Más que 100 puntos Parker
Tres vinos generosos andaluces entran en el olimpo de la enología al obtener la máxima puntuación de la legendaria revista del gurú de los catadores.
"Es como si sacas a un viejecito del asilo y le dices que te cuente la historia de su vida. Y resulta que su vida es fascinante", dice Jesús Martínez, responsable de marketing de Bodegas Barbadillo. Estamos en un templo, en el silencio recóndito de la sacristía, un mausoleo rodeado de sarcófagos que cuchichean misterios. Una venencia vierte el color madera de una sustancia guardada durante más de un siglo en una bota como un genio atrapado en una lámpara. El primer aroma ya habla de muchas narraciones escondidas condensadas en poco más de un dedo de catavino. El vino está empezando a hablar, es locuaz e impregna los sentidos, que quedan dormidos, se rinden a la vejez. El viejecito cuenta sus historias.
Se podría empezar esta historia hablando de la acidez punzante y nerviosa de un vino cuya solera se pierde en las simas del tiempo. Podríamos empezar hablando del momento en que un Barbadillo, no se sabe muy bien cuál, propietario de una bodega fundada en 1825, compra a no se sabe qué Argüeso sobre 1840, que ni ha llegado la primera república, la Gloriosa, nueve andanas de un vino raro, un vino viejo, un palo cortado, ni oloroso ni amontillado. Un accidente, como se decía antes en el mundo del jerez. Podríamos empezar diciendo que un Barbadillo paga 14.000 pesos por este material cuando, por entonces, se pagaban 1.200 pesos por una bota de manzanilla. Aquel Barbadillo debía estar loco.
Entonces, si empezáramos la historia de esta manera, tendríamos que contar un viaje en el tiempo, un regreso al futuro. Muchos muchos años después, en 2013, alguien descubre en este vino una joya. Este rubí líquido, este santo grial, dormía en un reducto rectangular atado por telarañas, con firmas en tiza en las botas que nos remiten a Miguel Primo de Rivera y a otros personajes célebres de tiempos antiguos. Un extraño ha entrado en un columbario y ha descubierto que aquí hay muertos muy vivos. Porque en esta sacristía de la bodega Barbadillo, en un rincón con aromas de tiempo (sea lo que sea el tiempo), duerme un viejo con una potencia ancestral, un animal líquido. Casi nadie lo conoce. Todos los años se comercializan 40 botellas de esta salvajada que desafía a la muerte. 40 botellas a 500 euros. Reliquia Palo Cortado se llama. Cien puntos Parker. El viejecito del asilo, de repente, se ha hecho famoso.
Montse Molina, la enóloga gerundense de Barbadillo, ya lo sospechaba. "Ha estado siempre aquí. dentro de la reja, con su cancela y su candado. Ni siquiera se sabe si se comercializaba en sus inicios. Posiblemente no. Hablamos de vino, pero yo no sé si llamarle vino. Más bien, es una esencia".
Si hablamos en estas líneas de Reliquia Palo Cortado, una obra maestra acunada por las décadas que usted casi seguro nunca podrá comprar, que nunca podrá probar, es porque se ha producido una revolución en la publicación sobre vinos más famosa del mundo. Intentemos ordenar el relato. Robert M. Parker es un tipo que se ha criado en un ambiente familiar en Baltimore, donde sólo se bebe coca-cola. Pero él ha salido amante del arte y los vinos. En 1982 su aburrida vida como abogado de Farm Credit Banks da un giro. Aquel crítico aficionado que utilizaba el tiempo libre que le dejaba su ocupación como cazador de morosos en escribir una guía de vinos realiza una afirmación excéntrica. Asegura que el burdeos del 82, que a todos los críticos del mundo les parece extraño y sin interés, es un antes y un después en la historia del vino. Que es único. Su explicación sobre los valores de esa cosecha que tenía deprimidos a los bodegueros de esta región francesa cambió el concepto sobre la valoración de un vino. Esa iluminación convirtió a Parker en un gurú y su publicación, The Wine Advocate, en la biblia de los entendidos. Pero Parker sabe de lo que sabe. Parker, pongamos por caso, no sabe apenas nada del jerez. Ese vino, para él, habla un lenguaje extranjero.
Wine Advocate fue creciendo y no había bodeguero que no quisiera aparecer en ella. Si Parker te daba tu bendición, tu vino entraba en el olimpo de la corte de Baco. Ante esta demanda, Parker distribuyó catadores por todas las regiones vinícolas del mundo. A España le tocó en la última década Jay Miller, al que se le recordará por dar por primera vez cien puntos a un vino español y por valorar a un jumilla mediocre como uno de los mejores vinos del mundo . "Miller era un tipo extraño. No sabías cómo respiraba. Le ponías un vino, un gran vino, y su cara era impenetrable. Al principio llegué a pensar que era porque se trataba de un tipo reflexivo. Luego veías las máximas puntuaciones y lo que pensabas era o este tipo no tiene ni idea o hay algo detrás", cuenta un bodeguero jerezano.
Lo que había detrás es lo que se conoció en el mundo del vino como el Murciagate, por el que salieron a la luz unos correos electrónicos en los que se hablaba del precio que cobraría Miller por una visita a bodegas de esta región. Wine Advocate se vio inmersa en una monumental espiral de desconfianza cuando empezaron a propalarse las dudas sobre que Miller no juzgaba en función de criterios objetivos. Los criterios eran otros.
Las acusaciones serían falsas o no, pero Parker prescindió de Miller. Una destitución fulminante y el nombre de Parker en entredicho. Parker necesitaba lavar su imagen con alguien con verdadero prestigio en una región que a él nunca le había importado demasiado, pero que ahora amenazaba con derrumbar su aura mitológica. Los nervios te hacen cometer errores. Parker sustituye a Miller por el británico Neal Martin, que la primera declaración que realiza es que los vinos españoles ni le interesan, ni los comprende. Tras unos primeros trabajos bastante incompletos, Parker comprende que ahora no puede fallar. Sustituye a Martin y elige a un español para España, Luis Gutiérrez, un informático madrileño, fundador de Mundovino y que había catado para Jancis Robinson, la Parker británica. Gutiérrez hizo lo que se le pedía: crear un terremoto. El 17 de junio, en la sede del Consejo regulador del jerez, el nuevo hombre de Parker realiza una cata ciegas de vinos generosos. La expectación en el sector es máxima. ¿Iba a cambiar Wine Advocate su línea editorial, consistente en el olvido, sobre los peculiares (únicos) vinos andaluces?
Ya existe el informe: tres vinos de cien puntos. ¿Qué son cien puntos para Gutiérrez? Él mismo lo explica: "Un 100 es un vino que hace que se te acelere el corazón, algo que pasa pocas veces". Y cien puntos convierten un vino en legendario durante décadas. Los elegidos eran un moscatel de las antiguas bodegas Valdespino (hoy en manos de Estévez), un pedro ximénez de Montilla (Convento Selección, de la bodega Toro Albalá) y el único seco del trío, un palo cortado de Barbadillo (Reliquia). Pero no fue sólo eso. Decenas de vinos de jerez obtuvieron puntuaciones por las que los tintos apuñalarían. El vino generoso, de la mano de Wine Advocate, regresaba al mapamundi como lo que era, algo extraordinario, único.
Los elegidos con los cien puntos eran vinos muy viejos, con muy escasa comercialización, totalmente desconocidos por los mortales. Pareciera que Gutiérrez no quisiera convertir unos cuantos vinos andaluces en superventas -no pueden, los tres tienen unas pocas andanas-, sino reivindicar, dar a conocer. El día en que Wine Advocate publicó su informe sobre los vinos generosos andaluces, Eduardo Ojeda, responsable de producciónde bodegas Estévez, supo que algo iba a cambiar.
Ojeda conversa ante una pequeña botella con una etiqueta vintage que contieneel atávico moscatel Los Toneles. Sólo salen al mercado 350 botellas al año a 250 euros cada una. Tras conocerse la valoración de Parker, la demanda ha crecido, pero Estévez no puede sacar más al mercado, por lo que se ha decidido comercializarla con medias botellas. Ojeda, en cualquier caso, valora que "lo que importa no es tanto los cien puntos de este moscatel sencillamente único, sino que hay manzanillas como la nuestra, La Guita,que han superado los 90 puntos. Que hay decenas de vinos del Marco de Jerez que Gutiérrez ha puesto en su lugar".
La satisfacción es doble para el capataz José Luis Monge. que asiste a la conversación en las nuevas y flamantes bodegas Valdespino. Monge se crió entre las botas de las antiguas bodegas Valdespino, unas de tantas a las que las nuevas generaciones familiares dejaron caer o no pudieron sostener por que el negocio del jerez requiere paciencia y, a veces, es ingrato. Monge es hijo y nieto de capataces. Un día le dijeron que la familia Estévez compraba las 15.000 botas de la bodega, entre las que se enccontraban las andanas de Los Toneles. Nadie puede saber quién puso la primera criadera de Los Toneles en Valdespino. Como dice Ojeda, "nosotros somos un microsegundo en la vida de este vino". La sola idea de mover esa joya, esas botas, aterrorizó a Monge. "Me acojoné". El vino no sólo se salvó, sino que ahora es célebre.
El traslado de las 15.000 botas de los distintos cascos bodegueros de Valdespino hasta el complejo Real Tesoro que la familia Estévez construyó al otro lado de la circunvalación de Jerez tiene que entrar en lo anales de la ingeniería bodeguera. Ojeda recuerda que "se fueron trasladando poco a poco, mientras al mismo tiempo se construía la bodega, pero las botas estaban muy deterioradas. Montamos una tonelería y encargamos a toneleros veteranos,dirigidos por el legandario Julio Gutiérrez, recuperar esas botas envinadas, nuestro mayor activo".
El acto litúrgico de probar el moscatel santificado por Parker se realiza con solemnidad.¿Qué es esa sensación que acelera el corazón? Con habla pausada, el moscatel nos lo va a contar. Porque en la copa que sostengo en este escenario de botas resucitadas gime un extraño espíritu. Me avisa Ojea que "éste no es un vino para mayorías. Es de tal compljidad que para muchos sería un vino imbebible. La primera sensación será decir joder, ¿esto qué es?". Y a continuación del 'joder, esto qué es' el vino se hace revelación, se apodera de las teminaciones nerviosas. Es dulce y amargo; es fresco, ágil y poderoso, intenso. Es una experiencia. Es un auténtico 'cien puntos parker'. Es un viejecito narrando una larga existencia.
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