La primera ola de calor del verano no quita el sueño a los viñistas del Marco de Jerez
El sector mantiene sus ilusiones intactas en una campaña esperanzadora por la subida del precio de la uva y el aumento de la producción
El viñedo del jerez resiste bien la sequía por el buen reparto de las escasas lluvias caídas que ha permitido que la tierra retenga suficiente humedad
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Los viñistas del Marco de Jerez están tranquilos tras la llegada de la primera ola de calor del verano, durante la que se anuncian temperaturas de más de 40 grados y viento de levante, pero que en principio se prolongará sólo cinco días, hasta el martes, en los que esperan algo de refresco por las noches para que la viña descanse. El calor no les quita el sueño y menos en un año que, salvo excepciones como la tormenta de pedrisco que ha hecho estragos en el viñedo de Trebujena, pinta bien para la viña.
Los productores tienen dos grandes frentes abiertos de cara a la vendimia, los kilos, que de momento van por buen camino, y el precio, que también, porque aunque los viñistas están a la espera de que las cooperativas liquiden la última campaña con un alza importante y hasta finales de julio no se firmarán los contratos con el nuevo precio de la uva, hay bodegas que están ofreciendo desde hace una semanas por encima del euro por kilo, lo que supone un incremento de más del 40% respecto a la última campaña.
"El tiempo, a pesar de todo -sequía-, está ayudando; lo poco que ha llovido ha caído muy bien y la viña está sorprendentemente bonita debido a las tierras albarizas tan maravillosas que tenemos y a la buena labor de los viticultores, por lo que en principio parece que vamos a tener un poco más de producción que el año pasado", indica Francisco Guerrero, presidente de los viñistas independientes de Asevi-Asaja.
El sector arrastra tres años de vendimias cortas con déficit de producción y la de este año, "aunque tampoco va a ser un cosechón, si no se tuerce va a ser mejor", espeta Luis Mateos, asesor vitícola, quien se hace eco de la ilusión con la que los viticultores afrontan una campaña "esperanzadora", algo que no se veía en el sector desde hace tiempo.
Los productores están más preocupados por los kilos que por el precio, situación que se refleja en la decisión de muchos viticultores de aplicar protectores solares en el viñedo para mitigar los efectos del golpe de calor, ya que "la uva metida en caldo ofrece más resistencia al calor, pero todavía está metida en carne y hay más riesgo de que se pasifique".
Con esta práctica poco usual en el Marco, sobre todo en los años en los que la rentabilidad brillaba por su ausencia, se pretende preservar la producción, lo que unido al previsible aumento del precio de la materia prima puede compensar el incremento de costes en la vendimia de la inflación, detalla el consultor en materia de viñedo y titular de la empresa Vara y Pulgar.
"Da hasta apuro ver cómo está la viña frente a los problemas que están teniendo otros cultivos por la sequía, pero el reparto de las lluvias, incluso de las tardías de la primavera del año pasado, ha permitido que el agua cale y la tierra ha retenido la humedad para favorecer el desarrollo de la vid", añade Mateos.
Tras una vendimia, la de 2022, harto complicada por las adversidades meteorológicas que provocaron el adelanto de la corta de la uva a finales de julio por primera vez en la historia del Marco de Jerez, los viticultores han recuperado el entusiasmo frente al deseo de abandono que predominaba en los últimos tiempos.
El cambio climático ha provocado que julio tenga ahora la llave de la vendimia en lugar de agosto, por lo que los viticultores rezan para que, después de la ola de calor de estos días, los termómetros se mantengan el resto del mes por debajo de 35 grados con predominio de vientos de poniente, escenario ideal para la maduración de la uva.
"Un verano caluroso hundiría la producción, pero los pronósticos para después de la ola de calor anuncian bajada de las temperaturas y poniente, así que toquemos madera para que siga así y para que también respeten las enfermedades, que de momento tampoco están causando problemas", señala el presidente de los viñistas independientes.
Paco Galán, vicepresidente de Asevi-Asaja, coincide en subrayar los beneficios de las precipitaciones registradas en el presente año agrícola, pese a su escasez, "apenas 400 litros pero que han caído en el momento más oportuno, como si se hubiera regado".
Pese a ello, las previsiones de Galán sobre la producción final son algo más pesimistas, toda vez que asegura que será otra "vendimia corta, porque mucha uva se va a pasificar, como en años anteriores".
Ahora que el sector ha dejado atrás los excedentes, aquellos que hundieron el precio de la uva, "ahora que hay demanda y que hace falta más producción no hay; llevábamos años diciendo que venía el lobo, pero no se ha hecho nada y el lobo nos ha mordido, y aunque este año el precio pueda compensar algo la subida de costes, los rendimientos son muy bajos, de poco más de ocho mil kilos por hectárea -antaño se alcanzaban los 11.000 kilos sin problema-, y eso en un sector que cobra por kilos es una ruina".
Los viticultores están esperando a ver cómo termina el ciclo de la viña, saben que la producción la tienen colocada y, aunque algunas bodegas hayan empezado a valorar la calidad de la uva de hace dos años para acá, en la Denominación de Origen se sigue pagando por peso, de ahí la obsesión de los productores por la cantidad, los kilos, apostilla Galán, quien enfatiza que el viñista en este contexto, "asume el mínimo riesgo para no perderle dinero a la campaña".
En la viña, como en el campo, la situación puede dar un vuelco de la noche a la mañana, pero de momento acompaña lo principal, el precio y la producción, que sin duda no va a ser un 'cosechón', a lo sumo, lo suficiente para cubrir la demanda actual -entre envinado de botas para Sherry Cask, vinos de Jerez y Manzanilla de Sanlúcar, y Vinagre de Jerez-, no así el déficit que arrastra el sector de la última campaña, del orden de 15.000 o 20.000 botas. Claro que esa carencia de materia prima está detrás de la subida de precios, también del vino, aunque ésta no se traduzca a pies juntillas en un aumento del valor añadido a causa de la inflación cabalgante.
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