El legado que dejó a la ciudad el padre Juan Torres Silva

Colegio oratorio festivo

El centro, pensado para niños necesitados, fue construido con las donaciones que logró el sacerdote entre los jerezanos y especialmente la de Álvaro Domecq y Díez

Una de las aulas donde se puede observar la solería hidráulica antigua y una pintura al fresco entre las dos ventanas.
Una de las aulas donde se puede observar la solería hidráulica antigua y una pintura al fresco entre las dos ventanas.
Pilar Nieto / Jerez

17 de abril 2012 - 01:00

El Oratorio Festivo es un colegio salesiano concertado que fue fundado en 1947 por el padre Juan Torres Silva, que también da nombre al centro. Para su creación, el sacerdote contó, según explica el actual director, Juan José Jiménez Zarco, "con la ayuda del pueblo de Jerez y la de Álvaro Domecq y Díez". Una vez construido, fue entregado a la congregación salesiana "para que fueran atendidos los chavales necesitados de la ciudad". No obstante, Torres Silva no era salesiano, sino que pertenecía al clero diocesano. Además, el colegio sigue muy vinculado a la hermandad de Las Angustias, a la que pertenecía Torres Silva y a la de La Yedra por vecindad.

Para poner en marcha su proyecto de abrir un colegio, sólo le hacía falta el pequeño detalle de "medio millón" y para conseguirlo recurrió, entre otros métodos, a la distribución, con este fin benéfico, de estampitas y calendarios de bolsillo. Acompañado siempre de 'Luquillas', su 'lazarillo' de confianza, las colocaba en oficinas, banquetes y talleres.

En 1939 comenzó a publicar un boletín mensual titulado 'Oratorio Festivo Domingo Savio', muchas veces redactado a mano a altas horas de la noche según el testimonio de Antonio Gándara, un salesiano veterano que le asesoró en los primeros momentos difíciles para recaudar fondos.

Sin abandonar sus famoso almanaques, ideó otro plan más productivo: el de las multas y de ellas se valía para sancionar a las autoridades porque organizaban actos sin su autorización, a las hermandades por la misma causa, a los que se casaban, a los que mejoraban su suerte... y siempre porque hacían cosas sin consultar con él ni le hacían partícipes de su alegría con algún donativo.

Pero el principal benefactor fue Álvaro Domecq y Díez que, tras haberle pagado su preceptiva multa, le preguntó: "¿cuánto dinero cree que puede costarle el dinero, padre?", "por mis cálculos, unas 500.000 pesetas", le contestó Torres Silva, "pues cuente con ellas, que esas las gano yo para su obra en un año", le dijo el rejoneador. Un hermoso azulejo, que aún se encuentra en el patio, dedicado a Álvaro Domecq, da todavía prueba de esta especial colaboración.

A día de hoy, Jiménez Zarco destaca que este es un colegio "muy familiar, por lo que existe mucha implicación en el centro tanto por parte de los alumnos como de los profesores, padres y antiguos alumnos. La atención a los niños es muy cercana" . No obstante, al tratarse de un edificio antiguo, reconoce que "necesitaríamos un espacio mayor para actividades deportivas y recreo". Las instalaciones constan de un edificio principal y un pabellón anexo, con aula de informática, sala de conferencias y proyecciones y biblioteca. En la parte antigua todavía se conservan preciosas pinturas en las paredes originales, incluso el suelo de losas hidráulicas y el magnífico escenario, con telón incluido, del salón de actos. Ese salón de actos, por necesidades de espacio, fue dividido por la mitad mediante un tabique, aunque el director aún tiene la esperanza de que "si alguna vez nos toca la lotería, lo dejaremos como antes, pero este escenario no se quita".

Por lo general, los alumnos son de un nivel socio-económico medio y en cuanto a la plantilla de profesores, esta se ha renovado en los últimos años casi en un cincuenta por ciento. Todo el personal es fijo y la media de edad se puede fijar en unos 37 años. En la actualidad, el centro, aunque sigue siendo salesiano, sólo cuenta con la presencia de un religioso, que es el padre Leoncio Vegas Gil.

Pese a su avanzada edad, es el que lleva toda la parte sacramental del centro como las misas y las celebraciones de la penitencia. Vive en el colegio Lora Tamayo, pero atiende al Oratorio Festivo espiritualmente, "y los críos lo adoran -dice el director- Es nuestro cura de referencia".

Por su parte, Juan José Jiménez Zarco llegó al oratorio en 2002, ya como director y administrador del centro. Anteriormente impartió clases de Religión en un colegio público y fue directivo de una multinacional de servicios. Incluso perteneció a la orden salesiana, aunque en la actualidad es seglar. Además, es director también del colegio salesiano de Campano e imparte clases de Religión en Secundaria. "Me gusta mi trabajo de gestión -señala- pero no quiero abandonar nunca el contacto directo con los alumnos porque además, tengo claro que todo lo que hacemos en un centro educativo se ha de hacer en función de los niños".

Lo que peor lleva es "la cantidad de burocracia que tenemos. El papeleo muchas veces nos ahoga". Con el Ayuntamiento, dice que "siempre hemos mantenido buenas relaciones y han colaborado con el centro en cuantas actividades y servicios hemos solicitado" y lo mismo señala de la delegación provincial de Educación".

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