectar la adición fraudulenta de ácido acético en el vinagre, que es único en España, o el innovador sistema que certifica la ausencia de talatos, residuos de plástico perjudiciales para la salud que impedían con anterioridad la entrada de los vinos de Jerez en China.
La Estación Enológica sigue realizando estos análisis del vino –no así los de productos alimentarios, aguas, tierras, plantas... que aún siguen demandando empresas que desconocen la reducción de cometidos–, aunque las averías son cada vez más frecuentes y tardan meses en repararse, señalan las fuentes consultadas por este periódico. No hay dinero ni para comprar tornillos, señalan las mismas fuentes, que aseguran que el personal ha llegado a pagar de su propio bolsillo material básico, como puede ser un simple latiguillo, ante la desesperación por la tardanza en la aprobación del gasto.
Los daños por la falta de mantenimiento y actividad también afloran en la bodeguita de los vinos y brandies de Jerez, donde las botas llevan años sin reponerse y se rellenan con agua para evitar que se echen a perder, así como en las instalaciones anexas, expresamente rehabilitadas a mediados de la década de los 2000 para la experimentación con vinos tranquilos tras una importante inversión en la compra de depósitos de fermentación de acero inoxidable y troncos cónicos de madera, que llevan casi una década sin tener uso. La prueba es que el contenedor de vidrio que antes retiraban dos veces al año, ahora está a media ocupación después de más de dos años.
La adquisición de este equipamiento fue clave para la revolución de los vinos tintos de la Tierra de Cádiz, hoy día consolidada con más de veinte bodegas, que se fraguó en la Estación Enológica gracias a la experimentación con variedades de uva para diversificar la producción vitícola de la palomino con la que se elaboran los vinos de Jerez.
De la treintena de personas que formaban el equipo con el que el centro tocó la gloria apenas quedan la mitad, en concreto 16 trabajadores, cuatro de ellos próximos ya a la jubilación, otro de los problemas a los que se enfrenta la institución, ya que desde hace tiempo no se cubren las vacantes, de ahí la merma paulatina de la plantilla. Según otras fuentes conocedoras de la situación del centro, el problema viene de lejos, en concreto desde que el Laboratorio Agroalimentario y Estación Enológica pasó a depender de la Agencia de Gestión Agraria y Pesquera (Agapa), cuando la ahora eurodiputada socialista Clara Aguilera ocupaba la Consejería de Agricultura (2009-2012).
Más que desmantelar el centro, las fuentes apuntan a una muerte lenta por la pérdida de posicionamiento con el paso a manos de una empresa pública sin capacidad presupuestaria para mantener los nueve laboratorios de Sanidad Animal y los cinco laboratorio agroalimentarios –Jerez, Huelva, Montilla, Granada y Córdoba– que le endosaron.
Durante algún tiempo, la Estación jerezana mantuvo el tipo con más vocación que medios, hasta que se desinfló el equipo de profesionales que la encumbró. Dentro de Agapa, la dirección de la Estación se dejó en manos de Sanidad Animal –de hecho, la actual directora provisional es la responsable del Laboratorio de Sanidad Animal, es decir, una veterinaria al frente de una instalación especializada en vinos– y tampoco termina de encajar la idea de que un servicio público trabaje para el sector privado, en este caso el del vino.
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