Un paseo por la Cañada de Cuartillos
Pinos centenarios y puertas singulares
A mitad de camino entre Jerez y La Barca de La Florida se encuentra la barriada rural de Cuartillos (o Cuartillo). Su caserío se extiende durante casi 3 km junto a esa carretera cuyas obras parecen no terminar nunca. El origen de este enclave hay que buscarlo en las primeras décadas del siglo XX, con el asentamiento en torno a la antigua venta de jornaleros que trabajaban en los cortijos de la zona y que levantaron sus viviendas -inicialmente chozas de paja- en ambos lados de la Cañada Real de Cuartillos y la carretera de Cortes. En los años 60 del siglo pasado, tras constituirse la Cooperativa de viviendas de Huertos Familiares de Cuartillos, los chozos dieron paso a construcciones de ladrillo. Progresivamente se fue dotando de servicios hasta llegar a ser la barriada rural que hoy conocemos, una de las más pobladas de la campiña con 1300 habitantes (1).
La Cañada de Cuartillos es una ramificación de la de Albadalejo, de la que parte en las proximidades de Estella del Marqués, junto a la venta de la Dehesa, para unirse, después de cruzar entre viñedos, a la carretera de Cortes. Hasta la Estación Potabilizadora, esta vía está incluida en el trazado de la cañada. A partir de este punto se separa de la carretera y aparece flanqueada por pinos, algunos de ellos ejemplares centenarios. A su izquierda deja lomas sembradas de cereal, que conforman la pequeña cuenca del Arroyo del Gato y que albergaron antaño los renombrados olivares de Domecq y de Panés. A la derecha, tras la Potabilizadora, quedan los campos de la Dehesa de Cuartillos, del Rancho del Marqués y de Las Majadillas. Cruza después por entre las tierras de La Guareña y Magallanes, en cuyas proximidades, a la altura del Encinar de Vicos, se une a la Cañada Real de Vicos y Mesas de Santiago, teniendo en total una longitud cercana a los 5 km (2).
Aunque en muchos puntos de su recorrido esta vía pecuaria ha sido ocupada por construcciones y parcelas, aún se conservan junto a su trazado pequeños sectores donde pueden observarse las típicas especies del monte mediterráneo y donde no faltan encinas, acebuches, palmitos, lentiscos… La cañada se deslindó en 1865 presentando una anchura variable que oscilaba, según los distintos lugares, desde los 53 m en sus zonas más estrechas a los 180 m en los puntos de mayor anchura. Para delimitar el terreno deslindado, el Ayuntamiento mando colocar mojones a lo largo de todo su recorrido y, como se describe en el inventario de cañadas realizado en 1915, "los mojones que la determinan son de piedra de Tarifa con la numeración y rotulación correspondientes grabados en la cara que mira a la vía" (3). Algunos de estos mojones, instalados hace ya 150 años, han llegado hasta nuestros días, tal como pueden verse en las fotografías que acompañan a este artículo. Pese a todo, han desaparecido la mayor parte de ellos por las ocupaciones de la vía pecuaria que, dicho sea de paso, vienen siendo denunciadas desde hace más de un siglo. Como ejemplo citamos un Informe de la Comisión de Policía Rural del Ayuntamiento, fechado en 1910, en el que se rechaza el escrito del Sr. D. Juan C. Goytia y Lila, quien solicitaba que se variase en parte la dirección de la cañada de Cuartillos. La Comisión "propone que no se acceda á lo solicitado en atención á que el año 1865 se efectuó el deslinde y se impuso una multa al propietario de la dehesa por detentador de terrenos del común, y además, la diferencia entre el terreno de la actual cañada y la que se propone en la solicitud es de más de 150 aranzadas. Se aprueba por unanimidad el dictamen de la Comisión" (4).
Pero volvamos a nuestro paseo por la cañada, que habremos iniciado junto a la Potabilizadora, tras desviarnos por un camino provisional con motivo de las obras de la carretera. Sin duda, lo primero que llama la atención del paseante son dos enormes pinos. Se trata de dos magníficos ejemplares de pino piñonero (Pinus pinea), similares a los que crecen en los pinares litorales de La Algaida, Roche o La Breña de Barbate, por citar sólo algunos de los más significativos.
Los pinos de Cuartillos no forman parte de un bosquete, sino que son el último reducto de una alineación de árboles que crecía a en este lugar junto a la Cañada Real. Hace tan sólo unos años podían verse cuatro ejemplares de tamaño similar, dos de los cuales se han perdido. El emplazamiento de esta zona de Cuartillos, en una pequeña elevación desde la que se divisa un amplio panorama, es estratégico ya que desde este lugar se tiene dominio visual de las Vegas del Guadalete, por un lado, y de los Llanos de Caulina y la Sierra de Gibalbín por otro. Aunque no hemos encontrado documentación que lo verifique, hay referencias de que los pinos de Cuartillo, divisables a simple vista desde más de veinte kilómetros de distancia, servían de punto de orientación para los enfilamientos de los barcos y la navegación en el entorno de la Bahía de Cádiz como otro hitos del paisaje (cerro de Medina, monte del Berrueco, torre de la iglesia de Puerto Real), a los que los marinos apuntaban sus visuales con catalejos. No debe extrañarnos esta vinculación con el mar de los pinos de Cuartillos ya que desde sus pies, se contempla a lo lejos la Bahía de Cádiz y las grúas-puente de los astilleros.
Aunque todavía no figuran en el Catálogo de Árboles Singulares de Andalucía, los pinos de Cuartillos deberían incluirse en él ya que, a nuestro entender, son singulares por muchos motivos. A su valor natural, como árboles de magnífico porte, se une el de ser un referente de primer orden en el paisaje circundante, hitos vivos que, como faros verdes en la campiña, son visibles desde grandes distancias. Son además un indicador permanente e imborrable de la vía pecuaria que pasa a sus pies y uno de los elementos "simbólicos" en la barriada rural donde se ubican. Junto a todo ello, estos árboles destacan además por su hermosa y proporcionada estampa y por sus grandes dimensiones. Por centrarnos en el de mayor altura, el perímetro de su tronco medido a 1,30 m. del suelo es de 3,20 metros. Su fuste, recto y ligeramente inclinado, se levanta hasta los 10 metros como una columna maciza de magníficas proporciones, antes de dividirse en dos grandes ramas maestras que sustentan una densa y bien formada copa aparasolada muy amplia. La altura total del árbol sobrepasa los 20 metros. Su copa tiene un diámetro de 18 m., en dirección E-W, y de 22 m. en dirección N-S, con lo que la sombra que proyecta supera los 300 m2 de superficie. El otro pino, aunque de altura algo menor, tiene sin embargo una copa de mayores dimensiones (22 x 23 m.). La edad que se les estima está comprendida entre los 100 y los 125 años. Con todo debemos subrayar aquí un hecho lamentable: las brutales podas a las que, meses atrás, fueron sometidas las copas que han sufrido la falta de previsión de los técnicos que, hace unos años situaron un tendido eléctrico junto a los árboles, sin guardar una mínima distancia.
Estos pinos crecen en el borde izquierdo de la Cañada Real en cuyos linderos, tras la construcción de la Planta Potabilizadora, se sembraron también otros ejemplares de pino piñonero que presentan mucho menor porte. Junto a estos árboles y acompañando a la cañada, pueden verse también ejemplares aislados de encinas centenarias, acebuches, lenticos y algunos cipreses.
Una visita al lugar nos permitirá, además de observar estos árboles singulares, disfrutar de un paseo por la Cañada de Cuartillos y acercarnos hasta la entrada del cercano cortijo de Alcántara. Al borde del camino, apenas hemos recorrido 300 m desde que iniciamos el paseo, encontraremos a la izquierda una de las antiguas puertas de acceso del que fuera Olivar de Panés, finca hoy sembrada de cereal pero de la que la toponimia aún conserva memoria de su antigua dedicación y su célebre propietario (5).
Estas tierras pertenecieron a la familia del Marqués de Villapanés, título nobiliario creado por Carlos II en 1700 a favor de Lorenzo Panés, comerciante genovés afincado en Jerez y Cádiz como cargador a Indias. Aunque desconocemos quien de los marqueses que ostentaron este título, fue el que dio nombre al olivar y ordenó la construcción de esta y otra puerta que encontremos más adelante, nos inclinamos a pensar en la figura de uno de los más célebres miembros de esta familia, Miguel María Panés González de Quijano, a quien Femando VII concedería en 1817 la Grandeza de España. Miguel María Panés fue el primer director de la Sociedad Económica del Amigos del País de Jerez, cuya primera sede se ubicaría también en su propia residencia, el conocido Palacio de Villapanés. Hombre culto e ilustrado, poseía una de las mejores bibliotecas de la región que llegó a abrir para su disfrute por el pueblo de Jerez y que, lamentablemente, se perdió en un naufragio cuando era trasladada a Génova.
Esta singular entrada, antigua puerta de acceso al Olivar de Panés, esta escoltada por pilares de ladrillo, coronados por adornos del mismo material en los que llama la atención sus formas curvas, a modo de volutas. Aunque desconocemos la fecha de su construcción, estimamos que por sus especiales características, parece remitir a formas barrocas, tal vez de finales del s. XVIII o comienzos del XIX datos que, en todo caso, que habrá que seguir investigando.
Siguiendo nuestro paseo por la cañada, iniciamos ahora un ligero descenso y la vista se nos abre hacia las tierras de La Guareña. Cuando llevamos recorridos algo más de 1 km, tomaremos un pequeño desvío hacia la izquierda en dirección al Cortijo de Alcántara, que visitaremos en otra ocasión. En este punto descubriremos la segunda de las antiguas puertas de acceso al Olivar de Panés. Construida también en ladrillo, presenta forma de arco, rematándose sus pilares con sendos pedestales que debieron estar coronados en su día tal vez por bolas, cruces u otro tipo de ornamentos. Coronando el arco, sobre el trasdós, un tercer pedestal sobresale de los laterales, dotando al conjunto de una sobria elegancia que parece indicar que, tal vez esta, era la entrada principal de la finca.
Volvemos sobre nuestros pasos y, antes de irnos, hacemos de nuevo una parada al pie del pino de mayor altura. Si el día nos acompaña y hay buena visibilidad, dirigiremos nuestra mirada a la vega del Guadalete para disfrutar de unas magníficas vistas sobre un amplio sector de la campiña. A nuestra izquierda, hacia el Este, veremos a lo lejos los picos de la Sierra del Aljibe, a 40 km. en línea recta. Frente a nosotros se aprecia el caserío de Torrecera y, algo más lejos, el de Paterna, a 21 km. Algo más a la derecha destaca el Cerro de la Harina, cubierto de pinos, y tras él, el de La Cabezas de Santa María. Más reconocible resulta el de cerro de albarizas de Torrecera, presidido por su torreón árabe, o el monte sobre el que se asienta Medina (a 25 km.). A nuestra derecha, se adivina también San Fernando (28 km), o las grúas-puente de los astilleros de Matagorda (a 25 km) y el reflejo plateado del mar… Por todas partes, nuestra vista tropieza con los parques de aerogeneradores, los "molinos de viento", de Paterna, Espínola, La Matanza, Bolaños, Roalabota… Un paisaje que merece la pena admirarse a la sombra de los viejos pinos de Cuartillos.
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