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Contra las quintas

Historia

Recorrido por el motín acontecido hace 150 años contra el sistema de las quintas, la protesta socialpolítica más sangrienta vivida en diferentes barrios de la ciudad en el siglo XIX

Un combate en las barricadas de la ciudad.
Diego Caro Cancela

17 de marzo 2019 - 06:00

Jerez/Durante los días 17 y 18 de marzo de 1869 tuvo lugar en Jerez un motín contra el sistema de las quintas, que terminó convirtiéndose en la protesta sociopolítica más sangrienta que padeció la ciudad en todo ese siglo.

Los combates callejeros entre paisanos y militares provocaron 59 muertos, un centenar de heridos y más de seiscientos detenidos, una parte de los cuales terminaron siendo deportados a los penales norteafricanos de Ceuta.

El problema del reclutamiento militar en el siglo XIX

Consolidado el Ejército como una de las instituciones fundamentales del Estado moderno, el reclutamiento de jóvenes civiles fue el sistema más generalizado que se utilizó para captar a los soldados que se necesitaban. En España, las necesidades creadas por la Primera Guerra Carlista (1833-1839), llevaron en 1837 al establecimiento del servicio militar obligatorio para todos los varones comprendidos entre unas determinadas edades.

Sin embargo, al mismo tiempo se reconocieron distintas categorías de exenciones, siendo las más frecuentes comprar la redención pagando una determinada cantidad de dinero al Estado o buscar un sustituto al quinto, también pagado.

Esta redención, socialmente no podía ser más regresiva porque pocas eran las familias que podían pagar los ocho mil reales al contado que exigía la ley de 1851.

Porque si para una familia adinerada esta cantidad equivalía al precio de un buen caballo, para una de clase media o baja, en cambio, significaba tener que contraer una deuda a veinte años o incluso la ruina. Y es que para un joven español de mediados del siglo XIX las perspectivas que ofrecía realizar el servicio militar no podían ser más sombrías: en el mejor de los casos, siete años de guarnición, pérdida del empleo y repetidas movilizaciones a lo largo de su vida como reservista, y en el peor, ser enviado a los conflictos de Ultramar y ser víctima de los combates o de una enfermedad tropical que le podía llevar a la invalidez o la muerte.

Ramón de Cala, diputado republicano por la circunscripción de Jerez.

Por estos motivos, resulta fácil entender que hubiera familias que preferían arruinarse, vendiendo todo lo que tenían para pagar la redención, o que se montaran negocios como las sociedades de seguros contra las quintas.

El servicio militar, por tanto, resultaba muy impopular, sobre todo para los grupos sociales más humildes, totalmente incapacitados para poder librar a sus hijos a través de la redención o la sustitución. Una auténtica “contribución de sangre”, como la llamó el general Prim en una de sus proclamas, en agosto de 1867.

Derrocada la monarquía de Isabel II, al año siguiente, uno de los problemas más acuciantes a los que tuvo que hacer frente el Gobierno Provisional que vino a continuación fue el de encontrar la fórmula que hiciera posible el cumplimiento de la promesa, tantas veces repetida, de abolir las quintas, sustituyéndolas por un reclutamiento voluntario o profesional. Raymond Carr ha escrito que esta petición fue utilizada por los republicanos como el primer intento por parte de un partido político en España para obtener la adhesión de las mujeres: “la madre que llora por sus hijos perdidos fue la réplica demócrata a la imagen de la esposa atenta al confesor”.

El acuerdo del Ayuntamiento

Poema de los mozos al alcalde.

Esta era la situación que había cuando a principios de marzo de 1869 cuando el citado general Prim, ahora convertido en presidente del Gobierno y ministro de la Guerra, recurría a las quintas para hacer frente a la rebelión de los independentistas cubanos, llamando a filas a un contingente de 25.000 hombres.

Como Jerez era una población donde los republicanos tenían una evidente hegemonía política y controlaban claramente el espacio público, el recién formado Ayuntamiento monárquico-progresista, para prevenir hipotéticos incidentes, no tardó en encargarle a uno de sus concejales un informe sobre las medidas que podrían adoptarse para librar del servicio militar a los mozos pobres a los que les tocara por el sorteo.

La propuesta que hizo y que fue aprobada por la Corporación municipal en la sesión del 15 de marzo, fue el establecimiento de un arbitrio de fácil recaudación: un cuarto de real por cada hogaza de pan que se elaborase o se introdujese en la ciudad y que en otras épocas en las que se había establecido, como en el año 1857, había proporcionado unos ingresos superiores al medio millón de reales.

Como en los diez años anteriores, por término medio, de los 86 quintos que le habían correspondido a Jerez en el contingente, sólo 61 fueron al servicio militar por falta de recursos, a ocho mil reales la redención, serían necesarios 480.000 para librarlos. Por tanto, con los 550.000 reales que se podrían obtener del arbitrio del pan, habría más que suficiente. Pues bien, a pesar de que esta decisión municipal estaba ya aprobada, como la redención vendría al final, había que hacer las operaciones preliminares para el sorteo y el alistamiento, fijándose el comienzo de las mismas para el 19 de marzo a las doce de la mañana.

Los días 17 y 18 de marzo en Jerez

Amanecía el día 17 cuando las autoridades municipales mandaban fijar en los sitios de costumbre el bando que anunciaba el comienzo de la quinta. Inmediatamente se formaban alrededor de estos lugares grupos más o menos numerosos de personas que no tardaron en adoptar actitudes amenazantes y levantiscas.

No obstante, el detonante de la insurrección fue la detención, por parte de la Guardia Municipal, de un individuo que había arrancado el bando fijado en la actual plaza del Arenal. Después de este incidente, los concentrados por el centro se retiraban a los barrios de la periferia, levantando barricadas en las cercanías de la iglesia de San Miguel, en el barrio de Santiago y en la Albarizuela, con piedras, carros, botas de vinos vacías y los tubos de las cañerías del agua potable que se estaban instalando y que se inauguraría pocos meses después.

Búsqueda de cadáveres por las casas.

El Ayuntamiento no tardó en sacar otro bando en el que volvía a comunicar el acuerdo de redimir a los quintos que saliesen, solicitando la vuelta de la tranquilidad, pero sirvió de poco porque a las tres de la tarde se levantaban más barricadas en la plaza del barrio de Santiago y en las calles de la Victoria y Juan de Torres, mientras que grupos de paisanos armados acudían a ellas, dispuestos a las resistencia.Decidida la autoridad militar a sofocar el motín, mandaba dos compañías de soldados a este barrio, que eran recibidas con una descarga.

A las cinco de la tarde, el tiroteo era generalizado entre los paisanos de las barricadas y las tropas, prolongándose hasta bien entrada la noche. Y era ya de madrugada cuando llegaban por tren a la ciudad el millar de hombres que formaban el Batallón de Cazadores de Reus, procedentes de Cádiz, donde estaban esperando para embarcar hacia Cuba. Poco después también entrada en la población un batallón del Regimiento de Albuera procedente de Sevilla.

A las cinco y media de la mañana del día 18 se reanudaban los enfrentamientos cuando un grupo de paisanos armados atacaba desde la calle Bizcocheros a una columna militar que se dirigía por la calle Larga al barrio de Santiago, presentado en los partes militares como el “centro de operaciones de los insurrectos”. A bayoneta calada, una tras otra, los soldados fueron desalojando y ocupando las barricadas que se habían levantado.

Mientras que una parte de la tropa atacaba las de esta zona, otra sección sofocaba la resistencia que se ofrecía desde las barricadas situadas en la calle Bizcocheros, la Albarizuela y la calle Cruz Vieja. A las doce de la mañana, el levantamiento estaba ya sofocado con numerosos muertos y heridos y más de seiscientos detenidos, entre ellos, todo el comité republicano local, hecho preso en una casa del Arroyo. Ya en la tarde de este trágico 18 de marzo, el ministro de la Gobernación en las Cortes informaba a los diputados que “la sublevación de Jerez” estaba terminada, pero que se había “derramado mucha sangre”.

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