La Joyería: exquisitos bocatas, chapatas y 'bagels' en el centro de Jerez
Gastronomía
El jerezano Adrián Hahn, con un puesto de responsabilidad en una empresa, ha reconvertido el emblemático establecimiento, respetando la estética
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Desempeña un puesto de responsabilidad en la dirección de la empresa de salud mental, Instituto Noa, en Sevilla. Adrián Hahn (1988), mitad de Cuartillos, mitad argentino-alemán, abrió en diciembre de 2022 el establecimiento de bocadillos, 'bagels' La Joyería, en la céntrica calle Tornería. Ha respetado el nombre y con ello la memoria colectiva del lugar.
La resurrección de La Joyería fue en diciembre “aprovechamos el tirón de las Zambombas, nos ayudó mucho a darnos a conocer”. Desde hacía mucho tiempo atrás pensaba que a Jerez le faltaba un sitio de comida rápida. Muy cerca se encuentra Damajuana, los Santos Pecados, La Marujona..., locales de ocio nocturno. "Llega cierta hora de la noche en la que está todo cerrado y apetece comer algo", lo comentaba siempre hasta que apareció este local.
La antigua joyería se cerró tras fallecer Martín Moreno Duarte, joyero que trabajaba allí desde los años ochenta del siglo XX. “La familia lo abrió de nuevo para enseñárnoslo con la intención de que siguiera funcionando". Había permanecido 30 años abierto al público. "Cuando llegamos había una sensación de pena grande”, recuerda el joven. “La culpable de todo es ella -señala a su pareja, Beatriz- que me obligó a cogerlo”. La también jerezana, estudió Ciencias Políticas y Derecho. Actualmente trabaja como tramitadora de siniestros de hogar en una aseguradora, también en la capital andaluza. Ambos extrañan Jerez y venían los fines de semana.
Al aterrizar en el emblemático establecimiento Hahn decidió respetar el nombre La Joyería. De esta manera también pretendía continuar en la línea de los locales que se abren en el centro de Jerez como La Barbería -que había sido antiguamente eso mismo, una barbería-, la cervecería El Gorila -anteriormente una zapatería con ese nombre-, la plaza Plateros... “Se respeta mucho la historia que pasa por aquí y pensamos que nosotros no seríamos menos”, explica el emprendedor.
Tanto han llegado a respetar la estética y la naturaleza primigenia del local que, curiosamente, la actual bocatería mantiene las vitrinas y los muebles del negocio que le precedía. Han convertido unas estanterías en baldas, el mostrador en el que antes lucía valiosísimas piezas ahora acoge exquisitos bocatas. En cuanto a la decoración, ésta es fruto de aportaciones de amigos. “Todo en la misma línea. Todos tenemos en casa cosas que no sabemos qué hacer con ellas, que las desechamos y nosotros abrimos esas cajas, le quitamos un poco el polvo y le damos una segunda vida: los trastos de cocina, las cortadoras, los pesos, todo…”. También cuenta con algunos cuadros de Marina Parra, artista de Jerez, quien en la actualidad expone en México, que ha colaborado donando una de sus obras.
Y allí vende ya preparados bocadillos sibaritas que se reinventan, productos de la tierra como unos buenos chicharrones sazonados con innovación y dedicación. “Claro que sí, tenemos aquí uno con chicharrones de Cádiz con cebollita morada y limón, es una especie de chicharrón, pero ‘acebichao’”. Esta influencia gastronómica la ha importado de Brasil, Perú, donde Hanh ha vivido un tiempo, de ahí que los sabores ácidos se encuentren muy presentes en su oferta gastronómica. "Mezclamos los sabores de aquí con cositas de fuera". Carne mechada, carne de lomo mezclada con mozzarella, canónigos y roquefort, también tienen el tradicional de jamón serrano o quesito con rúcula.
Son 25 metros por un alquiler asequible, de modo que, la intención es trabajar un par de horas a la semana si marcha bien el negocio gestionando la caja y los proveedores: “La idea es que sea un negocio independiente. Es posible, es rentable, los vecinos nos han acogido muy bien, es el único establecimiento abierto a altas horas. A veces se nos forman colas de 20 y 30 personas", asegura la pareja. Conscientes de que operativamente los bocadillos, las chapatas y los 'bagels' conllevan un tiempo de elaboración y son muy perecederos. Por ello van a introducir las pizzas, “porciones en mano a 2,50 euros, que se puedan comer en la calle”.
En las estanterías, entre la decoración hay un panel luminoso que dice “No a la dieta”. Es el lema de La Joyería. “Intentamos ofrecer productos sanos, de temporada, frescos, al final nos estamos comiendo un buen número de calorías. Es una rebelión contra el dogma físico, el peso, los kilos… No a la dieta. A disfrutar”.
Más allá de La Joyería
Adrián y Beatriz se han embarcado en el negocio, sin necesidad, ya que los dos tienen sus respectivos puestos de trabajo. En sus empresas tienen conocimiento de esta actividad que les ocupa buena parte del fin de semana. A diferencia de lo que se pueda pensar, lejos de generan crispación, los compañeros les empujan y animan a tirar adelante. “Aunque no entienden cómo no nos venimos a Jerez a descansar”, dice Bea. “Mi familia sabe que soy un culo inquieto que cada poco tiempo necesito reinventarme, hacer algo nuevo”, afirma Adrián.
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