Jerez, escuela de guarnicioneros
La Real Escuela de Arte Ecuestre mantiene vivo este tradicional oficio a través de cursos formativos
Manuel Román y ahora Florencio Ruiz se encargan de enseñar este artesanal legado
La nueva vida de Belén Bautista
Jerez/Jerez ha sido desde hace años un ciudad referente con el caballo algo que le permitió que muchos oficios relacionados con el mundo ecuestre se desarrollaran hasta niveles elevados. Entre ellos destacaron los relacionados con el cuero, es decir, los de guarnicioneros y talabarteros, un hecho que convirtió a la ciudad en un referente exponencial, llegando incluso muchos de ellos a exportar sus trabajos a otros países e incluso, en algunos casos, marchándose a trabajar a ellos.
Así, a las grandes familias ganaderas de la zona, los Domecq, los Pérez-Luna, los Bohórquez o los García-Romero, por citar algunas, se unían a bodegas como Williams & Humbert que prestaba especial atención al caballo y contaban entre sus empleados a profesionales de este gremio. A ello había que unir la relevancia del sector equino en la propia vida diaria, pues sobre todo a principios del pasado siglo e incluso bien entrada la segunda mitad, la presencia de este animal para el transporte o el campo resultaba fundamental.
No es de extrañar que la ciudad contará con numerosos guarnicioneros dispersados por ella, tales como la familia Duarte, que tenía su sede en Lancería, los Marchal, en calle Caballeros, los Romero, en la calle San Pablo, Reyes, en la calle Santa María, o Núñez, en San Agustín.
La evolución y la llegada de otros medios de transporte fue empujándoles hacia un segundo plano, hasta el punto que el oficio de guarnicionero ha quedado en la actualidad, como otros muchas profesionales artesanales, como algo escaso.
Esta labor, sin embargo, se sigue manteniendo desde hace más de cuatro décadas en la Real Escuela de Arte Ecuestre, que se ha convertido en un oasis formativo para muchos jóvenes cuya inquietud pasa por ser guarnicioneros. Fue Manuel Román Piñero, trabajador inicialmente vinculado a la familia Domecq, pero posteriormente, tras la apertura de la Real Escuela por Álvaro Domecq, integrante de la misma, quien comenzó este desempeño, un desempeño que ha realizado hasta hace apenas diez años, cuando alcanzó su jubilación.
Todo su conocimiento adquirido pasó "hace más de 35 años" a Florencio Ruiz, actual Jefe del Departamento de Guarnicionería, su principal discípulo. "Yo llegué a la Escuela con apenas quince años, porque Manuel Román era vecino mío, y claro, como vivía al lado de mi casa siempre tuve curiosidad por ver cómo era su oficio. Un día, una vez que terminé el colegio, me invitó a venirme con él y aquí sigo. Me contrataron por seis meses, y bueno, hasta hoy. Después de la jubilación de Manuel Román me he hecho cargo yo de la guarnicionería".
En una sociedad donde impera lo industrial, una profesión artesanal como ésta lucha por mantener la esencia en un mundo, el del caballo, que necesita imperiosamente de ella. "Date cuenta que todo lo hacemos nosotros, desde las monturas a los mosqueros pasando por las crineras o los zajones", comenta.
Que la Escuela apoye esta profesión es un lujo, se siguen haciendo las cosas como antes”
Como si fuera un verdadero templario, Florencio Ruiz cultiva en la Real Escuela la formación de jóvenes aspirantes a guarnicioneros, por eso no esconde que "que esta institución siga apoyando esta profesión es un lujo, sobre todo porque se siguen haciendo las cosas como antiguamente y eso tiene mucho mérito".
"Hoy en día, fuera de aquí, hay muchas máquinas que hacen de todo, desde el rebaje al corte, los agujeros del hebillaje.... Los alumnos a veces me dicen, pero ¿no hay máquina para esto? Claro que las hay, pero aquí no estamos para eso, lo que queremos es que salgan de aquí con cierta exclusividad y que en la misma acera no encuentren a dos iguales. El mayor peligro de la guarnicionería y de cualquier trabajo artesanal es la industria, porque esta se lo carga todo", añade.
Durante estas cuatro décadas de formación, la Real Escuela ha adquirido en este aspecto un prestigio importante a nivel nacional e internacional. Así lo reconoce el propio Florencio quien asegura que "ahora mismo, saliendo de Andalucía para arriba, hay pocos artesanos del cuero. Conozco a varios pero curiosamente todos han pasado por aquí: Carlos Rojas en Badajoz, Gema Mina en Barcelona o Regina Campos en Valencia...".
Paciencia y dedicación
"Esto no se acaba de aprender nunca, por eso hay que intentar adaptarse, pero siempre sin perder la esencia", destaca Florencio, que reivindica a la hora de impartir su conocimiento "paciencia y dedicación". "El profesor debe tener talente y paciencia con los alumnos. Esto ha sido siempre un oficio familiar, se ha heredado de padres a hijos, pero ya hoy día no, hay gente que no quiere que sus hijos se dediquen a ello, y por eso nos llega gente de todo tipo".
En su día a día, Florencio insiste en la importancia de la teoría, por eso "todas las mañanas nos ponemos una hora o una hora y media a la teoría. Date cuenta que hay mucha nomenclatura específica, porque además, dependiendo de la zona, se llama de una forma u otra. Por ejemplo, a la hebilla jerezana se le llama también otros sitios hebilla pavonada o en otros hevillas negras o hebillas vaqueras". Esta misma situación la encontramos en las propias herramientas con las que se trabaja cuya denominación es también particular. Así, encontramos la cuchilla media luna, las leznas, la uñeta, el sacabocados o los matacantos, por citar a algunos.
¿Y cuál es el perfil del alumno? "Por lo general es gente que no tiene titulación y que quiere aprender un oficio. Salen de Secundaria y prefieren coger un oficio con el que tengan salida. Esto es como una especie de grado, que ahora queremos implementar de manera oficial", apunta.
"Lo que quieren es tener un oficio que les va a beneficiar, y garantizo que cuando salen de aquí, están lo suficiente preparados como para ir a cualquier taller o montar su negocio. Eso sí también la mayoría es gente a la que le gusta el caballo y saben de lo que hablan, aunque también se ha dado el caso de que no conocían nada. Aprender es difícil pero una vez que lo sabes, esta profesión es muy fácil", destaca.
Dentro de su parcela formativa, la Real Escuela Ecuestre ofrece cada año varias plazas de guarnicionero, unas plazas por las que hay que abonar una matrícula de 800 euros al año. "En total son tres años los que están aquí", afirma Florencio, que reconoce sentirse "orgulloso de todos los alumnos que han pasado por aquí porque hay muy pocos que laboralmente no estén bien. De hecho, muchos me preguntan todavía y me piden consejos sobre algunas cosas. Intento que salgan capacitados y que no dejen en mal lugar a la Real Escuela".
"Antes de entrar se le hace un pequeño examen teórico y práctico, y en función de eso adapto las clases. Como son tres años, intento que el trabajo y la enseñanza vaya creciendo conforme pasan los cursos, porque lo que quiero es que todo el que salga de aquí, sea mejor que yo".
Desde hace unos meses, la institución trabaja para afianzar esta parcela, coincidiendo con la apuesta del gobierno andaluz por la Formación Profesional. "La intención que tenemos es que los alumnos salgan con titulación y que tengan también posibles becas para su estudio o algún tipo de incentivo". Este año concretamente, "han quedado plazas libres, algo que nunca ha pasado, por eso tanto la jefa de estudios como el director están intentando cambiar todo eso".
Una profesión con salida
Dentro de los aspirantes a guarnicionero que se encuentran actualmente estudiando en la Real Escuela encontramos a dos jóvenes, Raquel y Jaime. La primera, natural de Málaga, afronta su tercer año y ya trabaja con soltura el cuero. "Yo llegué con algo de conocimiento, pero aquí he aprendido mucho", apunta. Su labor diaria es mantener a raya todo el material de la institución, ya que en muchas ocasiones "tenemos que arreglar cosas", pero también realizar material para la nueva tienda de la REAE, donde podemos encontrar desde cinturones hasta carteras.
"Mi idea es dedicarme a todo lo relacionado con la marroquinería", comenta Raquel que como su compañero de clase no esconde su amor por el caballo. "Siempre me ha gustado montar, de hecho, llevo haciéndolo desde los 4 años".
A su lado, sentado y con aguja en mano, está Jaime. Como Raquel, reconoce su pasión por el caballo "y por este oficio que se está perdiendo", asegura. Originario de Sanlúcar, fue su tío, "que es jinete", quien le introdujo en este mundillo, "lo probé y me gustó". Así empezó una aventura que a sus 18 años disfruta como nadie. "A mí el trabajo de guarnicionero me relaja mucho, es cierto que tienes que tener mucha paciencia y estar tranquilo, pero el resultado final, merece la pena. Debes ser preciso, relajado y sereno. Ojalá algún día pueda dedicarme a las dos cosas, al caballo y al trabajo del cuero".
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