Un paseo por 150 años de historia
El Consorcio de Bomberos de la Bahía de Cádiz celebra este año el aniversario de su fundación, que data del 31 de marzo de 1862 · Cuatro miembros del colectivo preparan los actos conmemorativos
Corría un 31 de marzo de 1862 cuando en Jerez se instauró por primera vez el colectivo de bomberos. La fecha en la que se empieza a celebrar la formación supone un resquemor para algunos miembros del grupo, ya que hay quien apunta que se debe comenzar a contar desde el momento que se propuso al Ayuntamiento la 'Brigada de zapadores y bomberos', allá por el 1846. Honorio Trillo Marín, encargado de organizar una exposición que honrará los 150 años del servicio de emergencia en la ciudad, aclara el tema exponiendo que "hay que ser justos y empezar a contar desde el momento que la ciudad por fin tuvo un cuerpo dedicado a apagar fuegos. No hay que cogerse a planteamientos que no llegaron a ningún puerto hasta años posteriores". En esta tarea de homenaje le acompañan su propio hijo, Honorio Trillo Benítez y otros dos amigos y compañeros de profesión, Francisco Cisera Molina y Pedro Serrano Duarte.
El nombre que llevó el plan inicial en aquellos años señalaba la separación entre zapadores y bomberos, dos actividades que se diferenciaban debido a la escasez de agua, que era extraída de pozos y fuentes. "Todo el líquido se transportaba por cubos, se llenaban los toneles y éstos se apilaban en el carro. La forma de almacenamiento es muy parecida a como se hace hoy día con los coches, pero más rústico, obviamente. La función que desempeñaban los bomberos en aquella época era la de utilizar el agua que se hubiera logrado almacenar. Los zapadores, por otro lado, entraban en el sitio del incendio e intentaban apagar el fuego a través de herramientas, como la demolición", explica Trillo Marín.
La historia del colectivo es algo que a Honorio le viene de nacimiento, ya que su madre le dio a luz en la casa cuartel que disponía el antiguo Parque de Bomberos del Retiro, donde trabajaba su padre. Recuerda cómo en el edificio "éramos 24 familias y se establecían dos turnos de doce horas. En cada vivienda había un timbre, que si sonaba, ya sabías lo que tocaba, estuvieras de guardia o no". Este parque en el Retiro fue la sexta, y penúltima hasta la fecha, sede que los bomberos han tenido en la ciudad.
Entre 1862 y 1867 inauguraron su primera base en la cárcel de Belén, donde ahora mismo se espera acabar el proyecto de la Ciudad del Flamenco. Se trasladaron posteriormente a la ermita de San Juan de Letrán para unos años después volver a su sede original, coincidiendo con las expropiaciones de la Iglesia a finales del siglo XIX. Hasta llegar a su sede actual en la calle de Martín Ferrador, la ubicación del Consorcio de Bomberos de la Provincia de Cádiz ha pasado por la plaza del Arenal, la calle Ponce, la calle Ronda Muleros y el Retiro, un parque que "nació y se quedó pequeño muy pronto para abarcar la actividad del servicio".
El colectivo ha sufrido en toda su trayectoria la formación de dos reorganizaciones del servicio. La primera, en la década de los años veinte del siglo XX, "donde se adquieren los tres primeros vehículos, dos coches destinados a bombas de agua y el otro de transporte personal". Esta primera etapa está formada por personas voluntarias que prestan su servicio desinteresadamente al cuerpo. "Los participantes sólo recibían un pequeño tipo de beneficios sociales que consistían quizás en mejoras médicas". Al no cobrar sueldo, el cuerpo otorgaba una serie de galardones que conmemoraban los actos heroicos. Se basan en una fórmula de diplomas y medallas. "Si un voluntario recibía dos títulos, ganaba un beneficio. Al sumar cuatro diplomas ganaban una medalla. "Sólo se dieron dos placas. Una al primer inspector de los bomberos, Manuel Simó de la Riva, y otra a Andrés Núñez por un aparatoso accidente que cubrió casi costándole la vida en la calle Lancería". Durante esta época, la señal de alarma se daba mediante el toque de las campanas de las distintas iglesias, que habían llegado a un código, a través del cual cada combinación correspondía a un barrio en concreto de la ciudad.
La segunda reorganización se llevó a cabo en la década de los cincuenta del pasado siglo, cuando se formó el cuerpo de bomberos " prácticamente tal y como se conoce hoy día". El colectivo empezó a llamarse una profesión como tal ya que empezaron a recibir un sueldo por su trabajo, aunque muy bajo en comparación a la época. "Un bombero recibía en los años cincuenta unos honorarios de seis pesetas al mes, mientras que otros empleados municipales recibían 24". En esta etapa, los bomberos eran personal propio del Ayuntamiento de la ciudad.
Honorio Trillo señala que estas reorganizaciones surgieron por "pura necesidad, la misma razón por la que en un principio se formó el colectivo en 1862. En Jerez, al ser una ciudad tradicionalmente vinícola, abundaban los alambiques y éstos eran los causantes de muchos incendios, ya que lo que hacen es destilar sustancias fijas por medio del calor. Esa es la razón por la que los bomberos de Jerez fueron de los 10 o 15 cuerpos que surgieron". De la misma forma, las reformaciones de los años veinte y cincuenta surgieron debido a incidentes bastante importantes que "dejaban en ridículo las técnicas y equipamiento que se utilizaban". La última reunión más importante aconteció a principios de la década de los ochenta, tras entrar en vigor la democracia, cuando el colectivo comenzó a denominarse como Consorcio de Bomberos de la Provincia de Cádiz y a desvincularse económicamente del Ayuntamiento.
A nivel de equipación, la evolución de las técnicas, equipamiento y herramientas es bastante visible. En cuanto a los gorros han cambiado tanto en material como en su forma. Los primeros eran "muy altos porque además de cubrir mejor los golpes perpendiculares, te hacían resaltar entre la multitud, ya que antiguamente eran muchas las personas que acudían cuando sucedía algún incidente". Esta transformación también se aplica a la vestimenta, que como se recoge en los primeros recortes de los archivos municipales estaban hechas "literalmente de trapo. Hoy día se componen de cuatro capas para defendernos más del calor", expone Honorio Trillo Benítez. En cuanto a las técnicas "hay mucha rumorología que no es cierta. La gente se cree que vamos a echar todo el agua posible y para nada es así. Tratamos por todos los medios de que se cree poco vapor para que no nos ahoguemos. La reducción del tamaño de los materiales, así como la utilización de elementos más ligeros han sido los causantes de que las técnicas se vean agilizadas y posteriormente variadas. Una medida que cambió radicalmente es la que se hacía "a la hora de entrar en una vivienda que se incendia. Antes entrábamos solos, amarrados a un grupo que se quedaba fuera, para que en el caso de que nos quemáramos, sacarnos de un tirón. Hoy día no hacemos ningún tipo de acción en solitario, vamos en pareja o en grupo dependiendo del caso", explica el hijo de Trillo Marín, al que su padre le ha inculcado el valor y la historia de un colectivo que en este 2012 celebra su 150 aniversario.
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