Los otros ídolos de Torrecera

Patrimonio

Los tres 'descubridores' del ídolo de Torrecera se reencuentran en el Arqueológico 22 años después.

Reencuentro de los tres chavales que hace 22 años hallaron una pieza datada en 2.500 A.C / José Contreras
Arantxa Cala · Vídeo: José Contreras

21 de mayo 2017 - 09:17

Jerez/No fue plato de buen gusto de Miguel tener que dormir aquella noche con esa extraña pieza en su habitación. Parecía mirarle todo el rato con sus pequeños ojos. Le infundía miedo, aunque en realidad la piedra parecía darle las gracias al niño por rescatarla de aquella escombrera. Era el año 1995. José Antonio Ibáñez, Miguel Marín y José Manuel Rubio, de entre 9 y 11 años, cursaban sus estudios en el colegio público de Torrecera. Por aquel tiempo fueron de excursión al Museo Arqueológico de Jerez, donde los alumnos conocieron el ídolo cilíndrico oculado procedente del Cerro de las Vacas de Trebujena, de hacia el 2.500 a.C. Rápidamente lo relacionaron con una pieza similar que habían hallado de manera casual días antes y con la que habían estado jugando. El centro educativo informó al Museo y técnicos del mismo determinaron su valor patrimonial. Se trataba de uno de los característicos ídolos de la Edad del Cobre (III-II milenio a.C.) con representación de ojos-soles, tatuaje facial y cabellera zigzagueante. "Es increíble que apareciera de aquella forma y que, luego, cuando volvimos a buscarlo, todavía estuviera allí. De hecho, tenía sus golpes de haber estado jugueteando con él. Nunca supimos de dónde provenía originalmente por haber sido encontrado entre unos pinares y una escombrera", cuenta la directora del Museo, Rosalía González, quien cree que la de Torrecera "es una obra que procede de un taller de fabricación de ídolos por el corte que tiene en la parte posterior".

Dicho ídolo fue Pieza del Mes del Museo hace unas semanas. Con tal motivo, este Diario organizó un emotivo reencuentro entre los tres chavales, 22 años después de aquella aventura que nunca olvidarán. Tanto José Antonio Ibáñez como Miguel Marín trabajan por la zona, José Manuel lo hace sin embargo en Madrid. Prácticamente no han vuelto al Museo desde que eran niños. Aseguran que se sienten emocionados. "Estar juntos aquí otra vez nos recuerda mucho aquel tiempo. Ahora con los años le vamos dando más valor a lo que hicimos, pero siendo unos niños no te das cuenta. Fue nuestra profesora Elena Nieto Piqueras con quien hicimos prácticamente todo, la visita, buscar la pieza, traerla...". Recuerdan cómo le insistieron a la maestra, a base de muchos tirones del brazo, que ellos habían visto una pieza similar a la que se exponía en la vitrina del Museo.

"Con los años vamos dando más valor a lo que hicimos; siendo unos niños no te das cuenta"

"La historia fue muy bonita. Aquella visita de carácter pedagógico da cuenta de lo que enriquece el papel que tienen los museos. Para nosotros fue muy importante", añade la directora del centro, que apunta que muchos de los hallazgos de este tipo no suelen ser nada de interés, "pero hallar una pieza de estas características no es habitual".

¿Cómo ha influido en sus vidas este descubrimiento? "Las primeras semanas pues iba al colegio tan normal, en calzonas y en camiseta, y cuando venían las cámaras pues había que ponerse más arregladitos. De hecho, una de las veces me puse hasta el traje de comunión", cuenta Rubio, que se ríe cuando recuerda que su madre le dijo que "no quería más tiestos en casa" cuando lo vio aparecer con ese nuevo 'juguete' cilíndrico.

Ibáñez reconoce que de vez en cuando cuenta esta aventura a sus compañeros, amigos... Marín confiesa que a los 10 años "estas cosas no se aprecian, sólo se toman en consideración con el paso del tiempo, y cuando te das cuenta de que no es una pieza de hace 100 años, ¡sino de 2.500 a.C.!". Hay que destacar que en el pueblo también hay una plaza dedicada a este hallazgo.

En esos días de 1995 se alinearon los planetas para que la pieza apareciera y volviera a ser hallada después de que los chicos la dejaron tirada tras jugar con ella. Los tres chavales tienen entrada vitalicia al Museo y además gozan de su propia esquina en el Arqueológico, donde se explica su aventura en un panel junto a una réplica de la obra. Ellos forman parte del patrimonio de la ciudad y su entorno. Son los otros ídolos de Torrecera, y más allá.

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