Aquellos viajeros olvidados
El rebusco
Sus libros de viajes son una fuente de información desconocida
Recuperar los recuerdos de su paso por Jerez
Según el escritor inglés Laurence Sterne, autor del divertido libro Viaje sentimental por Francia e Italia (1768): "Toda esa gente ociosa que abandona su país natal por el extranjero tiene su razón o razones, las cuales derivan de una de estas tres causas generales: enfermedad del cuerpo, imbecilidad de la mente, o necesidad inevitable".
Bueno, hoy queremos dedicar este 'Rebusco' a esos visitantes, hombres y mujeres, que llegaron hasta aquí para conocer Jerez y su entorno, dejando memoria escrita de sus vivencias. Pero lo haremos recordando a aquellos que al parecer no han merecido tanta atención de los investigadores locales, aquellos menos 'relevantes, famosos o ilustres' que han quedado olvidados, y que son más de los que imaginamos.
La información que nos transmiten es muy variada, y a veces contradictoria. Este hecho lo describe muy bien el escocés William Edward Baxter (1825-1900), en su libro publicado en 1852 Tagus and the Tiber, or notes of travel in Portugal, Spain and Italy, 1850-1851.
En el capítulo IV del volumen primero leemos esto respecto a la ciudad de Jerez: "Former writers have described its streets as narrow, ill-built and unclean. Either, they have written incorrectly, or a great change has recently taken place, for I found neither filth nor irregularity. On the contrary, several of the thoroughsfares struck me as more elegant than those of spanish towns in general" ("Antiguos escritores han descrito sus calles como estrechas, mal construidas y sucias. O han escrito mal, o se ha producido un gran cambio recientemente, pues no encontré ni suciedad ni irregularidad. Al contrario, varias de las vías me parecieron más elegantes que las de otras ciudades españolas en general").
Se aloja en la fonda San Dionisio, que fue mejor de lo esperado, donde comieron de forma aceptable, salvo algunos malos olores.
Y una de las primeras mujeres francesas que viajó sola por España fue Josephine de Brinckmann. En su libro Promenades en Espagne pendant les années 1849 et 1850, editado en 1852, podemos leer lo que dice su carta XIII fechada el 15 de febrero de 1850. Para ella, Jerez es una ciudad en la que "casi todas las calles son anchas y bien alineadas, las casas, bien construidas, y todo allí respira bienestar. Ello no es asombroso puesto que su territorio produce gran cantidad de vino muy apreciado".
Pero advierte que hay que cuidarse de no quedarse allí más de un día, ya que "es de una tristeza mortal o de una tristeza tonta que conduce al aburrimiento".
Ella lo achaca a que una parte de la población se compone de ingleses, por lo que "deben ser esos insulares los que la han marcado con ese lamentable sello".
Se sorprende que en una ciudad de treinta mil almas "no haya más que una fonda y la más abominable que haya encontrado nunca".
Una buena parte de estos viajeros harían su trayecto en tren, tanto viniendo de Cádiz, o bien desde Sevilla, donde llegarían a una estación muy parecida a la que pintara en un boceto el jerezano Juan Comba hacia 1874.
Anterior al ferrocarril solían cruzar la bahía en embarcaciones que hacían el trayecto de Cádiz al Puerto, y de allí a lomos de caballo, o en diferentes carruajes.
Lord Byron, en el verano de 1809, cabalgó desde Sevilla a Jerez para visitar a sus parientes bodegueros, los Gordon.
Eso sí, todos ellos tuvieron que realizar un sobreesfuerzo para conseguir llegar hasta aquí, mostraron su interés, lo que contrasta que, a Cádiz, o a Gibraltar, llegaran por el simple hecho de ser los lugares de desembarco de las líneas navieras que los traían a la provincia.
Británicos
Los británicos, junto con los franceses, fueron los 'turistas', o ¿podríamos clasificarlos como 'enoturistas', más habituales por estos parajes durante el siglo XIX.
Su principal objetivo era conocer el origen de los famosos vinos. Están considerados unos pioneros, cimentando con sus comentarios la reputación de esta zona vitivinícola de España.
John Leycester Adolphus (1795-1862), hombre de leyes, viajó por España entre 1856 y 1857, plasmando los recuerdos en su conocido libro Letters from Spain (1858).
Inicia su viaje, partiendo desde Inglaterra, el 17 de abril de 1856. Llegará a Jerez a finales de ese mes, pasando por Cádiz y el Puerto, desde allí en tren a Jerez. Parte de su Carta IV la dedicará a los apartados: Xeres, Wine-store, The Cartuja.
En su bolsillo trae una carta de presentación dirigida a Domecq, que le hará probar desde el amontillado al moscatel, hasta lo que ellos llaman 'East India Sherry', de un marrón oscuro, intenso al paladar, y con una vejez de más de cien años.
Admira las enormes bodegas, tan grandes como iglesias ("as large as church"). Pero la ciudad le pareció descuidada y aburrida ("dull and slovenly place") Paso obligado fue conocer la Cartuja, donde divisa el cercano río y donde medita sobre la batalla que por allí se dio en el 711.
Casi al mismo tiempo tendríamos al periodista Walter Thornbury (1828-1876). Con un estilo más punzante en sus descripciones, a la estación de tren la describe como un cobertizo ("One small shed of a station"), el capítulo IV de su Life in Spain, past and present (1859), lo encabeza con el distintivo nombre de 'Sherry'.
Su anfitrión será bodeguero -que desconocemos- llamado Sánchez Montilla. Junto a ellos el capataz Pedro, asturiano, que les seguirá venencia en mano por el recorrido: "Un palo largo y redondo, en cuyo extremo lateral hay adherido una especie de recipiente de hojalata que contiene aproximadamente una copa de vino llena".
Su formación cultural queda reflejada en el poema que escoge para la primera página del libro, una estrofa de una antigua canción popular festiva ('Old English Glee'):
'A boat, a boat to cross the ferry /
For we´ll over and be merry /
And laugh, and quaff, and drink good sherry'.
Nos llama la atención que, al mismo, con leves variantes, le puso música John Jenkins (1592-1678), compositor, músico de cámara de los reyes Carlos I y Carlos II
Tampoco faltaron los miembros de congregaciones protestantes para conocer a las comunidades asentadas en España, entré ellos James Aitken Wylie (1808-1890), ministro presbiteriano escocés, además de historiador.
Permanece en el país dos meses del año 1870, coincidiendo el periodo de la vendimia en Jerez.
Su libro de viaje se conoce como Daybreak in Spain or Sketches of Spain and its New Reformation (1872). El capítulo XXI lo titula 'From Seville to Jerez'. Sus intenciones de proselitismo y propaganda protestante le impiden hacer otras observaciones, sin embargo, hay que considerar su texto.
Viene a Jerez motivado por los protestantes ingleses que viven en la ciudad. Por cortesía se entrevista con Mr. Gordon, que tiene origen escocés,
Opina que las calles son limpias y espaciosas ("It´s streets are clean and spacius").
Franceses
En Viajeros francófonos en la Andalucía del siglo XIX (Diputación de Sevilla, 2012), se recopila una completa relación de estos viajeros, algunos de los cuales se sintieron atraídos por Jerez. Traemos a dos de ellos.
Del lingüista y politólogo Marie-Jean Blanc Saint-Hilarie (1805-1890), es su L´Espagne monumentale et pittoresque (1894).
El capítulo XXII, lo dedica a Cádiz, Jerez, Sanlúcar.
Narra una excursión en barco hasta el Puerto de Santa María, que describe como un Cádiz en miniatura, y luego en coche hasta Jerez de la Frontera.
Lamenta la presencia excesiva de bodegas, eso desde el punto de vista estético, porque dice que sus fachadas restan belleza a la ciudad, pero alaba el interior y las botellas ordenadas como en una biblioteca.
Las cartas de recomendación que llevaba le habrían permitido gozar del privilegio de catar un sinnúmero de vinos, advirtiendo, eso sí, del cuidado de beberlo con medida a causa de los posibles efectos, y no dejar en mal lugar al país de origen del afectado por los excesos.
En cambio, la visión que nos proporcional Henry Lyonnet en Á travers l´Espagne inconnue (1896), editada por Cátedra en 2002 como La España desconocida, es algo distinta, no exenta de ironía, y algo de guasa. Se zapateó Andalucía durante siete meses, y se fue de aquí 'con lágrima en los ojos'.
Este escritor parisino viajó en varias ocasiones a España, y cuyo verdadero nombre era Alfred Copin (1853?/1856-1933).
A Jerez dedica varias páginas del capítulo 'Impresiones primeras de Andalucía'.
Se alojó en un establecimiento hotelero de la calle Naranjas "modesto, pero bonito, discreto y muy sombreado" .
Vino en septiembre, periodo de vendimia que describe de una forma mordaz. Considera a la Cartuja la curiosidad más artística de toda la provincia de Cádiz.
Quiero resaltar este texto sobre un elemento arquitectónico singular que poco se está respetando por nuestros ineficaces técnicos del urbanismo local desde hace décadas.
Dice lo siguiente: "A la derecha y a la izquierda de esos barrotes, hay unas escotaduras hechas en la mampostería para que las miradas puedan ver por la derecha o por la izquierda, como en las troneras de un bastión".
Para ilustrar lo dicho lo ilustro con un grabado del famoso artista vasco afincado en París, Daniel Vierge, 'Escena nocturna en Jerez', donde se observa ese rebaje característico de los ventanales de muchas casas jerezanas.
Un americano y un ruso
Aunque la llegada de los norteamericanos se intensificó a principios del XX, España provocaba en ellos sentimientos encontrados.
El médico Henry Willis Baxley (1803-1876), que tenía un especial interés por el arte español, residió en España, por motivos de salud, entre 1871 a 1874.
Es el autor del libro, en dos volúmenes, Spain, art-remais, art-realities...' (1875).
Lo subtitula como 'notas de cosas vistas y opiniones adquiridas durante sus tres años de estancia en nuestro país'.
Jerez está descrito en los capítulos XX (el trayecto en tren), y el XXI (sobre el vino de jerez y la forma en que se produce). Unas trece páginas.
Del alojamiento comenta: 'El hotel principal es la Fonda Jerez, propensa a la extorsión. Hay que un tratar de antemano. La Fonda Victoria no es tan cómoda, pero es más barata.
Rememora al Falstaff de Shakespeare a la vez que se informa en detalle de la producción de los vinos y sus tipos por Pedro Domecq y Richard Davies, además del feliz encuentro con el experto inglés Thomas George Shaw.
Terminamos con el aristócrata ruso Anatole de Démidoff (1813-1870), en su itinerario en barco, descrito en Etapes maritimes sur les côtes d´Espagne, de la Catalogne a L´Andalousie (1858), arribó a Cádiz en septiembre de 1847.
Tuvo como anfitrión al bodeguero escocés John David Gordon (1788-1850), que ostentaba el cargo de vicecónsul británico.
De él tomamos este curioso comentario sobre los majos de Jerez: 'Añadamos para concluir que Jerez es la ciudad de los majos más fanfarrones, más correctos y más finos de Andalucía, y que es famosa por la agilidad, la fuerza y la gracia de sus bailarines. El Jaleo de Jerez es una de las danzas clásicas de España'.
De L´Espagne pittoresque, artistique et monumentale. Moeurs, usages et costumes(1848), de Manuel Galo de Cuendias y Madame Suberwick, traigo para este artículo dos grabados, una vista desde la muralla ('inspirada' en la de David Roberts), y el otro de un majo jerezano.
Nota
Respecto al Rebusco dedicado a los irlandeses en la industria del vino de Jerez hay que aclarar que el comerciante Ricardo Sheil (1756-1818) comenzó como un exitoso comerciante de vinos de jerez en Cádiz, donde se casó, en 1799, con Emilia Costello Fallon (1775-1839?), descendiente, igualmente, de familia originaria de Irlanda.
Durante un tiempo fue socio de Nicholas Devereux en la firma Devereux Sheil & Co. Ayudó a Garvey a empezar con un modesto empleo en la firma y, tras su disolución, le ayudó económicamente a financiar las primeras compras de vino, algunas de ellas de la empresa escocesa Gordon & Co.
Al fallecer éste, su mujer se hizo cargo del negocio bajo el nombre de Viuda de R. Sheil, dejándoselo después a su hijo y a su socio Enrique Ostmann, que operó como Ostmann & Sheil.
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