La pesadilla de Vicasa
Industria Resaca del cierre de la multinacional francesa en Jerez
La plantilla de la fábrica de botellas aún no se ha repuesto del duro golpe del cierre ·Sólo los prejubilados han logrado conciliar el sueño: el resto, repartido entre Sevilla y Jerez, sigue sin pegar ojo
En el mes de julio del año pasado, en mitad de las vacaciones estivales, la plantilla de la fábrica de botellas entró en un mal sueño que se convirtió en pesadilla en septiembre tras el anuncio oficial del cierre de la planta jerezana por parte de la dirección de la multinacional francesa Saint-Gobain Vicasa.
Dos meses después de la resolución del expediente de regulación de empleo (ERE) con el que se puso fin en noviembre al largo conflicto laboral, sólo los 44 trabajadores mayores de 55 años que entraron en los planes de prejubilación -un tercio de la plantilla- han logrado reconciliar el sueño.
El resto, dividido entre los que permanecen en Jerez en el centro logístico que sustituyó a la fabricación de botellas y los trasladados a la planta de la multinacional en Dos Hermanas -unos ya incorporados y otros en el paro a la espera de que en un año culmine la ampliación del centro sevillano-, aún no han despertado de la pesadilla.
Unos y otros hablan en estas páginas de su situación actual.
JAIME DE LA CALLE ·40 AÑOS. CASADO, DOS HIJOS
El nuevo centro logístico de Vicasa en Jerez cuenta con 40 trabajadores en plantilla, la mayoría, operarios de taller, cuya situación laboral apenas ha variado a diferencia de los que trabajaban a turnos, que han sacrificado los complementos salariales de nocturnidad, fines de semana, festivos... para seguir en la ciudad.
La nueva actividad en el centro jerezano, que se inició a principios de año, ocupa una mínima parte de las instalaciones de la antigua fábrica de botellas y ha quedado reducida a cuatro áreas: el sistema de libado o enfundado de botellas como la del Malibú; el taller de reparaciones; la expedición -carga y descarga de camiones-; y el mantenimiento.
Jaime de la Calle, uno de los trabajadores que han sacrificado parte de su sueldo para quedarse en Jerez, logró tras veinte años de eventual un contrato fijo en Vicasa en 2008, como conductor de línea en la plantilla de la fábrica de botellas, a la que llegó en mayo del 89, en plena Feria del Caballo, de mano de su padre, prejubilado en el 86. "Empecé de operario de paletizador -para que se entienda, formando palés de botellas a mano-, pero un año después me fui a la mili, y hasta el 95 no volví a entrar a través de una empresa de trabajo temporal", explica este empleado de Vicasa.
La pesadilla no ha terminado para De la Calle, que tras la firma del expediente se debatió entre irse a Sevilla o quedarse en Jerez, opción esta última por la que finalmente se inclinó aún perdiendo buena parte del sueldo para mantener cierta calidad de vida. "Si hubiera tenido casa en Sevilla no lo habría dudado, pero era mejor apretarse el cinturón y salir adelante con menos sueldo a tener que hacer frente a dos hipotecas o malvender la casa de Jerez, porque la ayuda de 220 euros que da la empresa a los que han ido a Dos Hermanas es una pequeña miseria que no da ni para gasolina".
De la calle se incorporó el pasado 4 de enero a su nuevo puesto en Jerez en el sistema de libado, el enfundado de botellas como la de Malibú que se mantiene en la planta de la Ronda de los Alunados, donde la actual plantilla forma una piña en espera de lo que pueda venir, pues nadie descarta que pasado un tiempo razonable llegue otra tormenta.
Llegar a final de mes se ha convertido ahora en su principal preocupación.
FRANCISCO JOSÉ CARPIO MARTÍN ·40 AÑOS. CASADO, DOS HIJOS
El traslado a la fábrica de Dos Hermanas se convirtió en la única alternativa para la mayoría de los que trabajaban a turnos en Jerez sin renunciar a una parte importante de su sueldo. Del total de 26 trabajadores acogidos a esta medida, la mitad se ha incorporado ya a su nuevo destino, mientras los otros 13 esperan en el paro a que culminen los planes de ampliación de la planta sevillana, si es que la crisis permite realizar la inversión.
Francisco José Carpio fue llamado a 'filas' el Día de Reyes, aunque no se puede decir que para ocupar su nuevo puesto, ya que ninguno de los 'jerezanos' trasladados a Sevilla tiene asignada una función concreta.
Con 14 años de experiencia a sus espaldas, ocho de eventual y seis de fijo, Carpio llegó a Vicasa a través de un anuncio en el periódico. Tras el cierre de la fábrica de botellas, "el tema económico" condicionó su elección, toda vez que si se quedaba en Jerez la merma salarial rondaría los 400 euros. Pero no fue el único motivo que le indujo a irse a Sevilla, decisión en la que pesó la incertidumbre sobre el futuro de la planta jerezana, que muchos sospechan está abocado al cierre para dar paso a la construcción de viviendas.
El trayecto diario de ida y vuelta a Sevilla se hace pesado, pero Carpio, como algunos de sus compañeros trasladados, está esperando a que se concreten las posibles ayudas de la Junta y los contactos que los representantes sindicales mantienen con el Ayuntamiento de Dos Hermanas para facilitar su acceso a una vivienda a precios asequibles, aunque "tampoco espero gran cosa".
En la planta sevillana desarrolla la misma función que en Jerez, y dice haberse integrado bien pese a no tener un puesto definido. "Hasta ahora nos dedicamos a aliviar la carga de trabajo de los demás"
De Jerez se echan en falta muchas cosas. La forma de trabajar es distinta, hay diferencias en el concepto, en la mentalidad, pero fundamentalmente lo que más se añora es que éramos una gran familia".
Para Carpio, de los tres grandes bloques en los que ha quedado dividida la plantilla de Jerez sólo los prejubilados han escapado bien, muy bien; los de Sevilla, a los que la empresa ha dado una compensación económica insuficiente -250 euros al mes- que no cubre gastos; y el bloque de Jerez, viable para los que trabajaban en taller, pero con la incertidumbre del futuro.
JOSÉ CHINCOA MORILLA ·54 AÑOS. CASADO. DOS HIJAS
El caso de José Chincoa merece mención aparte. Junto a otra docena de ex trabajadores de Vicasa-Jerez, forma parte del grupo que irán trasladados a Sevilla, la fábrica en la que empezó, previo paso por el paro durante un año. Lo más sangrante, sin embargo, es que como otros tres trabajadores, se quedó fuera de las prejubilaciones por meses y, en pleno debate de la reforma de las pensiones, si se confirma la ampliación de la edad de jubilación, "voy a tener que trabajar diez años más que la media, pues nadie aguantaba en mi puesto -línea de fabricación- hasta los 65 años".
Chincoa llegó a la fábrica de Dos Hermanas, donde trabajaba un hermano y dos cuñados suyos, en el año 74 y le hicieron fijo dos años después. A principios de los ochenta fue uno de los 60 trabajadores que trasladaron en dos tandas a la fábrica de Jerez. "Entonces fui el último de la lista y ahora he sido el primero en quedarme en puertas de la prejubilación", se lamenta.
"Cuando me mandaron a Jerez me partieron por la mitad, porque tenía planteado mi futuro en Sevilla; ahora me han partido entero, porque toda mi vida está en esta ciudad y con los 250 euros que nos dan para la vivienda no llega para alquilar una casa y trasladarme con mi mujer", explica Chincoa, a quien se le hace cuesta arriba el trayecto en coche porque "bastante duro es ya el trabajo en la fábrica".
Después de 28 años en Jerez, para Chincoa es un drama familiar tener que dejar su actual residencia y coincide con Carpio en que los únicos que han sacado algo en positivo del cierre han sido los prejubilados. "El resto, de bien nada, pues hemos salido muy perjudicados; si me quedaba en Jerez, perdía 600 euros de sueldo, luego estoy obligado a irme a Sevilla, más ahora que tengo a mis dos hijas estudiando fuera".
En cuanto al futuro del nuevo centro de Jerez, José Chincoa es de los que piensan que "la empresa ha dejado algo para que no les expropien los terrenos". "Si han cerrado la fábrica más productiva, tiene que ser porque hay mucho dinero en juego con la recalificación de los terrenos", apunta.
NICOLÁS GAGO ·56 AÑOS, CASADO, TRES HIJAS
El grupo de prejubilados de la fábrica de botellas ha logrado, a duras penas, conciliar el sueño tras el duro "palo" que ha supuesto el cierre de la fábrica, una experiencia "traumática" de la que, según Nicolás Gago, aún no se han repuesto del todo. Como muchos otros de los que están en su situación, Gago tiene sentimientos enfrentados entre la tristeza por el cierre de la fábrica, a la que ha dedicado un tercio de su vida, y la alegría de poder volcarse ahora en su familia.
Nicolás Gago llegó a la fábrica en 1971 a través de un familiar que tenía amistad con uno de los 'jefes'. Estuvo tres meses, se fue a la mili, luego al paro y al final volvió para hacer un cursillo de tres meses y quedarse fijo. Este electricista de profesión recaló en la fabricación por la falta de plazas relacionadas con sus estudios y ha vivido muy de cerca anteriores conflictos de la fábrica por su vinculación durante 14 años al comité de empresa.
"El trabajo en la fábrica era un estilo de vida, pero con el cierre, se deja a mucha gente en el camino, y eso marca" explica Gago, a quien le costó asimilar el cierre cuando poco antes se hablaba del traslado de la planta a las afueras de Jerez.
En su relato, Gago viene a confirmar la palabras de Chincoa acerca de la dureza del trabajo en fabricación, "departamento muy agresivo en el que no sé cuánto más podría haber aguantado; pocos antes llegaron a los 65 años para jubilarse".
A los que piensan que se podía haber hecho más para evitar el cierre, Gago transmite que "si hubieran vivido el conflicto en primera línea tendrían otra opinión". "Hemos luchado hasta el último día, hemos llamado a todas las puertas, pero llega un momento en que o negocias o te quedas sin nada", aclara.
Y aunque admite que "los prejubilados hemos salido bien, tampoco es para tirar cohetes", apostilla.
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