Joan Fenollar baila los versos ocultos de Katèri Azorín

XXIX Festival de Jerez

El bailarín valenciano presenta el estreno absoluto de Solo el eco de la noche, un poemario danzado basado en un libro homónimo cuyo rastro permanece en paradero desconocido

Joan Fenollar, durante el espectáculo.
Joan Fenollar, durante el espectáculo. / Tamara Pastora
Valeria Reyes Soto

23 de febrero 2025 - 16:53

Joan Fenollar encontró en una librería de segunda mano del barrio del Carmen en Valencia un libro titulado Solo el eco de la noche, de Katèri Azorín, un enigma de la literatura del que no quedan rastros documentales. La persona que intente indagar sobre su vida y obra no hallará resultados de este libro actualmente desclasificado que fue publicado en 1980. Llegó a las manos del bailarín de manera totalmente azarosa pero se convirtió en la piedra angular de su espectáculo, su primera propuesta personal. Joan Fenollar (Valencia, 1998) pisó en 2024 las tablas del Villamarta con el espectáculo de Carlos Rodríguez inspirado en Pablo Picasso, con dirección escénica de Alberto Velasco, del que por cierto veremos otra creación escénica en 2025, esta vez para Lucía La Piñona. Ahora Fenollar deja a un lado las miradas externas y busca la suya propia, presentando en la Sala Compañía su primera propuesta como creador.

Cuando el rastro de una persona queda oculto en la historia hay que recurrir a otras vías de documentación, siendo esta propuesta una suerte de comunicación extrasensorial con Katèri Azorín. Quizás sea la práctica artística la única vía para alcanzar a personas cuyo eco no resuenan en los libros. En Solo eco de la noche vemos una hora de baile y corporalidad, un desempeño valiente y honesto por parte del bailarín, que muestra una carta de presentación desnuda ante el público. Fenollar emplea para su exploración el camino de la danza contemporánea y la española, con un baile en el que vemos mucho clasicismo, pero también el uso de elementos de elementos tradicionales como el mantón y las castañuelas, que fusiona con una estética más vanguardista en el vestuario con el uso de la falda. En la recta final, Fenollar baila con el torso desnudo, un acto que acompaña visualmente la intención de la propuesta.

La primera aparición de Joan Fenollar sobre el escenario da la sensación de ser un ángel ingrávido y etéreo, con una imagen andrógina que permanece latente a lo largo de toda la obra. El bailarín transita por varios estados tratando de dar vida a los versos de Azorín. “El espacio sonoro y ambiental que se crea con Joan Fenollar te transporta a los recovecos más profundos de la soledad, electrónico pero orgánico, de su tiempo pero a la vez de ninguno”, cuenta el programa. La escenografía son unas “esculturas interactivas en las que se proyectan video creaciones sobre temas naturales y de refracción de la luz como segundo eje de la dramaturgia”. Es una propuesta que funciona más como ejercicio o work in progress que como una obra redonda y pulida, pero no deja de ser por ello una muestra interesante de la personalidad del bailarín.

Uno de los puntos más relevantes que ofrece Solo el eco de la noche es el recorrido que traza por las lenguas romances, con canciones que muestran letras en italiano y catalán, una ventana al levante lingüístico de la danza española.

Las crónicas podrían escribirse aportando lo que se escucha en la puerta de los teatros, ese ambigú conversacional en el que se cultivan las mejores impresiones post-espectáculo. Un espectador comparte haberse sentido tocado por este viaje propuesto por Fenollar, “una apuesta emocional en la que transita por diferentes músicas del mundo, con ese toque valenciano folclórico, con esas canciones mediterráneas, como si la mar le hubiera llevado a buen puerto, que es Jerez para su puesta de largo”. Nada pertenece, todo es a la tierra.

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