"El jerez no debe morir"

EL CUARTO DE MUESTRAS. Ex bodeguero y cónsul honorario de Alemania

La dolorosa e inevitable caída del mercado del sherry, contada por un extranjero

"El jerez no debe morir"
"El jerez no debe morir"
Juan Pedro Simo

28 de octubre 2010 - 08:05

Sigue ahí, de vigilia, en el consulado de Alemania en la provincia, en la avenida Duque de Abrantes. En poco tiempo, Jorge Mundt (Hamburgo, 1938) será relevado. Su trayectoria es bien conocida, pero hoy está prohibido hablar de política y otras cuitas menores. Hoy solamente hablaremos de vino.

–¿Qué ha cambiado de sus tiempos a ahora?

–Realmente, las cosas no han cambiado mucho lamentablemente, porque desde hace muchos años, el cambio del jerez ha sido de altibajos continuos en su forma de abordar la problemática del desequilibrio continuo entre producción y exportación. Y esto desde el año 61, cuando me incorporo definitivamente al mundo del jerez ya existía. Y los problemas surgen por la falta de la adecuada actuación y planes concretos con medidas acertadas para compensar estos defectos de equilibrio. Y esto no ha parado. Sigue exactamente igual. Por tanto, podemos decir: lamentablemente, de nuestros errores no hemos sacado consecuencias ni hemos aprendido nada.

–El jerez tuvo una época de bonanza hasta que a finales de los setenta, una crisis energética provoca el encarecimiento de precios y la caída del consumo.

–Bueno, crisis energética no le llamaría yo. Yo creo que, a partir de los setenta, estábamos en un estado más floreciente, se vendía en mercados. Alemania, por ejemplo era un mercado desde los finales de los sesenta nuevo y creciente e Inglaterra era siempre el mejor mercado, aunque estable. Holanda tenía algunos problemas pero tampoco excesivamente grandes, pero ya entramos en una época de problemas. Problemas que te puedo nombrar.

–Adelante.

–Desde el principio de los sesenta nos damos cuenta que producimos en Jerez menos de lo que vendemos. Si yo le digo de dónde venían los vinos, porque todo el mundo lo sabe... Sería una pena ser, ahora mismo, excesivamente negativo con los vinos que se vendían y que no se producían aquí. A raíz de eso, en los setenta, otra década de problemas, se declara oficialmente que esto no puede seguir así y que si se quiere vender, sólo se ha de ser solera, producto producido en el Marco de Jerez con la supervisión del Consejo Regulador. Y esto supuso lógicamente una cortedad en el producto muy llamativa, que tuvo como consecuencia un ligero incremento en los precios de venta... Bendito sea, si tiene que ser... Pero en el mismo momento empezó una descontrolada y loca especulación en el sentido de: ¡Vamos a plantar viñas y duplicamos la extensión del cultivo, sin haber pensado en cuáles podían ser las consecuencias! No sé porqué lo dijeron los listos del sector, pero plantaron y plantaron, incluso muchos que nunca habían plantado, y una década más tarde comenzamos a acusar las consecuencias. Habíamos deducido que habíamos plantado demasiado, lo cual produjo una excesiva producción que había que absorber forzosamente y que los precios bajaron al sótano. Y seguimos igual.

–Y en esa euforia de la que habla, las grandes bodegas invirtieron en otras denominaciones.

–Obviamente. Se construyó, se compraron vasijas, se almacenó y entonces se dieron cuenta que había más de la cuenta. Los precios al sótano. ¿Y cuál fue la consecuencia? Que, al final, intentamos internamente regular el sector con medidas como la limitación de la entrada de los productos al sistema, llamémosle de alguna manera cupos... y bueno, antiguamente, tú sabrás de otros graves problemas: La falta de recursos propios o beneficios suficientes provocaron el abuso de los créditos preexportación, el cash. Yo declaraba una exportación porque alguien me mandaba un contrato de compra y lo cobraba automáticamente. Había otro inconveniente: El Estado de la dictadura los daba para fomentar la exportación. También abusamos de ella. En vez de hacer un beneficio propio de un negocio, se hacía más con la desgravación fiscal, que ganaban más o menos un catorce por ciento del precio de facturación, que no es un beneficio lógico. Eso lo pagaba el contribuyente español. Y llegamos al tiempo de hoy, y es igual, exactamente igual: Nos sobra producción, nos sobran viñedos pero, entretanto, también se adopta la absurda inclusión de áreas que, antiguamente, no estaban; Trebujena por ejemplo, sabiendo que sobraba, metemos más. Es casi demencial. Y otras cosas. No quiero ser negativo al derecho del viticultor, es un derecho, pero todo el mundo cuando uno se mete en un negocio debe de pensar si esto tiene pies y cabeza, si tiene solución, si tiene salida. Y en un sector que tiene bandazos de exceso de producción y nunca se resuelven, pues antes de plantar e integrarlo en este sector, dedíquese usted a cultivos alternativos o búsquese una salida garantizada a ese producto aunque no se llame jerez. Y llegado a este punto, añado que ya hoy me parecen los antiguos nombres como Domecq, González, quien fuera... John Harvey, etcétera, etcétera, que tienen posiblemente más valor de imagen que la propia palabra sherry. Porque con estos bandazos, con estos problemas, hemos causado risa en nuestro propio mercado de consumo. Y se han aprovechado de nosotros. La imagen no contribuyó al jerez. Mucha más imagen daba el nombre de Domecq, Harvey, Díez-Mérito y esas otras familias, pero hasta esto podemos estropearlo. ¿Qué ha quedado de Domecq?, ¿y de Sandeman, o de Croft?

–Hablemos de la penetración extranjera en el mundo del vino.

–Las empresas exportadoras no obtenían dinero suficiente y se encargaron de alguna situación casi en bancarrota. Muchos propietarios pudieron establecerse por sí mismo, pero Domecq, Sandeman u otros tuvieron que buscar, primero, socios extranjeros que, al final, se quedaron con el negocio. Los extranjeros no han venido porque estaban encantados con el vino de Jerez, tenían una fuente de adquirir algo muy barato, sacarle todo el jugo, llámese vino, y quemarlo. Esa es la política propia de las multinacionales. Como dicen en inglés, la vaca lechera hay que ordeñarla, pero si es posible no darle de comer y cuando está agotada, al sacrificio. Beam Global se ha quedado con Domecq, pero ¿qué representa, si tú compraras históricamente, el famoso y glorioso nombre de Domecq con el nombre de Beam Global? ¿Global? ¿Te representa algo? ¿Verdad que no?

–Muchos auguran un mal porvenir al vino de Jerez, caso del propio Jorge Pascual. ¿Qué piensa?

–El vino de Jerez nunca debería estar por los suelos. El jerez es un vino tan noble, tan único, que tiene un tratamiento mucho más serio, mucho más exigente que el que se le dado en épocas pasadas. El vino de Jerez no debe de morir; debe de ser publicitado y las instituciones deben hacer algo, el Consejo Regulador, la Junta...pero de una forma consciente, inteligente, y no de una forma tan localista como ahora se está haciendo. Yo, por ejemplo, y no tengo nada contra el Consejo, estoy viendo la campaña de maridaje de los jereces con las comidas que se hacen aquí en Jerez principalmente. Esto hay que hacerlo en una embajada española, en Alemania, en Inglaterra... con un ámbito más amplio que el localista porque, en definitiva, y porque hablamos de un comercio internacional más que nacional; hay gente a la que hay que transmitirlo como a gente influyente, a la prensa, a especialistas de la restauración y la hostelería, publicaciones de alimentación y ahí hay que demostrar el potencial del jerez en combinación con comidas de una forma contundente, pero con participación del Estado a través de las embajadas.

–Un alemán en el jerez. Recuérdenos su historia.

–Mi padre representaba una bodega jerezana en Alemania y, por amistad, entro porque quiero aprender español. Primero trabajé en Cataluña. Vine a Jerez y entré en Díez-Mérito, donde tuve una acogida fabulosa por la familia Díez y del departamento de exportación paso a director técnico; más tarde, la familia compra las bodegas Mérito; fui entonces director técnico circunstancialmente de Díez-Mérito. Tras su caída, fue absorbida por Rumasa en los tres últimos años antes de su propio eclipse, siendo director general de las dos bodegas. Vi el triste final previsible, previsible porque yo había firmado documentos que no había tenido que firmar y me encontré con la oferta de una empresa en Valencia y la de Sandeman, que constituía para mí un reto enorme, porque era una empresa mal dirigida, con problemática, con pérdidas, y fue un reto porque a mí, más que lo hecho, es lo que hay que hacer. Por eso me planté ahí, como buen profesional, con materia para lucirme y mejorar el sino de esa compañía. Hicimos un contrato.Y efectivamente, pasamos de 300.000 cajas, en pocos años, a una venta total de más de un millón de cajas. No sólo eso: el valor de las cajas vendidas incrementó enormemente: buenos beneficios, buenos márgenes saneando la empresa. Con mucho sacrificio he de dimitir, sacrificio sobre todo en el personal, porque los gastos y costes de la empresa eran altos, estaban desproporcionados: Lo que había que producir y los medios para conseguirlo. Esto había que sanear. Yo me siento tranquilo, en el sentido de que si no lo hago, esa empresa desaparece antes de tiempo. La ruina, los americanos se aburren... Y los americanos tienen un lema: ‘Si no haces un beneficio en proporción demasiada sobre una inversión realizada te regalamos el negocio’. Y yo he visto casos de ese tipo.

–Ramón Mora-Figueroa, tras estudiar dirección de empresas en Londres, entró en Domecq y le chocó ese régimen de paternalismo. Cerró la ‘borrachería’ y eliminó las ayudas a centros religiosos. ¿Usted sintió lo mismo?

–Las bodegas eran muy familiares. La primera curiosidad que encontré fue el lema que decía, en todas sus puertas: ‘Los propietarios de estas bodegas son católicos y exigen de todos sus empleados una conducta absolutamente católica’. Yo era protestante entonces. Y me preguntaba, ¿qué hago yo aquí entonces? Y el paternalismo se manifestaba en una exagerada conducta en el sentido de enviar más gente que la adversaria. Yo, cuando tuve el poder de participar en la dirección de la primera empresa, lo primero que hice fue una empresa externa de control presupuestario y recuerdo al director y primer presidente de esta compañía de control presupuestario y lo primero en decir fue: ‘Uf, aquí sobran doce personas. Pero no sobran personas. Mi consejo es analizarlo: analizo desde arriba y mi recomendación es: ‘Tontitos’ fuera. Les mandas a su casa, los pagas pero que no metan la pata aquí’.

–¿Por qué no se han puesto los medios para evitar la caída del jerez?

–Se podía haber hecho antes pero los problemas económicos nos reducen nuevamente a otra política muy propia del sector. Si el producto jerez está cayendo y no tiene solución, las bodegas se dedican a aumentar su base de negocio a la importación de otras bebidas alcohólicas de alta graduación y piensan que es más fácil vender y comercializar que producir. Si el jerez se vendía a un precio determinado, un whisky costaba seis y siete veces más de vender. Los beneficios estaban, en fin, en función del precio de venta. Por tanto, el esfuerzo se dedica a lo que más beneficios deja y quien se queda atrás es el vino de Jerez.

–¿Nos faltó una modernización?

–No era una cuestión de modernizar, creo que era una cuestión de sobrevivir. Pero creo que, con esos beneficios de otros productos, tuvieron la oportunidad de reforzar las raíces del jerez. El brandy, si me quieres apurar, y no hacer cosas separadas. Hay bodegas que se han dedicado exclusivamente en fomentar el vino de Jerez y además tener una selectividad de productos muy excelentes, muy buenos, que se pueden imitar en menor cuantía pero con características inimitables. No hay zona en el mundo que pueda hacer algo de competencia a estos vinos, y eso se ve además en un magnífico precio; quizás la décima parte de lo que vendemos ahora mismo, pero posiblemente con el doble de beneficio.

–¿Siente lástima?

–Siento mucha lástima, mucha pena, porque eso no se lo merece el mundo del jerez ni sus empresarios, porque han entrado en una vorágine muy difícil de controlar por los tiempos difíciles; además, no se sienten apoyados por las autoridades. Lo vimos últimamente. Esa sanción del tribunal de la Competencia es totalmente descabellada. Tenemos que reconocer que, efectivamente, vulneramos los artículos 85 y 86 del Tratado de Roma, que son de año 1957, pero con esos acuerdos de restricción de producción y cambios de cupos, hemos recuperado desde más allá del 59 durante todos los años, hasta que salió un listo del Estado y denunció la cosa. O sea, somos nosotros mismos los que nos metemos en el ajo, en la casa del demonio; el demonio en este caso es un organismo estatal, político, posiblemente necesitado de dinero, no sé porqué razón, y nos clava una multa. Es que he comprobado que el propio Tratado de Roma exime en una versión del artículo 85.3 de esa prohibición de limitar y acordar cuando se trata de zonas con evidentes síntomas de malestar social, falta de economía creciente y que estas medidas sirven para salvar esa mala situación. Pero la mala situación existe desde 1959, puñetas. Nosotros podemos acordar lo que queremos, pero lo que me parece absurdo es que se le sancionen a estas bodegas, a una asociación de exportadores y al Consejo Regulador. Pero, ¿y dónde queda en este juego la Consejería de Agricultura, con cuyo conocimiento, beneplácito y connivencia se han hecho estos acuerdos y se han sancionado? Pues fuercen a aquellos y cobren a aquellos. Es un Estado el que ha colaborado en esta situación. Y no es la primera vez. Yo esto no lo entiendo, no lo entiendo.

–Estas sanciones pueden ser una puntilla a muchas bodegas.

–Son unas cuantías que pueden significar el golpe final al jerez y a su economía. Y quedarían uno o dos, si pueden, y posiblemente uno de ellos extranjero el que se beneficie de esta situación. Lo que me parece absurdo también es que una parte, tan culpable como los demás, señale con el dedo al resto para salvar el pellejo y es tratado como en el siglo pasado en el reino de Inglaterra ‘testigo de la Corona’, exento de penalización, protegido... Eso no es lógico hoy día. Si se es culpable se es, no se pueden hacer excepciones.

–Si tuviera una varita mágica...

–Para empezar, yo estoy fuera del negocio. Segundo, soy extranjero. Tercero, tengo fama de hablar con voz excesivamente fuerte y temen que diga las cosas como son, aunque reconozcan que llevo razón, pero las cosas no se pueden hacer así. Yo soy muy diplomático pero, a pesar de serlo, yo creo que hay que tomar las cosas con mucha decisión, hay que aclararlas, el que no es capaz de analizar el auténtico problema hasta el fondo y reconocer los fallos, no es capaz de corregirlos. Y después, yo pediría una más fuerte y activa involucración de la política, del Estado y del resto de organismos regionales.

–A veces, sus críticas molestan.

–Me siento tranquilo, porque si molestan, quiere decir que hay algo que son conscientes que hay que revisar o algo que me ha incitado a decir las cosas con claridad, franqueza y transparencia. Pero no oculto nada. He sido posiblemente muy duro en mis expresiones, pero eso tiene una explicación: La de provocar reacciones.

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