Fermín Aranda, un jerezano singular
El rebusco
Médico, político republicano y bodeguero
Jerez/Siendo, como fue, el doctor Fermín Aranda, uno de los más sobresalientes personajes del Jerez a caballo entre los siglos XIX y XX, resulta extraño que no haya gozado de la atención de los historiadores locales, ni de los de su profesión.
Tampoco de los estudiosos de la política de aquel periodo, a pesar de su trayectoria como destacado republicano.
Quizá esté en esta adscripción la clave de su olvido durante la dictadura, pero que esta haya persistido en la democracia ya no es tan explicable.
En su libro República y republicanos en Jerez de la Frontera, 1789-1923 (2022), el profesor Diego Caro tan solo se refiere a él en unas 15 ocasiones, frente a las más de las 145 a Manuel Moreno Mendoza, correligionario y amigo de Aranda.
Médico, hábil cirujano, político, rico propietario, agricultor, almacenista de prestigiosos vinos y conferenciante, Fermín Aranda fue una persona compleja, polémica y contradictoria, un radical de origen y vida burguesa, hombre con gran encanto personal, fuerte carácter y múltiples intereses.
Socarrón y provocador, el doctor Aranda alimentó durante décadas el rumor que lo señalaba como masón, dejando pistas falsas unas veces y callando otras. A ello contribuía su declarado agnosticismo, que no le impedía tener buenas relaciones ni con las monjas del hospital ni con aquellos sacerdotes a los que trataba en razón de su profesión o sus variadas actividades culturales y sociales.
De la misma manera, son muchas las historias que en su tiempo se contaron alrededor de él y su peculiar personalidad. Algunas han llegado hasta nuestros días no sin sufrir la natural distorsión y exageración.
La biografía más detallada nos la proporciona Leandro Álvarez Rey en su trabajo Los Diputados por Andalucía de la Segunda República, 1931-1939 (2009).
Por su parte, la profesora Lola Lozano Salado, al tratar la semblanza de doña Pilar Aranda Latorre en el libro colectivo Nueve bodegueros del Marco de Jerez (2010), se detiene en la figura de don Fermín.
Tuve el honor de escribir su semblanza, incluido su retrato, para el Diccionario Biográfico Español de la Real Academia de la Historia. Previamente había publicado dos artículos en este mismo Diario los días 1 y 2 de noviembre de 1998.
La amplia entrevista que mantuve con doña Pilar Villaescusa, nieta de don Fermín, que aún vive en la casa familiar de la plaza de las Angustias, me permitió acceder a una serie de documentos, escritos y gráficos, inéditos hasta ese momento. Parte de esa documentación fue donada a la Biblioteca Municipal de nuestra ciudad.
El cirujano y el político
Nacido en la jerezana calle Corredera el 26 de septiembre de 1866, alrededor de esa fecha ya aparece el primer elemento de confusión en torno a los hechos de su vida. De hecho, se han dado hasta tres diferentes natalicios, siendo la aportada la que figura en su partida de nacimiento..
Bautizado al día siguiente en la parroquia de San Miguel, Fermín era hijo de Antonio María de Aranda y Cárdenas e Isabel Fernández-Caballero y González.
Fermín era el menor de cuatro hermanos, siendo los otros Félix, que llegaría a ser abogado y juez del distrito de San Miguel, Carlos y Josefa, que adquirió por matrimonio con Diego Ferguson Hay importantes propiedades bodegueras.
Huérfano de madre antes de cumplir los diez años, poco más sabemos de la primera infancia de Fermín. Le encontramos, algo más crecido, estudiando en el Instituto Provincial de Jerez, donde concluye el bachillerato en 1883.
Inicia sus estudios de medicina en la Facultad de Cádiz, pero sus discrepancias con parte del profesorado, contra los que intentó organizar a los estudiantes, le llevaron a cursar el último año en la Escuela de Medicina de Sevilla, donde se licenció el 24 de junio de 1890.
No solo educación adquirió en estos años Fermín, sino también sus primeros contactos políticos que influirán en su forma de pensar, entre los que cabe destacar a su paisano Ramón de Cala. Habría que recordar que él fue de los que presidieron la comitiva fúnebre de este insigne político revolucionario, además de compartir charla y vino en su acogedora bodega de la calle San Luis.
En septiembre de 1890 Fermín Aranda se establece en París para ampliar estudios. Aunque también viajó a Marsella, Lyon y, en Alemania, Berlín y Colonia. Fue en la capital francesa, y en la clínica del doctor Seesnos donde se formó como médico y republicano.
Experiencias que amplió en las clínicas de Pean, Lucas-Champonier y Reclus, donde llegó a ser jefe antes de regresar a Jerez en febrero de 1893, donde abriría su propio gabinete clínico, del que pasó al Instituto Operatorio que inauguró en el número 14 de la calle Mariñiguez el 20 de junio de 1896.
Las instalaciones son descritas por el profesor Juan J. del Junco en la sección de la Semana Médica de El Guadalete, de 18 de junio, donde se destaca la camilla operatoria inventada por el doctor Aranda, que pensaba patentar.
Dicho Instituto, de costoso mantenimiento sería clausurado en 1904.
El 10 de julio de 1899, el cirujano ingresó en el cuerpo facultativo del Hospital Santa Isabel de Hungría, ocupando la plaza de la que asimismo fue titular el también destacado republicano doctor Revueltas Montel, cargo que ejercería hasta su jubilación en septiembre de 1945.
Fermín Aranda se casó el 18 de mayo de 1899, con María del Pilar Latorre Nieto, fijando su residencia en la calle Higueras 18. De esta unión nacerían cuatro hijos: Antonio, que fallecería de meningitis a corta edad; Fermín, que llegaría a ser médico oculista; José y Pilar, continuadora de la industria vinatera de su padre.
Aranda llegaría a ser elegido presidente de la Unión Sanitaria, miembro de la Cruz Roja local, de la Asociación Gremial de Criadores y Exportadores de Vinos, de la Academia Médico-Quirúrgica, del Ateneo jerezano y la Fraternidad republicana.
Como perteneciente a esta última se encontraba entre los que recibieron a Vicente Blasco Ibáñez en su segunda visita de julio de 1904.como también lo estaban sus íntimos José Barrón y Manuel Moreno Mendoza.
El novelista comió ese día en casa del doctor, que también acudió a despedirle a su marcha.
Días de gloria
Fermín Aranda saltó a la fana con la operación de urgencia, suturando corazón y pulmón, al joven de quince años Andrés Richarte Valle que resultó herido de arma blanca en una reyerta ocurrida el 23 de septiembre de 1916.
Una intervención de este tipo, y además llevada a cabo con éxito, fue una completa novedad en el panorama médico español, descrita por su autor en un artículo aparecido en revistas científicas.
Esto le valió a Fermín el título de hijo predilecto de Jerez y la dedicatoria de la calle donde residía, hasta entonces de Medina. como volvió a ser en 1979, siendo la actual calle Fermín Aranda bautizada como tal el 17 de julio de 1992.
Después de la médico, quizá la condición más destacable del doctor Aranda fuera la de propietario de las fincas La Blanquita, La Rosa Celeste, Venta Cantero y la Huerta de la Marquesa.
Fermín era un defensor a ultranza de las propiedades terapéuticas del jerez, que prescribía a menudo, difundiendo esta opinión como conferenciante en congresos médicos, como en el de Sevilla de 1924.
Gran aficionado al flamenco. poseyó en su día una notable colección de discos de pizarra del género; igualmente destacable fue su pinacoteca, entre las que se incluían nueve cuadros de Álvarez de Algeciras.
Entre septiembre y noviembre de 1919 el doctor Aranda destacó como promotor, en su condición de presidente de la Unión Sanitaria, de la primera huelga médico-sanitaria que se recuerda, en respuesta a la falta de pago al personal y a la carencia de medios materiales en los hospitales de la Beneficencia Municipal .
Esta huelga, en principio local, provocó la caída del gobierno municipal y tuvo repercusiones regionales y nacionales.
Concluida con éxito, Fermín Aranda, fue honrado como presidente de honor de la Unión Médica
En 1926, a petición de los profesionales de la sanidad de toda España, el dictador Miguel Primo de Rivera impuso a Fermín Aranda la Medalla de Plata del Trabajo.
Unos años más tarde, con la proclamación de la II República, fue elegido como diputado a las Cortes Constituyentes.
Fue el segundo candidato más votado de los representados en la provincia por el Partido Republicano Radical de Alejandro Lerroux, con el que le unía fuertes lazos de amistad y camaradería.
En este contexto, el 10 de enero de 1933, su casa sufre un atentado con bomba obra de los anarquistas jerezanos, hecho que afectará a la delicada salud de su mujer, que fallecerá el 27 de febrero de 1934, en medio de un boicot que el sindicato de Horticultura llevó a cabo contra las explotaciones de su marido de diciembre de 1933 a mayo de 1934.
Un amargo final
La Guerra Civil y la posterior represión no afectaron al ya anciano doctor Aranda. Aunque parece que su carácter se fue agriando por las continuas desgracias que rodearon a su familia, incluida la trágica muerte, en el frente de guerra, del esposo de su hija, el oficial del ejército Prudencio Villaescusa Gil.
Viejo y solo, puesta en duda su competencia profesional dada la merma de sus facultades, todavía recibió en junio de 1945, con motivo de sus bodas de oro con la medicina, el homenaje de la profesión, especialmente de sus compañeros y subordinados del Hospital.
Su prestigio como y las amistades hechas en todos los estamentos de la ciudad, especialmente entre la burguesía conservadora y el ejército, explicarían que no fuera represaliado en la posguerra.
No quiere esto decir que no tuviera enemigos o que no se pensara actuar contra él. En ese sentido, existe un informe oficial de 1945, conservado en el Archivo Municipal de Jerez, donde se casa a relucir rumores respecto a su pericia como cirujano, a la par que se recuerda su pasado político con la intención de perjudicarle.
Su jubilación en septiembre de 1945, primero, y su muerte siete meses después, el 1 de mayo de 1946, a causa de una hemorragia cerebral, en su casa de plaza de las Angustias, hicieron vanos cualquier posible intento de hacerle pagar su adscripción al bando derrotado.
En su testamento, legó al hospital el conjunto de su instrumental médico, último gesto de una vida en buena parte entregada al servicio de los jerezanos.
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