Las palabras de las ciencias
Educación | Cerebros en toneles
Para progresar en cualquier campo del saber es necesario conocer a fondo el vocabulario que se utiliza. Si seguimos con la metáfora, nadie duda de que esas palabras técnicas sean las puertas que dan acceso al saber. Y si ampliamos la analogía, cabe decir que poseen la virtud de abrir nuestras mentes. Nos ayudan a desplazarnos por territorios nuevos y comprender la información precisa para cada momento del trayecto. No dominar la terminología implica toparse con un muro infranqueable.
Los científicos y técnicos se ven obligados a crear palabras nuevas cada vez que avanzan en sus investigaciones. Para explicar los objetos y procesos que descubren, generan nuevos conceptos. La construcción de una palabra puede ser tan simple como poner el nombre del investigador que descubrió la ley o el objeto en cuestión. También se utiliza el parecido que pueda tener el nuevo fenómeno con otro ya conocido. Cuando se quiere reflejar en el término la estructura o la esencia de lo que tenemos delante, se usa una raíz griega o latina. Así, para las ramas de conexiones que llegan a la neurona tenemos la palabra dendrita, que viene del griego y significa árbol. Tampoco viene mal acudir a la mitología… Al conocer la nueva palabra (su origen, historia y composición), la desmitificamos. Le quitamos el aura de extrañeza y lejanía que tanto intimida al aprendiz.
Los investigadores crean nuevas palabras guiados por valores como la objetividad y la precisión. Se trata de valores epistémicos, referidos al conocimiento. Al nombrar, clasificamos y estructuramos la realidad. Pero nombrar tiene consecuencias pragmáticas. Pensamos con las palabras. Con los términos, incluimos conceptos, cuya función esencial es ordenar la realidad. La praxis, ya sea en el laboratorio o en la vida cotidiana, tiene que apoyarse en esos mapas. Las palabras determinan cómo pensar el mundo y cómo actuar en él.
En las librerías hay varios tipos de publicaciones dedicadas a los términos especializados. Desde diccionarios sobre disciplinas generales hasta glosarios temáticos de un campo muy concreto. Hay diccionarios de arte y hay obras centradas en un periodo o estilo... Uno puede comprar un libro de términos científicos o un libro de la terminología utilizada en Física.
Antes de elegir, es muy importante conocer el modo de tratar los conceptos que tiene cada obra. Unas veces, solo necesitamos una explicación de la palabra para seguir leyendo. En otras ocasiones, queremos profundizar y buscamos una explicación más extensa. Así que tenemos glosarios, diccionarios, enciclopedias y textos de palabras clave. Es muy probable que también nos haga falta saber cuándo se comenzó a usar el término y en qué contexto. Entonces, conviene que manejemos una obra que incluya un enfoque histórico. Casi todos los diccionarios ofrecen unas pinceladas etimológicas e históricas.
Como ejemplo, un libro reciente. Antonio Martínez Ron ha publicado en la editorial Crítica un Diccionario del asombro. El subtítulo dice que es una historia de la ciencia a través de las palabras. Se nota su experiencia como divulgador científico en diferentes medios de comunicación. Todos los amantes de la ciencia conocen la plataforma Naukas o el programa Órbita Laika (TVE). El libro es una delicia. Puedes abrirlo por cualquier página, por cualquier entrada. El lector se va a encontrar con explicaciones claras sobre el origen de un término. Nos cuenta el contexto científico y social en el que surgió la palabra. Además, cada concepto está situado en una línea temporal. Eso nos permite ver qué palabras nacieron por esa época y la red que forman. Y los apéndices son igual de útiles. Uno de ellos está dedicado a términos creados por científicos que hablan español.
Desde átomo hasta zoonosis, pasando por huracán, neurona o robot, esta obra nos introduce en la historia de todas las ciencias. Así que puede servir para acercar al alumnado a un determinado campo de investigación. Es muy útil también para el plan de lectura que deben implementar los centros educativos. Y para desarrollar una situación de aprendizaje: ir elaborando en el aula un vocabulario científico asociado a las teorías y prácticas experimentales. Lo importante es ser conscientes del origen de los términos, de las circunstancias históricas y culturales en las que nacieron. Las palabras no han existido siempre: son un producto social, como todo lo humano.
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