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De una pequeña habitación con un frigorífico en Jerez a ser referente nacional
ESTABA en mi último año de magisterio cuando unos amigos maestros, que ya ejercían, me pasaron el nº 11 de la colección de Alfaguara Infantil y Juvenil. En mis estudios de maestro no hubo ni tan siquiera una alusión a la literatura para niños y fue este libro de Fernando Alonso mi primer contacto con la LIJ antes de empezar a trabajar.
'El hombrecito vestido de gris' había sido Premio Lazarillo en 1977, en el 1978 declarado Libro de Interés Cultural por el Ministerio de Cultura y, con una difusión sorprendente por parte de la editorial, un libro que empezaba a llegar a los colegios y a los docentes.
Los ocho cuentos tenían una gran ternura, una enorme lírica y una sencillez meridiana para ser leídos y contados. Sin embargo no eran nada inocentes: tras ellos estaban la libertad, la democracia, los derechos, las reivindicaciones, los sentimientos y las aspiraciones más nobles de sus personajes, y en aquella incipiente y aún algo dudosa transición, el libro suponía agua fresca, agua clara, agua renovada en una institución (la escuela) que aún olía rancia (todavía se hacía aquello de "A cubrirse… ¡Ar!").
Con la construcción de los nuevos colegios y las primeras dotaciones de bibliotecas escolares, el pistoletazo de salida estaba servido. Pero mientras que algunas editoriales se preocuparon mucho por encerrar la LIJ en formatos didácticos y usar sus textos como "pretextos", hipotecados a la clase de Lengua, otras ofrecían literatura de calidad y muchos docentes lo reconocieron y supieron poner en manos del alumnado títulos que iban surgiendo y que les hacían disfrutar tanto a sus lectores como a ellos mismos.
Los libros de Juan Farias, Joan Manuel Gisbert o el "Mecanoescrito del segundo origen", de M. Pedrolo, daban a entender una nueva edad de oro en la que la literatura juvenil otra vez parecía "robada" a los adultos (como pasara con Robinson, Gulliver o Drácula) y los trabajos alentadores de los grupos de renovación pedagógica y el libro de Víctor Moreno 'El deseo de leer' (1985) pusieron en auge la lectura en la escuela, y las editoriales se pusieron a publicar creando un mercado que ya no ponía en duda la existencia de una Literatura Infantil y Juvenil.
Sin duda, en todo ese contexto, 'El hombrecito vestido de gris' fue ese citado pistoletazo de salida, de una maravillosa salida llena de calidad. Y hoy Kalandraka, en su cuidadísima colección Siete Leguas lo publica para que no falte en absolutamente ninguna escuela, ninguna biblioteca y, si fuese posible, ninguna estantería de libros que se precien de acompañar el crecimiento de un niño y una niña lectores.
Y es que este importante hombrecito, nos trajo la esperanza de que ante un final previsible y gris cabe luchar y esperar otro multicolor. Lo único triste en este evento es que treinta y muchos años después sus mensajes tienen la misma vigencia ante esta nuevamente dudosa democracia.
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