Por Fidela y por Noelia (y por todas las demás)
Víctimas de violencia de género y vicaria dan a conocer sus testimonios tras la creación de la Plataforma contra las Violencias Machistas en La Barca para ayudar a otras mujeres
Jerez/“Relatar mi historia cuesta, el pasado para mí es aún es muy doloroso y sigo en fase de autoperdón. Soy una de esas miles de mujeres maltratadas y anuladas que no denunció, que aguantó y soñó cada noche con no despertar por la mañana. No sabría explicar cómo llegas a ese punto, cómo dejas de ser persona, cómo puedes creer que todo es culpa tuya”.
Son palabras de Fidela, vecina de La Barca y una de las muchas mujeres que ha sufrido en primera persona violencia machista y vicaria durante años. De hecho, aún hoy lucha para lograr que sus hijos dejen de sufrir las consecuencias de una relación que ya acabó pero que sigue lastrando su vida y la de dos menores.
A pesar de que todavía sigue inmersa en una dura batalla burocrática, Fidela ha querido contar su experiencia en la reciente presentación de la nueva Plataforma contra las Violencias Machistas con el objetivo de ayudar a otras mujeres que se encuentren en una situación similar.
No le fue fácil contar como su primer hijo, Manuel, nacido en 2007, sufrió la ira del padre desde pequeño: “Desde que empezó a andar fue objetivo de duros castigos por parte de su padre. Los encierros en el baño a oscuras durante periodos de tiempo prolongados le provocaron pánico a la oscuridad, al silencio y a los gritos que él mismo daba pidiendo que lo sacara. Le pegaba por cualquier cosa, nunca compartió con él un juego, una tarea… nada”. Siete años después nació su hija Adriana, “y fue ahí, en la figura de madre, cuando no dude dudé de que aquello tenía que terminar”.
Tras el divorcio, en mayo de 2017, se estableció un régimen de visitas normal, de modo que los menores se iban con el padre los martes y jueves por la tarde así como fines de semanas alternos. “Desde la separación el padre decide, y así se lo hace saber al niño, que es su hijo Manuel quien va a pagar lo que su madre le ha hecho, separarse. Desde el principio, Manuel y Adriana no quieren ir con él, nunca fueron contentos y mi hijo se lo decía al padre constantemente”, recuerda Fidela.
Incluso, “los dejaba solos en casa para irse a las peleas de pollos. Entonces Manuel tenía 10 años y su hermana 5 y los llegó a sacar la Guardia Civil de la casa a los dos solos”.
Entre los hechos más destacados, Fidela narra cuando en abril de 2018 el padre obliga al pequeño a grabar un vídeo amenazándolo con un cuchillo para que diga lo que él le dice. “Le dijo a su hijo que el vídeo era para un abogado y que, si no contestaba o si le contaba algo a su madre, le iba a dar un leñazo y le cortaría la lengua con el cuchillo”.
Unos hechos que Fidela denunció logrando, tras una odisea por los juzgados, que en noviembre de 2018 cuando se establecen medidas cautelares, se le suspenda al padre el régimen de visitas vigente hasta entonces. Se establecen entonces visitas tuteladas en un Punto de Encuentro Familiar (PEF), hasta que el 22 de octubre de 2019 la citan para el juicio: “Inesperadamente ante mi total ignorancia y confianza, llega la propuesta de mi abogado para convencerme de que lo mejor es negociar y aceptar la propuesta del abogado de la parte contraria: una condena de 1 año, 7 meses y 15 días. Aceptamos y se dicta sentencia firme con ese 1 año, 7 meses y 15 días de orden de alejamiento de Manuel y Adriana. Mi error al aceptar me ha enseñado que con un maltratador nunca se puede negociar”.
“Mi ignorancia en el tema legal me hizo aceptar ese acuerdo sin entrar a juicio y, al concluir el periodo de cumplimiento de la orden de alejamiento, la niña tiene que volver inmediatamente a reanudar las visitas con su padre, sin el periodo de adaptación previo necesario… La orden finalizó el 2 de junio de 2021”, lamenta. Ahora el Punto de Encuentro Familiar es otro, un centro privado escogido por el padre. Sin embargo, su hija Adriana “manifiesta su contrariedad a asistir a estos encuentros, cada vez es más complicado llevarla, entra mal y sale peor”.
“En una de las visitas en la que, como siempre, llevo a la niña a la fuerza, casi a rastras para que entre… hay otra madre en la puerta pendiente de unos papeles, que se me lanza al coche y me hace pararme y me cuenta que su hijo tiene 13 años y que entra y sale en el mismo estado que mi hija. Tras un rato de conversación y de explicarme, en 18 meses que lleva allí, todo lo que ha pasado y que conoce a más madres en la misma situación, nos damos cuenta que el PEF no satisface la sensibilidad de estos menores que tienen la obligación de acudir allí”.
“Las madres en la calle observamos muchas anomalías en el funcionamiento del punto de encuentro, pero hay mucho miedo a hablar”, cuenta Fidela, explicando que el pasado mes de julio “orientada por mi asociación de mujeres, acudo a una abogada experta en violencia de género, y ella me aconseja que nos juntemos las madres y nos dirijamos al fiscal del juzgado de familia y al Defensor del Menor para contarles todo lo que estamos observando que ocurre en este PEF de Jerez”.
Tras ser recibidas por la fiscal y a la espera de una respuesta, Fidela decidió en octubre no acudir todas las semanas al PEF “porque el estado de ansiedad de Adriana obliga a llevarla a urgencias. El pediatra recomienda un psicólogo y el padre se niega a autorizarlo. He visto al director del colegio ya que Adriana esta todo el día haciéndose pipí, tiene esa sensación constante y ya la vieron los especialistas y no es más que la forma de manifestar su estado. Esta triste, no come apenas y los jueves se niega a todo...”.
Su situación la llevó, hace ahora un año, a acudir a las asociaciones de mujeres de La Barca de la Florida que pertenecen a Sol Rural para pedir ayuda. Fue precisamente así “al intentar buscar soluciones cuando surge la idea de la creación de esta plataforma ciudadana contra la violencia machista y vicaria con ese objetivo claro de acompañamiento y apoyo a las mujeres que la sufrimos. El apoyo, acompañamiento y afecto del grupo es lo que me ha sacado de mi estado de indefensión”.
En esta misma plataforma también está la jerezana Noelia, en su caso tanto ella como sus hijos están siendo víctimas de este tipo de violencia, según denuncia: “Psíquicamente me queda mucho camino por recorrer, los moratones desaparecen pero la autoestima es difícil de recuperar. Llegué hasta el punto de sentir como el techo se te viene encima y no ver ninguna salida para escapar”.
Le duele mucho recordar como cuando nació su hijo mayor, ya desde el principio del matrimonio, “mi exmarido se iba día sí y día no, a beber. A los meses de nacer mi hijo, empeoró aún más la situación de la bebida. Siempre eran gritos e insultos constantes, portazos y, puñetazos en las paredes diciendo: “Por no darte a ti”. Cuando se le pasaba, al día siguiente me decía que no iba a hacerlo más, aunque eso solo duraba el día de la resaca”.
Posteriormente, “estas discusiones, se tornaron en empujones, agarrones de los brazos, forcejeo y patadas”. Lesiones y moratones sobre los que ella se inventaba historias para que su familia no supiese lo que estaba pasando. Además, cuando su hijo fue haciéndose mayor se convirtió en el blanco de los insultos de su padre, “todo eso acompañado de zosquis en la cabeza. Hechos que también fueron minando la autoestima de mi hijo y que, si yo se lo recriminaba, su contestación era que a él no le quitaba yo su autoridad, empezando de nuevo las peleas, y haciendo que mi hijo se sintiera cada vez mas hundido”.
Años después nació su hija y “creí que cambiaría todo, pero la situación siguió igual… Seguía controlándome cuando salía, dónde estaba, con quién estaba y llamando constantemente”. “A los pocos años de tener a mi hija decidí separarme porque, mi hijo con 9 años en ese momento, me lo pidió, y me decía que así no podíamos estar más”.
“Me dijo que si me divorciaba me atuviera a las consecuencias. Efectivamente así fue; él quería que viviéramos en la casa una semana cada uno, y los niños siempre se quedaban en la casa, siendo nosotros los que salíamos de ella. Acepté ya que el miedo a que me quitara a los niños era muy grande. Pero al ver que cuando él estaba en casa con los niños llevaba a los amigos a beber y mis hijos presenciaban las borracheras, me busqué un abogado y éste le comunicó que la situación cambiaba”, recuerda.
Después de meses de problemas, en los que impedía que la familia de Noelia recogiera a los niños “porque yo no estaba para recogerlos”, se establece “custodia compartida y aún sigo sin sentencia”. Desde ese día, “empezó mi deambular, llegando a tener que cambiar cuatro veces de abogado… Él solicita que me examine un psicólogo alegando que estaba loca, no es casualidad que eso lo digan todos los maltratadores, y fue este psicólogo el que detectó que se trataba de un caso de violencia de género, ya que aunque parezca mentira, yo no era consciente de ser víctima de violencia de género, y su adicción al alcohol, ya que él reconoció el consumo del mismo, pero seguía diciendo que la culpa la tenía yo”.
Desde entonces, “empezó el infierno donde son mis hijos el arma que utiliza para hacerme daño”. “Mi hija se ponía a llorar por teléfono rogándome que la sacara de allí, tan solo con 3 añitos”, lamenta, asegurando que “el miedo de saber que conduce borracho en compañía de los niños, me supone estar siempre en constante estado de estrés”. Incluso, “los dejaba dormidos en las sillas de los bares hasta altas horas de la madrugada o los dejaba solos en la casa mientras se iba de borrachera a los bares”.
Después de un largo proceso, “por la situación de mis hijos, se interponen medidas cautelares y posteriormente medidas cautelarísimas ante la situación tan grave que están viviendo mis hijos. Y, dos años después en el juzgado de violencia, a través de un auto, se ratifica que la custodia se queda exclusiva para mi, ya que él renuncia a la compartida”.
A partir de ahí, “a mi hijo solo lo puede ver en un punto de encuentro público y a mi hija los martes y jueves y fines de semana alternos, sin vacaciones ninguno de los dos”. Ella, como Fidela, comenzó a utilizar el servicio del Punto de Encuentro Familiar privado, sufriendo según denuncia desagradables experiencias.
“Descubrí que lo mismo que hacen conmigo, también lo hacen con más madres”, asegura, explicando que “me armé de valor e interpuse una reclamación en el OMIC. Exponiendo todos los problemas que hemos sufrido tanto mi hijo, mi familia como yo”.
Fue precisamente en la puerta del Punto de Encuentro donde conoció a Fidela: “A día de hoy sigo dando las gracias porque esta madre apareciera en ese momento, ya que mi desesperación había llegado a límites incalculables, y había perdido toda esperanza, luchando sin obtener resultados. Gracias a ella, fuimos a ver a la fiscal de familia”.
“Podría estar horas y horas contando mi historia, pero solo quería demostrar a través de pinceladas, hasta donde puede llegar el calvario de unos niños, a veces hasta el asesinato, que en nombre de la patria potestad, se ejerza la violencia vicaria”, señala Noelia, tras haberse constituido la nueva Plataforma para ayudar a las mujeres que están pasando por su misma situación. “Lo hemos conseguido. Queda un gran camino que recorrer, pero como decimos esta mamá y yo, unidas a todas las voces que nos apoyan. No vamos a parar en la lucha”.
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