Sobre los niños maltratadores
Consejos de psicología
De un tiempo a esta parte, el número de agresiones de niños a padres y educadores se está incrementando. De hecho, son muchas las noticias y comentarios que nos encontramos a diario en medios de comunicación (televisión, radio, prensa) que dan cuenta de estas experiencias tan conflictivas.
Este tipo de conductas no se reducen únicamente a insultos, desprecios o amenazas, sino que a veces desembocan en agresión física, con el consecuente miedo que esas situaciones provocan en las personas que rodean al niño.
Así que no es de extrañar que algunas de estas familias estén pasando por momentos insoportables, producto de la dominación que estos chicos ejercen en el propio hogar familiar.
Y muchos padres ante esta situación se preguntan: "¿Qué puedo hacer? Si yo doy todo por mi hijo, ¿por qué me pasa esto a mí?, ¿qué estoy haciendo mal?".
Está claro que no depende únicamente del modelo educativo desarrollado, sino que también posiblemente haya alguna característica del niño que esté influyendo en tal situación. Es decir, no se trata de culpar a los educadores por esto, ya que es un cúmulo de aspectos los que determinan el que los chicos emitan tales conductas.
Sin embargo, el hecho de que los niños comiencen a emitir conductas agresivas no es flor de un día, sino que implica un proceso paulatino desde la infancia.
En este sentido, parece ser que llevar a cabo una educación permisiva por parte de los padres es un factor bastante influyente, manifestándose en la amplia libertad de acción y expresión con la que gozan los hijos. El ceder ante una rabieta u otra conducta problemática del niño puede eliminar la situación en un primer momento. Sin embargo, si actuamos de esta forma, el niño aprende que puede conseguir lo que desea si repite una y otra vez la conducta en sí, dando rienda suelta a sus impulsos y deseos.
Es más, si el niño no aprende a respetar los requerimientos de los padres en el propio seno familiar, es posible que llegue a tener problemas de adaptación en los siguientes grupos sociales en los que debe integrarse.
No olvidemos los famosos casos de jóvenes que acosan y agreden continuamente a otros chicos de su misma edad en la escuela, fruto de la escasa competencia social adquirida anteriormente y que conlleva al rechazo por parte de sus iguales.
Con todo esto, la solución pasa por enseñar a padres, madres y cuidadores aquellos principios y técnicas concretas que les permitan observar y dar cuenta del comportamiento de sus hijos.
Es necesario que aprendan habilidades para dar órdenes e instrucciones claras y coherentes. Pero no únicamente se trata de establecer normas, sino también de fomentar las expresiones de afecto y comunicación, sabiendo recompensar las conductas adecuadas.
Lo que está claro es que el éxito terapéutico va a depender de la capacidad y disponibilidad de la familia para implicarse en el proceso de cambio de su hijo.
Va a ser difícil que la situación cambie si no se empieza a concienciar a las familias de la importancia de su participación en la organización de la vida cotidiana de sus hijos y en la necesidad de propiciar experiencias diversas.
Y como es lógico, estas experiencias tienen que girar en torno al desarrollo del respeto por los demás, ofreciéndoles modelos de comportamientos solidarios, generosos, que les permitan ponerse en el lugar del otro.
Con lo que, en mi opinión, una buena opción es inculcar a los jóvenes habilidades sociales para la solución de problemas interpersonales.
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