…Y leer en andaluz, ni pensarlo
EDUCACIÓN
LA semana pasada hacía una reflexión sobre la aculturización que supone el introducir en un texto en castellano palabras de otra lengua por una exclusiva cuestión comercial: si en un frasco de un producto español pone "after shave" en vez de "loción para después del afeitado" no es por el ahorro de letras, es que actúa como sugerencia de que el producto, al "hablar en otro idioma" es más bueno.
Eso viene a contribuir a nuestro sentir tantas veces inferior respecto a otros pueblos y otras culturas, a bajarnos la autoestima y perdernos el respeto a nosotros mismos, con lo que contribuimos a dejar que lo hagan los demás. Tal vez parezca que me pongo muy tremendo, pero por ahí van los tiros. Porque ya parece que nos da igual que un producto importado no traiga instrucciones o composición en español, o que la tal Lomana hable de los trabajadores como la "working class".
Y si esto pasa con el español, no hablemos de las otras lenguas del estado. Y peor aún si el habla de la zona en cuestión no tiene la categoría de lengua. Entonces se lleva realmente mal. ¿A que todavía se oye decir por estos lares eso de que fulanito habla muy bien o habla muy fino? En la tele oímos hablar andaluz a los humoristas y en plan exagerado, lo que termina volviéndose aún más en contra.
Pero además del habla esto lo sufre el vocabulario propio. Sobre todo en textos que surgiendo de aquí debieran cuidarlo… pero no. En la colección de comics "12 doce del Doce" de la Diputación de Cádiz, podrían haber aprovechado para ello. Sin embargo en la última entrega, "El pinar de los franceses", nos encontramos a un niño que le enseña a otro una cometa… ¿No sería un barrilete?
Dificilísimo encontrar un texto en los libros escolares donde aparezca el tocaté en vez de la rayuela, el pandero en vez de la cometa, los bolindres en vez de las canicas o el trompo en vez de la peonza. Leeremos guisantes en una carta aunque la guarnición sea de chícharos y crema de alcachofas aunque la hayan hecho con alcauciles. Ni que decir tiene que en ningún cuento infantil los personajes comerán papas, ni en una pelea saldrán chocaos, ni se les embarcará la pelota en un tejado, aunque pase todo eso.
Además del vocabulario están las expresiones y las construcciones. El laísmo fue aceptado (por muy incorrecto que esté eso de "la pegó una torta") pero de ahí a que Word no nos subraye en rojo pescaíto, bailaó o daleao hay un abismo. O dos.
José García Oliva. Especialista en literatura infantil y juvenil.
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