¿Qué fue de aquellos inversores?
La trama de los pagarés de Nueva Rumasa dejó en la ruina en Jerez a ex trabajadores, ejecutivos, familias de renombre e, incluso, familiares La fórmula ya fue aplicada años antes en Garvey
A principios de 2009, el conglomerado de empresas nacido tras las cenizas de la abeja, la Nueva Rumasa, ideó una fórmula de emisión de pagarés para sortear su falta de liquidez y el cierre del grifo crediticio de los bancos. Durante un año, la familia Ruiz-Mateos lanzó hasta cuatro emisiones que iban dirigidas a inversores particulares con atractivos intereses que superaban los que entonces regían en un mercado alicaído por la crisis financiera. Como único aval, la palabra de José María Ruiz-Mateos. Las enormes expectativas que generaron gracias a un habilidoso y machacón marketing en prensa y televisión y la complicada situación en la que se encontraban sus sociedades hizo que todo aquel invento se desmonorase como las fichas del dominó y, en su caída, arrastrase a la ruina a miles y miles de confiados ahorradores.
Imposible dar un número aproximado ni la cifra de dinero invertido. Se habló de unos cinco mil inversores que habrían aportado unos 550 millones de euros pero todo queda en simple estimación por la sencilla razón de que, con toda seguridad, hubo ciertas cantidades que fueron entregadas en dinero en efectivo o en 'B'. He logrado, sin embargo, contactar con un puñado de estos ahorradores, todos ellos de Jerez y muchos por tanto, entregados en la causa al aval de la palabra de su antiguo patrón. Y la pregunta es: ¿Fueron imprudentes inversores atraidos por los fabulosos intereses o creyentes en la garantía de la palabra de Ruiz-Mateos? Veremos qué nos dicen y cómo han cambiado sus vidas.
La verdad es que el trabajo no ha sido sencillo. He hablado con antiguos trabajadores, pequeños inversionistas, ejecutivos de intachable trayectoria en 'la abeja', apellidos de renombre e, incluso, miembros del propio entorno familiar de los Ruiz-Mateos que, en su mayoría, se sintieron atrapados por unos fabulosos intereses de entre el 8 y el 10 por cien en un momento (2009) en el que las cajas y bancos no ofrecían más del 3, y la respuesta ha sido parecida: Mutismo. Nunca darán sus nombres ni apellidos, aunque sí han estado dispuestos a facilitar los números.
¿Todos? Bueno, todos no. Hay un valiente al que no asusta dar la cara. Es Manuel Rubiales Berenguer, Manolo, un antiguo administrativo de Garvey, todo actividad, con todos sus números en regla y sin cuita alguna con la Hacienda pública.
El testimonio de Rubiales y de sus antiguos compañeros de las bodegas Garvey, Soto o Valdivia, antigua Villa del Duque, las tres primeras compañías jerezanas que volvieron a manos de la familia a través de la renacida Rumasa, es importante por un motivo principal: La idea que se forjó a partir de 2009 con la emisión de pagarés de las distintas compañías que Nueva Rumasa iba metiendo en el saco no era nada nuevo.
Desde mediados de los noventa, cuando Garvey volvió a la actividad normal con la reentrada de los Ruiz-Mateos en el negocio del vino, la compañía ofrecía, de manera interna y sin alharaca alguna, a sus empleados la posibilidad de invertir sus ahorros en varias emisiones de bonos con el fin último de disponer de liquidez para la compra de nuevas empresas. El reclamo surtió efecto, especialmente por unos golosos intereses que se elevaban al 9,5% de interés.
Rubiales se prejubiló en Garvey en 1991. Cogió una indemnización de 90.000 euros que colocó en su totalidad en los pagarés. Renovó y renovó cada año hasta aquel infausto 17 de febrero de 2011, cuando José María soltó la bomba: Se rodeó de sus hijos y anunció a los periodistas la entrada en preconcurso de diez de las compañías que constituían el grupo. Era su última señal de la victoria. La presunta estafa de los pagarés emitidos por Nueva Rumasa había estallado y la crítica situación de las empresas no tenía mucho más recorrido.
Como una hormiga, Rubiales fue acumulando durante catorce años consecutivos los intereses de las distintas emisiones hasta encontrarse con una pequeña fortuna que le permitió comprar un apañado apartamento en Rota. Da por perdido el capital inicial de 15 millones de pesetas que metió en la suscripción, pero le sirve de consuelo que lo captado en intereses superara esa cifra y darse él y su mujer su antojito cerca del mar.
Muchos otros extrabajadores, ahora pensionistas, corrieron la misma suerte que Rubiales. Otro Manuel, invirtió una cantidad de 60.000 euros y los propios intereses se encargaron de paliar en lo posible lo que pudo haberse convertido en su ruina y la de los suyos. Eso sí, aún mantiene un hilo de esperanza de poder recuperar el capital y los intereses devengados durante estos últimos cuatro años. Pero mucha fe van a necesitar los ahorradores. Tanta fe como a la que apelaba Ruiz-Mateos cuando soltó aquello de que "si no devuelvo el dinero, me pego un tiro, pero mi fe no me lo permite". Muchas de las compañías de la Nueva Rumasa han pasado ya el trámite del proceso concursal y los acreedores de pagarés son los últimos del escalón en cobrar.... si es que queda dinero. Las posibilidades de cobro se reducen, pero los bufetes de abogados no se rinden y creen que la salida sólo está ahora en la vía penal.
María de los Ángeles colocó hasta 475.000 euros en una de las emisiones de pagarés atraída por los altos pocentajes de rentabilidad. Y de una confortable vida junto a su marido, el tiempo se encargó de ponerles en su sitio. En la actualidad, Ángeles se gana la vida cosiendo para la calle. Luego hay también un largo número de antiguos ejecutivos de Garvey y Zoilo Ruiz-Mateos que invirtieron cifras de seis números de los que nada han vuelto a saber. Un caso idéntico al de muchas familias jerezanas de recursos, en su mayor parte con relaciones personales con los Ruiz-Mateos, que vieron inexplicablemente cómo la estructura de los pagarés se venía abajo.
Y hay algo más doloroso, porque la estafa alcanzó a muchos miembros de las familias políticas de los Ruiz-Mateos. Una viuda que se vio obligada a vender la plata y objetos de valor para poder salir adelante, otra que hace en su casa una almoneda para recaudar fondos, la sorpresa de una consuegra que perdió una pequeña fortuna o, sin ir más lejos, la propia Begoña Ruiz-Mateos Rivero, a la que también salpicó la trama de los pagarés y que no dudó junto a su marido Antonio Biondini en actuar judicialmente contra sus seis hermanos.
Todos estos últimos casos corresponden a algunas de las cuatro emisiones que lanzaron los Ruiz-Mateos desde el 23 de febrero (no podía ser de otra manera) de 2009. Esta primera emisión se hizo a través de la firma Carcesa, propietaria en su día de las compañías Apis y Fruco. Estaba dirigida a inversores particulares y ofrecía una rentabilidad del 8% a un año. La inversión mínima requerida era de 50.000 euros y la captación de ahorradores se hizo mediante una insistente campaña publicitaria en los medios de comunicación de todo el país.
Con todo, los inversores no podían alegar que les faltó información o que el Gobierno o los reguladores no hicieran nada por prevenir esa situación. La CNMV realizó hasta siete advertencias desde que Nueva Rumasa emitiera en 2009 los primeros pagarés.
En Jerez, Nueva Rumasa también dispuso una red de captadores de inversionistas que formaban empleados fieles a la causa y amigos de la infancia de los Ruiz-Mateos. Algunos de ellos también llegaron a perder todos sus ahorros. Completaba la logística el ya famoso 'banquito', un enorme local enclavado en el corazón de la ciudad, en la calle Porvera, desde donde Ramón Romero López, a la sazón gerente de las bodegas Garvey, se encargaba de atender a los ahorradores. Cuando se traspasaba la puerta de la primera planta del edificio, al cliente se le ofrecían unos bombones 'Trapa' o bien una copa de vino. Los nuevos inversores acudían al 'banquito', recogían los intereses a la fecha de su vencimiento y renovaban el contrato, y cuando llegaba la fecha para recuperar el principal eran convencidos para reinvertir. Además de Romero, trabajaban en el 'banquito' José Álvarez Piñero, Pepe, mano derecha de José María en Jerez y antiguo director general de la División de Vinos de la Rumasa expropiada, ya fallecido, y Miguel Monge Marín, ejecutivo de Rumasa, que estaban ocupados en otras tareas. El 'banquito' se mantuvo durante años en los números 6 y 8 de Porvera, pero cuando Zoilo Ruiz-Mateos SA se hizo con Sandeman, fue trasladado a las antiguas oficinas de las bodegas del 'hombre de la capa'.
Las últimas novedades sobre la trama son muy recientes, después de que un juez de Madrid condenara a José María y a su hijo Javier (en prisión por otra causa) al abono de 92 millones de euros en favor de los acreedores de la sociedad José María Ruiz-Mateos, la principal emisora de los títulos de crédito.
Cuando mantuve una charla con antiguos trabajadores de las bodegas, estos no manifestaron curiosamente ningún rechazo a la figura de José María. Recuerdan su estado de salud, su edad de 84 años y un párkinson que le trae de cabeza. Actualmente, reside en un chalé adosado en Pozuelo, sin medidas de seguridad y sin apenas parcela, asistido por una criada. Así piensa también el abogado Joaquín Ivancos, que echa toda responsabilidad sobre los seis hermanos.
Otros los eximen de culpa y señalan al padre. En Jerez, donde sobra la gracia y el chascarrillo, se decía en el círculo más íntimo de la familia que "José María había imprimido entre sus hijos ese odio por lo ocurrido con la expropiación. Los ha criado con picadura", lo cual es muy ocurrente. Y se comenta una conversación sobre los pagarés entre José María y uno de sus parientes que pudo desarrollarse más o menos de la siguiente manera:
- Si no estás en disposición de devolver un duro -le dijo al patriarca-, que sepas una cosa, que el daño será irreparable.
- Como es irreparable -contestó- el daño que me han hecho a mí con la expropiación...
Ivancos, a quien también persigue una imputación (y es que aquí todos deben hasta de callarse porque arrastran un rosario de imputaciones, demandas, querellas...) habla siempre maravillas de su excliente José María. "No es ningún payaso. Un hombre que se rodeaba de tres o cuatro personas a los que pagaba 100.000 pesetas por cada idea que tuvieran, no puede ser ningún payaso". Y no se equivocó cuando pronosticó que otros dos de sus hijos podrían acabar entre rejas. "José María me dijo un buen día: Haz lo que sea para que yo no pase a la historia como un estafador. Y, si tienes que meter a mis hijos en la cárcel, los metes". Su hija Begoña mantiene que sus hermanos levantan entretanto la 'Tercera Rumasa'.
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