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Justo relato de lo social

Diario de las Artes

JAIME VELÁZQUEZ / Sala Rivadavia / CÁDIZ

Obra de Jaime Velázquez.

Última exposición del año 2024 en la Sala Rivadavia. Muestra muy bien definida que nos sitúa absolutamente en el concepto que, desde hace tiempo, anima la programación de este espacio y que no es otra que la del patrocinio de artistas buenos de la provincia y de algunos otros importantes de los que acceden sin reservas a lo mejor del arte contemporáneo. Algo que creo que es importante para el desarrollo expositivo de una ciudad que no tiene excesiva buena infraestructura artística. La sala que se encuentra en el consulado de Argentina en Cádiz, con la sapiencia de Paco Mármol al frente, lleva tiempo apostando por un arte de calidad; con artistas de variada posición que encuentran acomodo en un espacio importante, muy bien llevado, con argumentos museográficos de calidad y con un apoyo de la dirección artística que, en este universo de medianías, no es muy habitual. Paco Mármol, que es artista y conoce el paño, sabe cómo plantear una programación rigurosa, seria y acomodada a las circunstancias de un arte y de unos artistas a los que se le debe dotar de las mejores y más significativas situaciones para que la obra imponga su máxima potestad.

Tras la síntesis de lo real de María Melero; la ilustración jocosa y mediata de lo que nos rodea de Pepe Cano el paisaje excelso y apasionante de Jorge Gallego, el feliz imaginario de Débora Noteson, la justa exuberancia cromática de Claudia Solari y la sobriedad fotográfica de Carlos Canal llega la obra de Jaime Velázquez un joven gaditano que ofrece una figuración muy bien matizada como versos libres de un poemario donde lo real queda sujeto a infinitos recursos.

Jaime Velázquez es un buen pintor; incluso creo que más que eso. Lo es porque posee un lenguaje muy particular; nuevo, de gran frescura, valiente, con unas coordenadas estéticas bien delimitadas en esa pintura figurativa que oscila entre una realidad mediata y un desarrollo imaginario de sucintas escenografías presentidas. Escenarios de una presencia humana donde lo real y la ficción juegan en un mismo sitio o dicho de otro modo, presencias reales que se yuxtaponen a argumentos de difícil -o no- planteamiento.

Otra de las pinturas de la exposición del artista en la Sala Rivadavia.

La exposición es la constatación plástica de una relato muy bien construido en fondo y forma. Un relato que nos lleva por la descripción de un paisaje humano que plantea los testimonios de una sociedad con muchos registros. La actualidad, los esquemas de esa realidad acuciante, que condiciona y plantea esquivos aconteceres, los problemas actuales que tanto afectan, los encuadres de lo nuevo, los desarrollos sociales que inquietan y provocan muchos interrogantes, son registros de una pintura que no se queda en los meros desenlaces ilustrativos sino que inciden en la mirada y la comprometen hasta implicarla y exigirle, al menos, un mínimo compromiso de inquietud.

Jaime Velázquez asume muchas proposiciones de la nueva plástica actuante, esa que formula una pintura figurativa comprometida con lo social, con esa realidad que está por encima de lo simplemente visual y que aborda esquemas de una sociedad que desencanta y abruma. Es pintor de realidades que abarcan más de lo que es un simple relato visual del entorno. Además, es pintor de muy buenas formas, dominador del medio; sabedor de lo que se hace, cumplidor con los esquemas formales que deben suscribir toda buena pintura.

Otra de las obras de Velázquez.

Su discurso, construido con buena morfología y estructurado con una sintaxis pictórica adecuada, desentraña un concepto que se abre a una especie de nueva mitología, con héroes y dioses modernos, donde todo es posible - o imposible- y donde la presencia y la ausencia comparten posiciones en una vorágine mundana amoldada a las imposiciones extremas de una sociedad embaucadora e impositiva. Se trata de plantearnos algunos de los aspectos que acechan al mundo moderno, a esa juventud que busca su identidad en un universo condicionante en el que las nuevas tecnologías abracan más de la cuenta. En su pintura parece que lo humano se diluyera en ese océano proceloso que acentúa la soledad y margina impunemente muchos principios; sobre todo, aquellos que tienen que ver con la propia entidad de la persona.

Jaime Velázquez recrea, tanto en el continente como en el contenido, una pintura muy del momento; formaliza una pintura moderna con un lenguaje realista, veraz y bien argumentado; al mismo tiempo, suscribe un mensaje social contundente, sin reveses y poniendo énfasis en una problemática social que puede pasar desapercibida pero que está muy al cabo de la calle.

Buena exposición para cerrar el año en una sala donde lo más variado de la creación contemporánea encuentra perfecto acomodo.

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