"Mi padre se levanta ahora y le da algo"

LAS SECUELAS DE LA CRISIS. Los comerciantes (I)

Antonio Chulián Romero, hijo del pescadero Sallago, continúa el negocio de su padre en Pescadería Vieja

Juan P. Simó / Jerez

10 de noviembre 2011 - 01:00

La Mobilette maltrecha y costrosa le delata. Si está fuera de la tienda, ahí estará Antonio. Si no, se ahorra uno el viaje por el arco de la Pescadería Vieja. Estará cerrado a cal y canto. La Mobilette es una enseña, una 'chivata', una especie de homenaje que Antonio brinda a su padre, otro Antonio: Antonio Chulián Sallago, 'Sallago', el 'pescaero' sanluqueño de la Mobilette que, con mucho esfuerzo, logró hacer dinero con la venta ambulante del pescado. Ya no está 'Sallago', pero ahí sigue su inseparable moto. Y detrás del mostrador, otros dos Antonios, hijo y nieto de Sallago. Total, tres generaciones de 'pescaeros'.

Hablar con Antonio no es tarea, que digamos, sencilla. Entre el vocerío, las cuentas, los interminables saludos de unos y otros, las bromas ("te cojo un día y te muelo a palos") aquello resulta entretenido. Porque Antonio es hombre divertido, muy divertido y dicharachero, un cachondo mental.

-¿Cómo va la cosa?

-Se sobrelleva. Y hay veces que ni llego. Yo es que no me esperaba esta crisis. Me acuerdo de que en la puerta de la pescadería se formaban unas colas... Yo lo pasé muy mal estos últimos años. Me cogí hasta una depresión...

-Y han bajado las ventas.

-Yo calculo que en estos años un sesenta por cien.

-¿A qué lo atribuye?

-Pues que no hay dinero, que la gente ya no viene al centro, que en las barriadas ya encuentran de todo.

-Pues yo le veo muy optimista.

-Es que hay que ser optimista. El centro era lo más bonito del mundo. Ahora el centro parece un cementerio. Ahora hay que hacer una reducción de las ventas. Si antes traía unos veinte kilos de lo que fuera, pues ahora traigo la mitad.

-Bogavantes sigue vendiendo, ¿no?

-Sí, sí, sobre todo en verano, que es su época, aunque el paro biológico de 45 días nos afecta mucho. Lo del pescado es variable. Unas veces te falta marisco y te sobra el pescado. Y a la inversa.

-Y lo de fiar ni le pregunto.

-A mí ya me han dado muchos palos con eso de fiar. Aquí, fiar poco. Hombre, si viene una mujer muy necesitada que yo conozca bien y me lo pide, no le pongo problema.

-Su padre decía que había que vender pescado siempre muy fresco y bueno... y con mucho arte.

-Claro, siempre hay que echarle arte. (Saca su vozarrón): '¡Acedías de Sanlúcar!, ¡pargo!, ¡langostinos de Sanlúcar!' (Y ahora canta y se arranca con palmas): '¡Sanlúcar, olé!, ¡Sanlúcar, olé...!' Mi señuelo siempre han sido las acedías. Yo disfruto mucho con mi trabajo. En la puerta se armaba cada una. Nos reíamos, se cantaba...

-Su padre fue un gran vendedor.

-Mi padre tenía un corazón de oro. Lo suyo fue siempre trabajo, trabajo y más trabajo. Al principio venía de Sanlúcar con el pescado en bicicleta, luego en una Guzzi, o en el 'tren del carbón', que luego lo quitaron. El pobre falleció el mismo día que cumplía los 74 años, a la hora de las uvas. Era un 31 de diciembre. Estaba agonizando y preguntaba por mí: '¿Cuándo viene Antonio?' Yo no podía ir a verle. Una neumonía se lo llevó por delante. Pero insisto, tenía un corazón de oro. Tenía un apodo, 'el pájaro viña', que le puso su tío 'Pamplina', porque era muy inquieto. 'Picoteaba' en negocios de todo tipo porque tenía alma de vendedor.

-Menuda fatalidad.

-Fíjese la causalidad. Yo cumplo los 48 años el día de la Lotería Nacional, un 22 de diciembre. A mis padres les 'tocó ese año el gordo'. Mi hija nació un 1 de enero y uno de los niños, de 9 años, un 8 de febrero, el mismo día que se cambió el euro por las pesetas.

-¿Muchas bocas que alimentar?

-Pues a mis cuatro hijos, mi mujer Charo, la suegra, la nuera... Mi hijo mayor, Antonio, que trabaja conmigo, tiene 20 años; otros dos con 9 y 10 años , una niña de seis y 'los agregados'. Luego están los animales: Eso es el 'arca de Noé'. Tenemos pollos, pavos, corderos y hasta caballos.

-¿Usted empezó en el pescado?

-Yo en principio, me dedicaba a la albañilería. Pero un día mi madre le dijo a mi padre: '¡Llévate al niño para que te ayude!' Y hasta ahora. Yo siempre he respetado mucho a mi padre. Cuando me miraba a la cara, ya sabía yo muy bien lo que tenía que hacer. Entonces, yo me quedaba en la pescadería y él cogía su repintada Mobilette, con sus serones, y recorría Jerez de punta a punta vendiendo pescado.

-¿Qué habría pensado su padre si levantara ahora la cabeza?

-Yo creo que mi padre sale de la tumba, ve lo que hay y le da algo que se muere otra vez.

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