Jerez en estado puro y los otros Vinobles
XII Salón de los Vinos Nobles
Un recorrido por los vinos de Jerez en la clausura de una edición “más que digna” para el Consejo Regulador
El Off Vinoble puede llegar a prolongarse hasta las seis de la mañana
Vinoble huele a tierra albariza
Dentro de Vinoble hay muchos Vinobles, tantos casi como profesionales visitan el Salón celebrado hasta este martes en el Alcázar de Jerez. Algunos llegaron el sábado y prolongarán su estancia hasta el jueves –desde un día antes de la inauguración hasta dos después de la clausura–, tiempo suficiente para conocer Jerez y sus vinos, sus bodegas, bares y restaurantes. Máxime cuando la hora de retirada de los más prudentes puede rondar las dos o dos y media de la madrugada, aunque hay quien apura hasta las seis de la mañana, según el límite que pongan los anfitriones del sarao organizado la noche anterior.
Algunas bodegas del Marco se rifan a distribuidores y sumilleres llegados de fuera, así como a un selecto grupo de periodistas especializados, a los que agasajan con todo tipo de alternativas del programa informal, el Off Vinoble, en el que figuran desde convocatorias con mucha solera ya a otras que organizan bodegas que no están presentes en el Salón, foco de las críticas de algunos de los que pasan por caja y que las tachan de oportunistas.
Los expositores locales más modestos también tienen sus compromisos que atender, básicamente distribuidores y profesionales del mundo de la restauración –chefs y sumilleres– que figuran entre su clientela. Entra dentro del presupuesto destinado a la cita, que puede salirse de madre si la convidada en un restaurante de vanguardia de la ciudad se remata con un jerez de alta gama, a 150 euros la copa.
Son cosas que pasan desapercibidas para muchos, no para los que las sufren, que aún están jurando en arameo por el atraco a mano armada, más propio de los ‘bares canallitas’ en boga en grandes capitales como Madrid o Barcelona, muy bien retratados en un artículo reciente publicado en El País, que de un local por muy vanguardista que sea de una ciudad de provincias, por mucho que sea la vigésimo sexta de España y la octava de Andalucía en población.
¿Por qué no sale Vinoble en la tele?. Posiblemente, porque se celebra en Jerez y no en Madrid o Barcelona, la cuna de los establecimientos canallitas y de otras muchas corrientes similares que terminan por invadir las provincias, donde sólo a un grupo de vinoblers –el término es de mi colega Carlos Piedras– con el sello de la capital en la frente se le ocurre pedir unos cócteles con vinos de Jerez a libre elección de la camarera de un bar de copas, incluido uno con palo cortado, sin importarle demasiado por cuánto va a salir la broma.
Si ya es raro que en un local de ocio nocturno de Jerez tengan vino de Jerez, lo del Palo Cortado es de nota, pero tampoco eso le quita el sueño al risueño grupo de ‘wine lovers’ que viene dispuesto a darlo todo en los tres, cuatro o cinco días de estancia en Jerez.
La autoridad municipal, seguramente animada por algún expositor desencantado con el desarrollo de Vinoble, está sondeando la posibilidad de abrir el Salón en horario corrido, sin el cierre de dos a cinco de la tarde. Varios expositores coinciden en que, al margen de la concentración de hosteleros, restauradores y bodegueros al día siguiente a las puertas del Ayuntamiento, sería craso error volver a una fórmula descartada en su día porque el Alcázar se quedaba literalmente vacío en las horas del almuerzo, que aprovechan los expositores para descansar, atender a sus compromisos...
Expositores locales -no hablamos de grandes bodegas- que hacen el esfuerzo de estar en el Salón, es una cuestión de “identidad”, aseguran que hacer negocio en Vinoble es difícil, pues para eso hay otras ferias más propicias, pero sí lo definen como una cita cómoda en la que establecer primeros contactos con importadores extranjeros, los menos, distribuidores nacionales y profesonales de la restauración.
Con lo de cómoda no se refieren al domingo de inauguración, en el que el Ayuntamiento cifra la asistencia en más de tres mil personas, excesiva para un salón profesional como Vinoble y que puede guardar relación, o no, con la ausencia en la jornada de ayer de los expositores canadienses y franceses, según la versión oficial, porque habían agotado sus existencias.
En un sondeo informal, hay expositores que consideran que habría que poner coto al acceso de aficionados, que dificultan el trabajo de los profesionales, pues está claro, y esto acompaña a Vinoble desde sus inicios, que los jerezanos, por muy alejado que su actividad esté de los vinos, tienen especial habilidad para buscarse la forma de entrar en el Alcázar.
Tributo al jerez
Esta crónica surge de las impresiones que comparten los expositores en sus particulares balances de la edición de este año de Vinoble, cuya última jornada nos sirve para reivindicar el vino de Jerez, anfitrión y mayoritario en el Salón, aunque en el recorrido de un martes por la mañana por el Alcázar se nos cuele algún invitado inesperado en la copa, algo casi inevitable.
Para abrir boca, nos inclinamos por un Medium de Carvajal Wines, proyecto de Jaime Carvajal junto a sus hijos que abarca cuatro jereces -los otros tres son Manzanilla Pasada, Amontillado y Oloroso-, todos ellos de origen Delgado Zuleta, embotellados en rama y que estrenan nueva etiqueta, de corte más clásico y elegante. El Medium, a base de un 93% de oloroso y un 7% de Pedro Ximénez, es un ‘shipping solera’, término que define a los vinos que envejecen después del cabeceo.
En Barbadillo coincidimos con Carmen Romero nos inclinamos por un par de manzanillas, una de la gama en rama joven, Nave Trinidad y la ecológica Salicornia. ‘Sanlúcar en estado pura’ como mostró la enóloga de la casa, Montse Molina, en su cata de ayer en la Mezquita. La visita la rematamos en Barbadillo con el Vermouth Atamán, amargo y clásico.
Seguimos el recorrido por la uva palomino de Jerez con una rareza de Esencia de la Torre en el stand que la familia Galán comparte con la Sociedad Jerezana del Vino y la bodega lebrijana González Palacios. El primer trago es de un fino coupage 50% palomino y 50% chardonnay criados por separado bajo velo. También de palomino envejecido en botas de fino es el espumoso Galantería que probamos a continuación.
González Palacios nos desvía del objetivo de rendir tributo a jerez con el Nebrís de Sauvignon Blanc criado bajo velo. El bodeguero explica que, pese a su ubicación al interior, el velo es característico de Lebrija y más persistente incluso que en Sanlúcar por la brisa de las marismas y, no en vano, “se dice que Lebrija la fundó el Dios Baco”, añade. El siguiente vino que nos sirve en la copa Frasquito Reserva en rama, una selección de los mejores vinos amparados por la DOP Lebrija, una denominación de origen para una única bodega, González Palacios, que además preside el Consejo Regulador y que ha registro el término ‘vinos de pasto’.
La visita al stand compartido nos aleja aún más de Jerez para acercarnos a Lisboa a través de un Carcavelos de Villa Oeiras, un vinho blanco, como dicen en el país hermano, generoso especial, palabras mayores para Luis Flor, alma mater de la Sociedad Jerezana del Vino.
Dirigimos nuestros pasos al stand del Consejo Regulador del jerez, donde no cabe la tentación de irse por las ramas. Ahora sí, vamos a hacer un rondo dedicado en exclusiva al jerez, empezando por una Manzanilla Pasada La Cigarrera y un Fino en Rama Coquinero, gran elección. En el mostrador del Amontillado, la elección es el de Santa Petronila, la bodega más pequeña del jerez instalada en la viña del mismo nombre en Macharnudo Bajo. Nada que objetar a otro vino excepcional.
Y terminamos con un Palo Cortado en rama, en este caso cruzando al stand de Faustino González, donde nos acompaña Jaime García-Mier, incansable en su encomiable labor de promoción y defensa de los vinos de Jerez artesanos y de pequeñas producciones.
Una edición “más que digna”
La organización, a cargo por primera vez del Consejo Regulador, tiene dos años por delante para pulir Vinoble tras una edición que, en un primer balance, el presidente de la institución jerezana del vino, César Saldaña, considera “más que digna” y en la que ha habido un montón de cosas buenas”.
Al hilo de lo anterior, Saldaña admite que desde que asumieron las riendas de Vinoble han trabajado “a contrarreloj” para reforzar, sobre todo, la presencia internacional en los espacios reservados para los expositores, no así en las catas, cuyo programa califica como “uno de los mejores” de Vinoble, “sin la presencia de estrellas rutilantes entre los vinos como Château D’Yquem, pero con ponentes de gran categoría como Sarah Jane Evans, Pedro Ballesteros, Dirk Niepoort...”.
Aún así, los visitantes han tenido la posibilidad de catar una amplia variedad de vinos internacionales, también en el nuevo espacio enogastronómico, donde destaca que, además de las sesiones patrocinadas por la Consejería de Agricultura a través de Gusto del Sur, han tenido presencia los vinos de Jura (Francia), Tokaj (Hungría) o el Sake (Japón), al que se ha dado su sitio en el Salón aunque no sea un vino por la especial relación del jerez con el país nipón, donde se hará un esfuerzo de promoción con motivo del 20 aniversario este año de las actividades de formación del Consejo Regulador en Japón, además del vínculo entre el jerez y el sake en la sumillería.
En este contexto, en el que “no hay que ser tan reglamentistas”, añade Saldaña, se va a reactivar el hermanamiento que en su día inició Jerez con la ciudad japonesa de Kiyosu.
Hasta aquí ha dado de sí Vinoble 2024, que algunos visitantes estirarán hasta un par de días más aunque sea fuera del programa oficial y del Off Vinoble. Y dentro de dos años, ya se verá.
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