Lectores sin remedio
Cultura
Ana Herica Ramos Campos. Bolivia
Esta semana pasada fue una de las más felices de Ana Herica Ramos (Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, 1980) desde que llegó a Jerez hace justo cinco años. El pasado jueves prometió la Constitución, lo que la convierte en una española de todo derecho, un hecho por el que reconoce sentirse “muy feliz”, sobre todo, porque ahora también podrá ejercer su derecho al voto, algo que le hace “mucha ilusión” ya que esto le permite “poderme desarrollar como ciudadana en esta nueva sociedad en la que vivo”.
Dificultades para encontrar trabajo en su país y un desengaño amoroso trajeron a Ana Herica a Jerez, a donde llegó “con un móvil y 50 euros” que le habían regalado su madre y su hermano, respectivamente. Lo primero que hizo nada más llegar fue buscar un trabajo. A pesar de su licenciatura, el hecho de que ésta no esté reconocida en España –Comunicación Social– le obligó a buscarse la vida realizando tareas de limpieza en una casa tres veces por semana.
La hispano-boliviana también recuerda sus primeros meses en Jerez, que no fueron nada fáciles. “Me sentía tonta cuando iba por la calle, como si tuviera una categoría de ciudadana de segunda”.
Uno de los lugares que más han marcado a Ana Herica ha sido la plaza de Las Angustias, un “símbolo” para ella. “Cuando llegué, mi primera vivienda fue en la calle Sol, y la plaza de Las Angustias fue una verdadera angustia para mí, porque era donde yo salía, lloraba, extrañaba... Los primeros meses pensé si me equivoqué, me preguntaba qué hacía aquí, me sentía súper desamparada”. Así y todo, cosas de la vida, Ana encontró el amor de un jerezano y acabó contrayendo matrimonio precisamente en Las Angustias. “Casarme allí fue súper emotivo”, recuerda.
Actualmente, Ana trabaja como técnica de comunicación y dinamización de un proyecto de intervención comunitaria intercultural promovida por la obra social de La Caixa, además de formar parte de la Plataforma Ciudadana de Inmigrantes de Jerez y de CEAIN. Señala que, a pesar de que en Jerez no se ha sentido discriminada, sí en situación de desigualdad, y piensa que el jerezano debería abrir más su mente. “Hay que mirar alrededor y darse cuenta que ni lo mío es lo mejor, ni lo único ni lo que tiene más arte, sino que en otros sitios también hay arte y hay otra realidad. Al principio te miran de otra forma, parece que hay un cierto rechazo, pero entiendo que es por desconocimiento, porque a veces no hay espacio para relacionarnos”.
Su experiencia también le ha demostrado que “a nosotros se nos mira de dos formas. O como los ‘pobrecitos’ o como los que vienen a quitaros el trabajo”.
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