Un libro y muchos brindis por aquellos franceses
Historia
Fátima Ruiz de Lassaletta culmina una obra sobre la influencia gala en la expansión del jerez desde el siglo XVIII a mediados del XX
El jerez y Jerez son dos asuntos que conoce muy bien. Los ha recorrido, catado, respirado, soñado y escrito en centenares de artículos costumbristas y gastronómicos en este Diario y a través de cuatro libros. Fátima Ruiz de Lassaletta lo demuestra de nuevo con la publicación de un quinto título sobre el jerez y Jerez. ‘Franceses en la expansión del jerez. La viña y el potro, los criamos nosotros’ (PeripeciasLibros, en su Coleccion Cultura del Vino), que verá la luz en septiembre. Tiene prólogo de Álvaro Domecq Romero y prefacio de Javier Maldonado Rosso.
Un libro, escrito entre 2017 y 2019, que ha esperado pacientemente su momento, y es que ha permanecido dos años en un cajón ya que coincidió con la publicación de ‘Les grandes maisons du vignoble de Jerez (1834-1992)’ de Sophie Lignon-Darmaillac, en el que se recogía una época similar del jerez. No obstante, Ruiz de Lassaletta inicia su historia antes de 1765 y la finaliza en 1965, cuando ella entró de “bodeguista, que no bodeguera”, en el sector del jerez y el brandy, al que había pertenecido su padre como bodeguero hasta 1959.
La obra está divida en tres partes. En la primera hace una exposición de los apellidos de origen de El Bearne (sur de Francia) que ser establecieron en el negocio del jerez a partir de Juan Haurie Nobout, que fue el origen de la casa Domecq. También hace referencia a los antepasados de los Laborde y Lacoste, así como de los Pemartín, que influyeron en aquella época de la consolidación del gremio de la vinatería y nuevas formas de comercializar el jerez. Trae a la trama de la historia otros apellidos bearneses o navarros como Beigbeder, Isasi Vignalet, Lacave, Vergara Lassaletta... hasta 20 personajes que dan voz al relato. Un grupo tan primordial para el Marco del Jerez y su actividad vitivinícola en los siglos XVIII y XIX y sus descendientes en la pasada centuria.
La segunda parte es una detallada y documentada historia amable de la saga Domecq y la tercera la inicia en la Exposición Iberoamericana de Sevilla de 1929, pasando por el campo ganadero andaluz, por la guerra (in)civil y por la historia de su propia familia Pemartín, también bodegueros de 1818.
La obra concluye con un epílogo autobiográfico y de homenaje a Álvaro Domecq Díez, quien apoyó a su hijo Álvaro Domecq Romero siempre en su dedicación al caballo a la fundación hoy de la Real Escuela Andaluza del Arte Ecuestre, y a la conservación por ende del Recreo de las Cadenas, que construyó Pemartín Laborde en 1860-8.
La obra, de cuidada edición, encierra medio centenar de ilustraciones de fotos de documentos del rico Archivo Lassaletta Pemartín, y de edificios y retratos de las casas y personajes bodegueros.
Este título ha supuesto para su autora “la posibilidad de seguir investigando sobre el vino de Jerez y poner en valor la influencia de los franceses en el jerez”.
Hay que destacar que Ruiz de Lassaletta ya está inmersa en un libro de cocina con recetas más sofisticadas que las encantadoras locales y andaluzas de sus obras anteriores.
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