Con nombre de mujer
En torno a jerez
Topónimos femeninos en la campiña de Jerez (1)
HOY 8 de marzo, como todos los años en esta fecha, se celebra el Día Internacional de la Mujer. Establecido en 1977 por la Asamblea General de la ONU, se pretende conmemorar con este día "la lucha de la mujer por su participación, en pie de igualdad con el hombre, en la sociedad y en su desarrollo íntegro como persona". Como aún estamos muy lejos de alcanzar este noble objetivo de la igualdad, es necesario que días como estos sirvan para llamar la atención del largo camino que nos queda por recorrer para conseguirlo.
Desde estas páginas, dedicadas al conocimiento de nuestro entorno, hemos querido sumarnos modestamente a esta conmemoración subrayando el olvido que en la historia de nuestra ciudad han tenido las mujeres. Como apunta acertadamente Isabel Allende, "la historia la escriben los hombres" y aunque las mujeres hayan jugado el papel más determinante en el progreso y en el avance de los pueblos, quedan injustamente invisibilizadas.
Basta fijarnos en nuestra historiografía local para comprobar las escasas referencias que nos han llegado de la segura contribución de las mujeres en la historia de nuestra ciudad. Así, por ejemplo, Parada y Barreto, en su conocido libro Hombres Ilustres de la ciudad de Jerez de la Frontera, uno de los primeros que estudia los jerezanos que por algún motivo ocuparon un lugar destacado en la historia local, menciona sólo a 5 mujeres entre los 289 personajes que describe, desde la dominación árabe hasta 1875. Se trata de Sor Rita de Cazares, Francisca Trujillo abadesa del monasterio de Ntra. Sra. de Gracia, la beata Inés de Medina y las fundadoras de sendos beaterios Ana Díaz y Antonia Tirado, todas ellas, como vemos relacionadas con lo religioso (1). Hace medio siglo el profesor Fedriani Fuentes, en sus Jerezanos insignes (1967), incluía en su selección 259 nombres entre los que sólo aparecen 9 mujeres, las mencionadas anteriormente más las benefactoras Juana de Dios Lacoste, Carmen Núñez de Villavicencio, Micaela Parada y Elena del Páramo (2). Antonio Mariscal Trujillo actualizó y completó recientemente estos estudios en su libro Jerezanos para la Historia. Siglos XIX y XX (2011) resaltando a 177 personajes entre los que encontramos 9 mujeres: Pilar Aranda, Carmen Carriedo, Lola Flores, J. de Dios Lacoste, Francisca Méndez, M. del Carmen Requejo, Josefa de los Reyes, Isabel Ruiz y Mª A. de Jesús Tirado (3). Otra pista de la escasa presencia femenina en nuestra historia local nos la aporta José Ruiz Mata en su libro Mil años de escritores y libros en Jerez (del año 1000 a 1999), donde se incluye 377 referencias de las que sólo 14 corresponden a mujeres y 12 de ellas del siglo XX (4). Ante datos como estos cabe preguntarse: ¿dónde queda entonces la memoria de tantas mujeres anónimas que contribuyeron con su dedicación y trabajo a escribir las pequeñas historias cotidianas de la que está hecha, en suma, la Historia de nuestra ciudad?
Para responder aunque sólo sea mínimamente a esta pregunta, hemos querido rendir un sencillo homenaje a muchas de aquellas mujeres olvidadas por los libros de las que sí hemos encontrado modestas referencias en los paisajes en torno a Jerez, en muchos rincones de nuestra campiña, en parajes poco conocidos del término, en los nombres de pagos de viñas, de lomas y cerros, de casas y cortijos, de cañadas, coladas e hijuelas, de pozos, fuentes y arroyos… La toponimia ha sido, afortunadamente, más generosa con las mujeres que las historias locales y para dar tan sólo una muestra de ello les proponemos hoy un itinerario por aquellos lugares que guardan la memoria de nombres femeninos. ¿Nos acompañan?
El de Doña Benita es uno de los topónimos más antiguos de nuestro término y da nombre a un rincón de la campiña ubicado en las proximidades de la dehesa de la Matanza y de la barriada rural de El Mojo. Se llega hasta él a través de la Cañada de la Cuesta del Infierno que une este último enclave con Torrecera, pasando por los Entrechuelos. Estas tierras se reparten hoy entre los cortijos de Doña Benita la Alta y Doña Benita la Baja, estando dedicadas a cultivos de secano y olivar y en las que se enclava un gran parque eólico con la misma denominación. Este antropónimo da también nombre a un arroyo salado y a unas antiguas salinas, conocidas también como 'de Fortuna' o 'de la Matanza'. El profesor Emilio Martín Gutiérrez ha investigado el origen de este antropónimo en el repartimiento urbano realizado tras la incorporación de la ciudad a la corona de Castilla. Así consta que 'Domingo Minno' y su mujer 'donna Benita', recibieron casas en la collación de San Dionisio y heredaron 'cavallería'; es decir, el "heredamiento correspondiente a un caballero". Conviene recordar que en el Libro del Repartimiento figuran también otras cinco mujeres con el nombre de 'donna Benita' por lo que, en cualquier caso, la denominación con la que se conoce este lugar de nuestro alfoz se remonta al último tercio del siglo XIII (5).
Con el nombre de La Suara, otro antropónimo femenino muy conocido por los jerezanos, se designa en la actualidad a un cortijo, una dehesa y un Parque Forestal situado en las cercanías de La Barca de la Florida, muy visitado por la población al ser uno de los lugares de esparcimiento más cercanos a la ciudad. Su origen hay que buscarlo en las propiedades que desde principios del siglo XV tenían en la zona Diego Suárez y su mujer Teresa Martínez. Ambos mantuvieron pleitos con la ciudad por usurpaciones de tierras en este sector que, a la muerte de Diego Suárez, continuaron de la mano de su mujer y sus hijos. La Suara (probable apelativo de Teresa Martínez) dio nombre a estas tierras (6) que ocupan en buena parte los suelos de una extensa terraza del río Guadalete. En la actualidad se conservan en este lugar sectores con vegetación propia del monte mediterráneo (alcornoque, encinas, quejigos, acebuches…), así como extensas manchas de pinos y eucaliptos fruto de repoblaciones realizadas en la segunda mitad del pasado siglo las cuales que están siendo sustituidas progresivamente por especies autóctonas.
Entre los cortados de Montealegre y las tierras de Estella del Marqués y Lomopardo se abre una extensa vaguada por la que discurre el Arroyo Salado y la traza de la autopista Sevilla-Cádiz. Se trata de los Llanos de La Catalana, al que da nombre un curioso antropónimo femenino que tiene casi quinientos años. Por el profesor E. Martín Gutiérrez sabemos que "en los años treinta del siglo XV, los propietarios de esta dehesa fueron Juan Fernández Catalán y su mujer Isabel Martínez. Se sostiene que el antropónimo hace referencia al apelativo con el que se conocía a Isabel Martínez", 'la Catalana' (7). Con este nombre se conoce también una amplia finca agrícola situada frente al Cementerio Municipal situada en la zona más alta de este rincón de la campiña cercano a la ciudad y que era paso obligado de los caminos que unían Sevilla y el Campo de Gibraltar a través de Gibalbín, el Guadalete y Medina.
La autovía de Sanlúcar divide en dos las tierras del Cortijo de Santo Domingo, antigua posesión de los Dominicos desde los tiempos el repartimiento de las tierras del alfoz, en el último tercio del siglo XIII. Saliendo de Jerez, a la derecha de la vía, puede verse el magnífico edificio, de aire señorial, de la que fuera su singular casa de viña. Frente a ella, al otro lado de la carretera, en un paraje que atravesara en tiempos pretéritos la traza del ferrocarril Jerez-Bonanza, aún se conserva el Pozo de la Astera y su antiguo abrevadero. Ubicado en el Descansadero del mismo nombre (que con 12 aranzadas es uno de los mayores del término), este pozo era parada obligada para los ganados que circulaban por la Cañada de Gudajabaque, una de las más importantes de cuantas circundaban la ciudad. Este curioso nombre tiene su origen en el apelativo con el que era conocida una singular dama jerezana: Dª Elvira Martínez de Trujillo, 'La Astera'. El archivero e historiador Agustín Muñoz y Gómez nos recuerda que en una Capilla de San Dionisio está enterrada 'La Astera', mujer de D. Alonso Sánchez conocido como 'El Astero', fabricante de astas para lanzas. Esta piadosa señora se distinguió por sus obras de caridad y llegó a fundar varias capellanías en la Colegial y otras iglesias de la ciudad, según se desprende de distintas escrituras realizadas ante el escribano Juan Román fechadas en 1420, siendo también protectora del Convento de Espíritu Santo, fundado en 1431 (8).
Más dudoso es el antropónimo de Martelilla o La Martelilla que da nombre a la conocida finca situada en el km 9 de la carretera de Medina donde se cría una rama de la afamada ganadería del Marqués de Domecq. En estos parajes, el concejo de la ciudad abrió en el s. XVI una cantera de la que se obtendría la piedra para la construcción del Puente de Cartuja y, posteriormente, de las casas del Cabildo Municipal. Algunos investigadores relacionan este nombre con el de un posible antropónimo romano ya que en la epigrafía gaditana encontramos distintos cognomina (Marcellus, Martialis, Martilla) de los que pudiera derivar (9). Otros autores platean un probable origen castellano como diminutivo femenino de Martel.
Otro curioso topónimo del rincón nororiental del término es La Bernala. Sus tierras, ubicadas en las proximidades de la barriada rural de Gibalbín, junto a la Cañada Real de Arcos a Lebrija, fueron arrebatadas por el concejo jerezano al arcense, junto a las de las dehesas de la Cespedosa y Cabrahigo en los primeros años del siglo XIV (10). Los litigios por la posesión de estas tierras se mantuvieron durante los siglos siguientes, decantándose finalmente su posesión, como la de las tierras de Berlanga y el Abadín por la ciudad de Jerez. En la actualidad La Bernala sigue dando nombre a una dehesa, una cañada y un cortijo, ubicado frente a la Bodega de Barbadillo en Gibalbín, en el inicio de la carretera que desde este enclave rural se dirige hacia Arcos.
Junto a los ya citados, otros muchos nombres de lugares hacen referencia a apellidos notables de la ciudad, algunos de los cuales se remontan a los primeros repobladores. En un momento de la historia, algunas de las mujeres de estas familias adquirieron un mayor protagonismo o pasaron a ser herederas o titulares de sus tierras, hecho singular que permaneció ya para siempre en la toponimia. Este es el caso de La Rendona, que da nombre a un rincón situado junto a la Cañada de los Arquillos, colindante a la finca de los Isletes. El arroyo de la Rendona cruza este mismo paraje de suaves lomas que albergaron hasta hace unos años un gran viñedo hoy desaparecido. En el cerro de La Rendona se conservan también los restos de una de las torres del sifón de Los Arquillos perteneciente al antiguo acueducto romano de Tempul a Gades. Como señala A. Muñoz y Gómez es un apelativo "muy común a diversas mujeres descendientes del caballero Garci-Pérez de Rendón". Se trata de Garci Pérez de Burgos, uno de los primeros pobladores de Jerez que según la 'leyenda' adquirió el apelativo de 'Rendón' en 1292, en los combates 'intrépidos y sin reparo' (que es lo que significa literalmente esta palabra) que protagonizó sin la autorización expresa de Sancho IV contra las tropas de Abu Yusuf establecidas en Tarifa (11). Diferentes mujeres con este apellido figuran con el apelativo de 'la Rendona' en distintos documentos del siglo XVI, siendo una de ellas Catalina García La Rendona, viuda del guarda de Términos Diego de la Fuente, de quien tal vez provenga la denominación de este rincón de la campiña jerezana (12).
Las Pavonas da nombre a una finca agrícola ubicada en las proximidades de Nueva Jarilla, junto a la Cañada de Romanina, y su nombre puede proceder de las descendientes del ilustre linaje de 'los Pavones de Xerez' (13). Muy cerca de este lugar, junto a la antigua Cañada de Espera, encontramos las tierras de La Basurta. Esta finca está también próxima a la pantaneta del cortijo de Jara, junto a la carretera de Gibalbín. El cerro de La Basurta, a cuyos pies se unen varios arroyos que bajan de las Mesas de Santiago y de la Sierra de Gibalbín, está cubierto por un olivar y debe su nombre a una descendiente de esta familia de origen vizcaíno. Diego Pérez de Basurto, caballero procedente de Medina se estableció en Jerez a comienzos del s. XVI y de él deriva la rama jerezana de este apellido (14). Conviene recordar que ya a mediados del siglo XIX, una de las cinco mujeres latifundistas que figuran en la relación de los principales propietarios de tierra de la nobleza jerezana es Dª Josefa Basurto y Sopranis (15). Algo parecido ocurre con el nombre de Las Pachecas, cuyo nombre hay que buscarlo en el apelativo de sus antiguas propietarias, descendientes de una notable familia jerezana. Este topónimo bautiza a un cortijo y a una extensa finca situada junto a la carretera de Medina, entre el Guadalete y el Cerro del Viento y da nombre también a una barriada rural establecida en las inmediaciones del antiguo cortijo junto a la que fuera Cañada de Medina. (Continuará)
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