El 'pilar' de la casa de Siloé
Casi 50 voluntarios de esta asociación dedican una parte de su tiempo de ocio a ayudar y acompañar a personas afectadas por el Sida acogidas en el hogar
La labor que realizan los voluntarios en las asociaciones y Ongs es casi esencial para que éstas puedan funcionar y se cumplan los objetivos marcados.
Pilar Bartolomé es una más de esas personas que cada día, con su entrega y dedicación, ayudan a los que más lo necesitan, a esos rechazados por la sociedad. Esta mujer, hermana dominica, es una de esos cristianos que, en 1995 preocupados por la situación en la que vivían y morían algunas personas afectadas por el virus del Sida, decidieron hacer algo para ayudar a esos enfermos. Así nacía la asociación jerezana de ayuda a infectados de VIH/Sida "Siloé". "Se le dio ese nombre por un pasaje de la Biblia donde Jesús le decía a un ciego que fuese a curarse a la piscina de Siloé. Pensamos que sería un buen nombre, que la gente dijera: ve a curarte a Siloé", recuerda Pilar.
Hasta ese momento sólo tenían una sede desde donde daban charlas a asociaciones de vecinos y parroquias, e intentaban educar y sensibilizar a los ciudadanos acerca del Sida. "Creíamos que había que dar una respuesta a esa necesidad que existía, y por suerte tuvimos muy buena acogida por parte de todo el mundo", cuenta Pilar. Los jerezanos y el Ayuntamiento de la ciudad apoyaron el proyecto de este grupo de personas, y en noviembre de 1999 se construyó el Hogar Siloé.
Esta casa se mantiene en parte por las donaciones de los socios y subvenciones que reciben de organismos oficiales. Muchos de los muebles que se encuentran en la casa, han sido donados por personas que querían aportar una ayuda. Sin embargo gran parte del funcionamiento de Siloé sale a delante gracias a las ayudas de los voluntarios que diariamente se desplazan hasta allí para echar una mano. "Hay unos 50 voluntarios colaborando con Siloé, pero no todos vienen todos los días, suelen pasarse una o dos veces por semana", explica Pilar. Estos voluntarios aunque no realizan una labor diaria, si lo hacen cuando acuden durante sus vacaciones. Trabajan en talleres con los enfermos, o se encargan de acompañarlos y darles conversación. Las personas encargadas de la cocina también son voluntarias que aportan a la casa su buena mano en los fogones. Todas estas personas entran en contacto con la asociación bien porque los conocen y tienen afinidad con estas personas, o bien a través de las parroquias. "Cuando llega mucha gente nueva por aquí, parece que los enfermos se alteran más de ver tantas caras nuevas", confiesa Pilar. Ella es una de las pocas personas que visitan ese lugar todos los días y comenta que "este trabajo es satisfactorio en el sentido en que crees en lo que haces. Es un trabajo que hay que realizar pues hay un gran desconocimiento e ignorancia en la población". Pilar explica que toman sus medidas para evitar contagios y que ante todo lo primero y más importante es prevenirlo, "si te contagias hay poco que hacer, así que lo importante es evitarlo".
La labor de Siloé se ha expandido hasta África, a la ciudad de Beira (Mozambique), donde se ha creado "Lar Siloé", una casa hogar para niños huérfanos, cuyos padres estaban afectados por el Sida. "No nos hemos quedado sólo en jerez, queríamos hacer esto más extensivo", cuenta Pilar. También desarrollan programas de alfabetización a mujeres y niñas, para que puedan tener autonomía propia y sepan cómo proteger su salud. Además los voluntarios de Siloé que allí se encuentran intentan que sean los propios nativos los que participen activamente en estos proyectos.
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