Justo De Goñi Alzate: el verdadero Shanti Andía barojiano
Historia
De aventurero capitán de la fragata 'La Bella Vascongada' a concejal del Ayuntamiento de Jerez
En muchas ocasiones los novelistas basan sus relatos en hechos reales acaecidos a familiares o conocidos que dependiendo de su destreza adornan, fabulan y adaptan con más o menos maestría, siendo difícil distinguir al personaje real del imaginado. A pesar de ello algunas veces es posible, leyendo entre líneas, descubrir a la persona verdadera escondida entre la hojarasca fantasiosa. Pero en otras los lectores nos quedamos con las ganas de saber quién inspiró al escritor y que fue del personaje antes y después de ocurridos los hechos novelados.
Ese es el intento que aquí hago con uno de los personajes más famosos de las novelas de Pío Baroja, el mítico capitán de la fragata 'La Bella Vascongada', que fue en la vida real Justo de Goñi Alzate, transfigurado por Don Pío en la novela 'Las Inquietudes de Shanti Andía' y otras de su extensa cosecha de obras dedicadas a aventuras en la mar.
Aunque por mucho que lo intente en este modesto artículo, será difícil emular la pluma de tan insigne escritor, por lo que remito al lector a dicha obra para completar el perfil de nuestro personaje, sin olvidar que Don Pío escribe una novela, por lo que en muchas ocasiones es difícil distinguir la realidad de la ficción. El famoso escritor era nieto de Gertrudis de Goñi Alzate hermana de Justo.
Justo de Goñi Alzate, piloto de altura y capitán de la Marina Mercante, nació en San Sebastián en 1821 en la noble y antigua familia de los De Goñi vascos colmada de marinos. Su padre era agente naval. Vivió realmente aventuras dignas de ser contadas navegando por los Mares de la China.
Años después dejaría esta arriesgada profesión para dedicarse a los negocios y a la política como miembro de la Corporación Municipal de Jerez de la Frontera, ciudad en la que fallece en 1893. Un cambio de trayectoria notable que creo merece ser conocido.
En la segunda mitad del XVIII, antes de que naciera Justo, se habían instalado en Cádiz unos ricos parientes también de origen donostiarra a los que distingo como los De Goñi gaditanos. A principios del XIX algunos de ellos se trasladaron a Jerez y fundaron las Bodegas De Goñi. Éstos fueron Damián y Justo De Goñi Plou.
El hecho de que ambos personajes se llamaran Justo De Goñi y sólo se distinguieran por el segundo apellido, Alzate o Plou, da lugar a muchas confusiones entre los biógrafos.
También por la misma época, otra familia de inversores de origen levantino, los Sol, se instalaron en Jerez, asociándose con los anteriores en las bodegas y otros negocios, integrándose todos en la poderosa burguesía local jerezana.
Justo de Goñi Alzate pasa su niñez con sus padres en San Sebastián en un ambiente muy ligado al puerto de esta ciudad. Estudiará para piloto, una profesión de alto contenido científico por entonces para poder orientar a barcos de vela con los escasos instrumentos de la época, básicamente un reloj y un sextante, requiriendo también importantes conocimientos astronómicos, meteorológicos, cartográficos, matemáticos, etc.
Una verdadera carrera de Ingeniería de hoy a la que hay que añadir capacidades de liderazgo y facultades para poder dirigir tripulaciones variopintas que se amotinaban con facilidad. Sin olvidar los riesgos de los piratas malayos e ingleses, incluidos los muchos enemigos de España que tenían patente de corso.
Los estudios superiores los realizó en el famoso Real Seminario de Vergara, un centro de formación de Nobles y familias destacadas. Cuando finalizaban la formación teórica, los jóvenes pilotos tenían que pasar por un periodo de aprendizaje práctico navegando como una especie de grumetes. Para ello Justo se trasladó a Cádiz que, aunque ya había sido derogada la Casa de Contratación de Indias que le otorgó el monopolio de la navegación a las Colonias, convirtiendo a esta ciudad en uno de los puertos más importantes y cosmopolitas del mundo, aún conservaba gran parte de aquella grandeza y numerosos servicios marítimos, por lo que nuestro Justo tendría más facilidades para embarcarse.
Inmediatamente se puso en contacto con sus parientes en Cádiz y muy especialmente con Justo De Goñi Plou, que conservaba muchas relaciones con los navieros gaditanos, entre ellos con el armador José Matía Calvo, un indiano también vasco enriquecido en Cuba, dueño de varias fragatas mercantes que hacían la ruta de Filipinas e Indias.
Éste contrató a Justo de Goñi Alzate primero como piloto de altura y tras unos pocos viajes le entregó el mando como capitán de la fragata 'La Bella Vascongada, en la que tuvieron lugar las míticas aventuras por los Mares de China y eventualmente las Indias, que inmortalizaría su sobrino nieto Don Pio Baroja.
Eran interminables viajes de muchos meses para alcanzar Filipinas y China, doblando el Cabo de Buena Esperanza, pues aún no existía el Canal de Suez. En estas penosas condiciones eran frecuentes los motines, tempestades, ataques de piratas, etc. Transportando personas y carga, a veces prisioneros políticos deportados abundantes en aquellos convulsos años, así como esclavos y 'coolies' chinos para América, que iban estabulados casi como animales.
Muchos de estos 'pasajeros' enfermaban e incluso morían, pues los escasos alimentos y el agua, muchas veces corrompidos, estaban racionados, el escorbuto y las enfermedades tropicales causaban estragos entre pasajeros y tripulaciones. Había que tener una pasta especial para aguantar aquellas condiciones, en las que indudablemente Justo ganó fama y dinero.
Cuando regresaba a Cádiz de sus largos viajes, se trasladaba a Jerez acogido por sus ricos parientes que lo agasajaban, integrándole en su círculo de amistades, asistiendo a las tertulias típicas de una época en que la gente se reunía en las casas, carentes de radio y televisión, para hablar y comentar las noticias e incidencias de aquel ya decadente Imperio que se deshacía como un terrón de azúcar.
También acudía a las fiestas exclusivas de aquella rica burguesía adinerada. En ese ambiente el noble y curtido joven marino, vasco, culto y contando extraordinarias aventuras debería ser una atracción extraordinaria, especialmente para las jovencitas, entre las que destacaba una guapa joven perteneciente a una familia amiga: Elisa Sol Castro, con la que se casó en 1857.
Su mencionado pariente el bodeguero Justo De Goñi Plou, ya talludo, también se casó poco después con Dolores Sol Aracil, tía de Elisa, consolidando los intereses económicos con lazos familiares.
Justo y Elisa fundan así la que he venido a llamar la rama de los De Goñi jerezanos, a la que pertenezco, pues ellos fueron mis bisabuelos. Tendrán cuatro hijos y dos hijas, todos jerezanos. El mayor, Justo De Goñi Sol, fue un extraño intelectual que estudió varias carreras y ejerció de médico en Madrid, gran amigo de su sobrino y vecino Pío Baroja, que le incorporaría en varias de sus novelas con el sobrenombre figurado de Dr. Iturrioz.
Éste fue el que le contó a Pío las aventuras de su padre en las muchas reuniones que mantenían en el lujoso apartamento en que vivía situado sobre la Sala de Conciertos Montano a donde acudía lo mejor de la Corte. Relatos que fueron completados en el famoso viaje de Pío Baroja a Jerez en 1903 en el cual visitaría a toda la familia jerezana.
Los siguientes dos hijos fueron oficiales de la Armada. Antonio María, capitán de navío, destacó en la Guerra de Cuba y comandó muchos buques de guerra por todos los mares. Manuel murió joven victima de enfermedades tropicales.
Las dos hijas nada notables, una de ellas muere joven recién casada en extrañas circunstancias, y el hijo menor Enrique, mi abuelo, administrador de empresas, fue un rico propietario y el único que tuvo abundante descendencia asegurando la continuidad de esta rama hasta hoy.
Regresando al aventurero Justo De Goñi Alzate, una vez casado fijó su residencia en Jerez con su esposa Elisa y poco a poco fue dejando los peligrosos y cada vez menos rentables viajes a Filipinas. Esta decisión fue motivada por varias causas. Por una parte, se abrió el Canal de Suez en 1869, acortando enormemente la duración de los viajes. Por otra, se fue imponiendo el vapor frente a la vela, lo que supuso un cambio radical en la forma de navegar, en las tripulaciones y en los oficiales.
Y la más grande de las puntillas fue que España estaba perdiendo las Colonias, cayendo en picado la navegación con los países independizados, lo que ya se hacía en competencia con las flotas de otros potencias cada vez mucho más poderosas que la decaída España.
Así que Justo fue dejando el mar y centrándose en participar en las inversiones que realizaban sus dos adineradas familias, los Goñi Plou y los Sol, que ya he mencionado, que además de socios habían establecido vínculos matrimoniales. A los cuales se uniría una de las ricas y dadivosas hermanas Páramo del Corro, Elena, que se había casado con otro de los tíos de Elisa, José María Sol Aracil, un importante juez.
Los Goñi y los propietarios de la vecina Bodega González Byass, los Gordon, fueron buenos amigos por generaciones. De hecho, éstos serían más adelante los compradores de las Bodegas De Goñi, que integraron con la suya manteniendo el nombre familiar hasta hoy. Sus intereses eran, por tanto, comunes.
En aquellos años tenían un importante litigio con el Ayuntamiento de Jerez, que estaba transformando en zona lúdica de esparcimiento y ocio los alrededores del Alcázar, construyendo la hermosa Alameda Vieja. Lo cual chocaba frontalmente con las intenciones de ampliación y desarrollo industrial de los bodegueros allí afincados.
Por tanto, convenía tener algún 'amigo' posicionado convenientemente en la Comisión Municipal, que es como se llamaba en aquellos tiempos a los concejales, que eran por entonces personas de la burguesía dominante.
Se encontró una solución muy correcta, quedando la bodega en una cota más baja, dejando a la vista un gran reloj que cerraba el hermoso Salón de la Alameda. (Aprovecho para lamentar que tan bello lugar esté hoy algo olvidado, animando al Ayuntamiento a rescatarlo del ostracismo).
A estos industriales les venía muy bien colocar en el Ayuntamiento a un personaje fiable como nuestro Justo De Goñi Alzate, de noble familia, pero no jerezana, culto y cosmopolita. Que participaba en las principales inversiones de la ciudad, pero no de forma exagerada. Padre de familia y cercano a varios personajes destacados. Lo nombraron responsable de Teatro-Mercado y Circo. No lo debió hacer mal pues le dedicaron la Calle San Justo en su honor.
En esta actividad Justo tuvo importantes actuaciones como las que se produjeron con motivo de la epidemia de cólera-morbo asiático que se declaró en Jerez, ocasión en que fue nombrado responsable de la Junta de Sanidad y Beneficencia de San Salvador (Colegial). Así como en la utilización de la luego llamada Alameda del Banco, en donde se instaló el Teatro Eguilaz, luego renombrado Echagaray.
Participó en importantes inversiones como la del Banco de Jerez y el Ferrocarril Jerez-Trocadero en Puerto Real, uno de los primeros de España, desde donde se trasladaban las botas de vino hacia Cádiz en barcazas, etc.
Justo De Goñi Alzate y Elisa Sol Castro residieron en varias casas en la etapa en que aún navegaba en donde nacieron sus hijos. Finalmente, en la Calle Larga nº 10 cercana a lo que hoy es el Gallo Azul, en la que falleció en 1893. Elisa, ya viuda con sus dos hijas y su hijo menor Enrique aún solteros, residieron en la Corredera nº 2 esquina a la Plaza del Arenal, hasta que sobre el 1908 comenzaron el traslado por fases a la casa de calle Larga 53, que sería durante el Siglo XX la mansión definitiva de los Goñi, a medida que la iba abandonando el primitivo Hotel Los Cisnes, según ya comentamos en un artículo anterior sobre esta famoso establecimiento hotelero.
Elisa fallecerá en esa casa en 1926. Los entierros de ambos esposos fueron acontecimientos realmente pomposos descritos y glosados con extensos panegíricos en el 'Periódico El Guadalete', que denotan la importancia y cariño que gozaron en Jerez, ya que en el caso de Elisa tienen lugar cuando fallece con casi 93 años, sobreviviendo 33 a su famoso esposo.
El hermoso Jerez que se fraguó en aquel siglo no apareció de la nada, fue el resultado del buen hacer de sus ciudadanos, especialmente de los que tenían capacidad económica para engrandecerlo. Y, sin duda, de unos Ayuntamientos valientes y eficaces. Afortunadamente, el tiempo y el progreso van borrando las terribles carencias que ocurrieron después.
Hoy hemos de reconocer la labor realizada por aquellas personas que se encuentran a la vista sin más que mirar su obra al pasear por sus calles con conocimiento de causa y espíritu abierto.
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