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Jerez, destino de moda para el puente de diciembre

Un pregón a flor de piel

Tiempo de Cuaresma · El pregón

José Blas Moreno González le regaló al Jerez cofrade un anuncio de la próxima Semana Santa cargado de sentimientos, de vivencias y cariño a las hermandades.

José Blas Moreno, emocionado al concluir la declamación de su pregón. / Pascual
Manuel Sotelino

03 de abril 2017 - 09:24

La única apuesta segura para 'colarse' en el corazón de los cofrades cuando se llega al Villamarta es hacer un pregón personal, de vivencias. Contar tu vida a carta cabal y jugártelo todo a un número. El corazón tiene más química con el público que la pluma o la declamación. No ha sido un pregón de altos vuelos literarios ni tampoco un pregón ofrecido por una voz profunda que embelesara. José Blas no se ha dado 'coba' a sí mismo y llegó al Villarmarta con un buen ramillete de experiencias y de vida. De tristezas y de alegrías. Porque “no es posible conocer la felicidad si no se experimenta en tu propia carne las penas”, dijo su presentador. Un pregón de pasiones encontradas y de recuerdos apasionados. Clavó su vida y sus vivencias cofrades, su recuerdos y su mirada, en la cruz de su hermandad de la Amargura que presidió, junto al Simpecado del Santo Crucifijo, el escenario del Villamarta. Sembró en el patio de butacas y las plateas la semilla de su vida, los recuerdos de su madre y, sobre todo, sembró su Fe. Y como César, llegó, vió y venció.

Cuando se abre el compás y le ganas terreno al 'toro' de la responsabilidad, cuando expones las femorales ante el juicio severo del mundo cofrade, no tiene más remedio que tocar triunfo. Nadie que apuesta tan de verdad puede salir del entuerto impasible. Y José Blas, ayer, triunfó en el Villamarta. Pregonó a la Semana Santa con valor y sinceridad. Sin engañarse a sí mismo. Y daba la impresión de que todos los que salían del teatro conocían, un poco más, no sabemos si al pregonero, pero sí a la persona y al cofrade. Que para el caso es de lo que se trata. Nadie que se desnuda tan de verdad puede salir por la puerta de atrás. Porque la vida siempre se atraviesa con el remo de la verdad.

Eran las doce del mediodía cuando la banda municipal de Jerez atacaba con los acordes de Amargura, de D. Germán Álvarez Beigbeder. Afinación y buen sentido. Un regalo musical de los componentes de la agrupación musical que no pasan por sus mejores momentos pero que no impide que su trabajo sea intachable. Sonó a la perfección, con fuerza y vigor, la marcha que compusiera Braulio Uralde que es como el himno eucarístico por excelencia: Corpus Christi. Bien por los músicos de la municipal que lo bordaron en el capítulo musical.

La presentación corrió a cargo de Juan Carlos Moreno González. Hermano del pregonero. José Blas no pudo haber escogido mejor escudero que su propio hermano, el cual nos colocó al pregonero en suerte con una de las grandes ovaciones de la tarde. Medido, serio, inteligente y emotivo, Juan Carlos remató su gran presentación con un “mamá, papá, va por vosotros. Jerez, ahí tenéis al pregonero”. Y el Villamarta se caía abajo.

De menos a más

A partir de ahí la suerte estaba echada. Se le vio en los primeros compases de la 'lidia' pregonera un tanto nervioso a José Blas. No era para menos. Las palmas habían echado humo y había que seguir en la misma tónica. El toro estaba perfectamente aliñado para comenzar la faena. No podía desaprovechar la oportunidad. El pregón tomó un cauce como el de las grandes faenas. Las que se recuerdan siempre. Comienzan a menos para acabar con apoteósis. Y así fue como José Blas fue desgranando toda la Semana Santa de Jerez en un escrupuloso orden de salida. Pero antes de comenzar su recorrido, quiso tener dos detalles muy emotivos. Se acordó del añorado Manolo Molina al que le dedicó su pregón y trajo al recuerdo de todos a 'Manolito el del Huerto', al cual definió así. Por su nombre. En el recuerdo siempre de todos los que le conocieron.

Hubo para todos. Y a todos le dedicó su párrafo. Su manera de entender cada misterio y cada lágrima que se desmalla por el rostro de una dolorosa.

Ovaciones hubo y muchas. Y momentos que iban 'in crescendo' conforme corría el reloj de su vida contada a cada golpe de verso.

Destacar un pregón con tantas vivencias es complicado. Y más compilarlo en apenas unos párrafos. Pero sí se podría asegurar que aquellos momentos en los que el pregonero puso toda la carne en el asador no salió defraudado. Como aquel año en el que su cofradía de la Amargura decidió no salir por la amenaza de lluvia y pudo ir a enamorarse del giro de la mirada de la Virgen de los Dolores. Quintaesencia de la hermosura serena.

La Estrella también salió a colación al definirse como un tipo que se crió en las escuelas cristianas. La blancura tersa del rostro de la Virgen lasaliana tuvo enjundia y sentimiento. O la Coronación de Espinas a la que definió como “una cofradía grande”.

La parte más taurina se la llevó, en cambio, la cofradía de Fátima. Y se notó que el pregonero muere ante el rostro desgarrado de la Virgen de los Remedios que la definió como “de bandera”.

S

u primer escarceo como costalero lo narró el pregonero cuando con un amigo decidió sacar al Cristo de la Viga a escondidas de la familia.

Y la reivindicación. Que no se hizo esperar por parte de José Blas al querer hablarle a alguien indeterminado que persigue los signos cristianos. “¿Por qué le tiene usted miedo a un crucifijo si no dispara ni tiene balas?”, le interpeló. José Blas aprovechó la ocasión para reivindicar el respeto que el pueblo cristiano tiene por todos aquellos que no comparten la fe católica. Y con un quiebro, al final de apartado, afirmó con un “le dejo que tengo que seguir con el pregón. Buenas tardes. Ah, y quede usted con Dios”.

Amargura

Como no podía ser de otra manera, finiquitó su pieza literaria con un fondo musical que dedicó a sus imágenes. El Señor de la Flagelación, el Santo Crucifijo y la Virgen de la Amargura... La Amargura. A la cual le dijo “¿Tú qué quieres que te diga?”, en alusión a los muchos y buenos pregoneros que ya contaron casi todo a la Virgen. Pero quedaban algunos párrafos más que narrar. Los que compuso José Blas con una gran pasión. Un final que hizo que el Villamarta, de nuevo, se cayera. Ahí estuvo su hijo para pregonarle desde el Villamarta con la pasión a flor de piel. Con el sello grabado a fuego de su amor y su ternura.

No se podría cerrar esta crónica casi improvisada si no se hiciera reseña del afinado sentido del humor del pregonero a quien su hermano definió en la presentación como “un tipo que cuenta muy bien los chistes mientras, yo, que soy su hermano, soy así de soso”. Y tuvo oportunidad el pregonero de dejar bien claro que, cuando quería, provocaba la sonrisa entre los congregados. Habló de la conocida Silvia Toro que no se pierde una 'igualá' para mostrar todo el género que vende en su conocido comercio de Sedería. Y lo hizo sentenciando con gracejo que “de su eterna maleta empieza a sacar el género interminable e infinito, que nos hace sospechar que ésta tiene que ser de la misma marca que las de Harry Potter”. Y si con Silvia quiso rendir un momento de distensión en el Villamarta, no menos lo hizo cuando intentó hacer la fachada de San Dionisio en las clases de pretecnología que dirigía el recordado Fernández Lira. Así las cosas, Lira preguntó a un joven José Blas por el significado de su 'obra' a lo que le dijo que se trataba de San Dionisio. José Ramón, con aquel mal carácter que le acompañaba -a la par que entrañable- le increpó “Pero qué San Dionisio, ¿el de aquí?¿el de Jerez?” a lo que el jovenzuelo respondió “po claro”.

Su madre

En definitiva un gran pregón el que regaló a los cofrades José Blas Moreno González. Un pregón que quedará en el recuerdo por su emotividad y por poner su vida como referente. Con detalles de categoría cuando le mandó ánimos a Eva Castañeda en medio del mal momento que está atravesando la hermana mayor de El Perdón.

Y como fondo de toda su pieza literaria, su madre. La que le hizo cofrade. La que le inculcó a él y a su hermano el amor por las cofradías y por abrazar con amor a María cuando llegaban al azulejo del Rocío y les enseñaba a persignarse. Su madre, la que le arropaba por las noches. La que le hizo ‘amargurista’ de pura cepa. Un pregón que, como definió para este medio recientemente, daría de la mano de su madre. Su madre que lo parió cofrade y pregonero. Por la gracia de Dios. La misma que junto a su padre, desde el Cielo eterno, abrazados como cuando se conocieron a las puertas del convento de San Francisco y estando por testigo el Señor de la Vía-Crucis, ahora, se habrá sentido orgullosa de sus dos hijos. El uno dejando al 'toro del pregón' perfectamente en suerte, y el otro por haberlo bordado en el Villamarta.

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