Unos vinos con muchas tablas

El Rebusco

El jerez y la manzanilla en el teatro español

Una presencia en los escenarios nacionales

Firma de Benavente en una bota de jerez.
Firma de Benavente en una bota de jerez.
José Luis Jiménez

04 de marzo 2019 - 05:09

En anteriores entregas de esta sección de El rebusco hemos visto cómo los escritores españoles de los siglos XIX y XX han hecho referencias a nuestros vinos en las historias de sus novelas como un elemento que servía, bien para definir a los personajes, o bien para crear ambiente entre ellos, la mayoría de las ocasiones como un toque de distinción.

Los ejemplos han sido variados, y así tenemos a Benito Pérez Galdós, Leopoldo Alas Clarín, Armando Palacio Valdés, Emilia Pardo Bazán, Pedro Antonio de Alarcón, Juan Valera, Pío Baroja o Blasco Ibáñez, entre otros.

Esta vez intentaremos mostrar de qué manera los autores teatrales nacionales subieron al escenario la manzanilla y el jerez para mostrarlo al público de su tiempo, como un refrendo de lo que aquella sociedad consumía.

En ese mutuo homenaje, la ciudad ha sabido honrar a estos intelectuales rotulando algunas de sus calles con sus nombres, la mayor parte concentradas en la barriada de Torresoto y la zona Sur.

Sin embargo, mucho antes que los dramaturgos y comediógrafos españoles, los que primero ensalzaron al jerez (el sherish y el sherry) sobre las tablas de los escenarios Londinenses fueron dos de los más grandes escritores ingleses: William Shakespeare, y su amigo Ben Jonson.

Esa estela, ya en el XIX, la seguirían en España creadores de la talla de Zorrilla, Galdós, los Machados, y dos de nuestros premios Nobel, Echegaray y Benavente.

Y a pesar de todo, no dejamos de lamentar, una vez más, la poca atención que los investigadores locales han dedicado a la historia cultural de los vinos del Marco.

De Sanlúcar a Jerez

En la popular obra teatral de José Zorrilla, publicada en 1844, Don Juan Tenorio, ya podemos encontrar una de las primeras menciones al jerez. En la segunda parte, acto II, escena I, Don Juan mantiene este diálogo entre Centellas y Avellaneda:

Don Juan: (Sirviendo a Centellas): Cariñena: sé que os gusta, capitán.

Centellas: Como que somos paisanos.

Don Juan (A Avellaneda, sirviéndole de otra botella.). Jerez a los sevillanos, don Rafael.

Preguntado por Avellaneda con cual de los dos va a brindar Don Juan, éste le responde: Yo haré justicia a los dos.

Años más tarde, el 17 de diciembre de 1887, se estrenaba en el teatro Lara un juguete cómico, en un acto, titulado Manzanilla y dinamita

Manzanilla y dinamita, Estrenada el 17 de diciembre de 1887, en el teatro de Lara, era un juguete cómico, en un acto, de Miguel Echegaray, hermano del reconocido José de Echegaray.

De la prolífica pluma del mayor novelista del siglo XIX, Benito Pérez Galdós, verían la luz tres obras teatrales que queremos comentar para el caso, una de ellas con polémica incluida: La de San Quintín (1894), Electra (1901), y Casandra (1910).

En la primera, comedia en tres actos, es el personaje Lorenza la que se encarga de servir el jerez; por otra parte, es Electra, a su vez, la que responde a Máximo de esta forma cuando alaba su selección de los vinos: "En tu magnífica bodega, que es una biblioteca de riquísimos vinos, he escogido el mejor Burdeos, y un jerez superior". Esta última se estrenó en Jerez en 1901, en el teatro Eslava. Obra que había provocado polémica por el asunto tratado.

Y será Martina, en Casandra, la que lleve jerez a los carpinteros por indicación de su señora. "para que se animen".

Entrado el siglo XX, La Lola se va a los puertos (1929), de los hermanos Machado, Antonio y Manuel, nos muestra a don Diego solicitando al camarero un solera de González "Bayas" .

La obra fue llevada al cine en dos ocasiones, en 1947, con Juanita Reina, y en 1993 con Rocío Jurado. Ésta última versión fue rodada, en parte, en Jerez.

Y no olvidemos a otra pareja de hermanos, Serafín y Joaquín Álvarez Quintero. De su amplia producción, con amplias referencias al jerez y la manzanilla, hay que mencionar que mencionar Los borrachos (1899), Las mil maravillas (1908), o Los mosquitos (1927).

En esta relación nos encontramos la obra teatral de Pedro Salinas, La bella durmiente (1943), que en su escena I, cuadro primero, Álvaro ofrece un jerez viejo a Soledad.

Dos premios Nobel

Durante las dos primeras décadas del siglo XX las letras españolas fueron reconocidas con dos premios Nobel, en concreto a dos representantes de nuestro teatro. El primero lo obtuvo Don José Echegaray en 1904, el segundo, en 1922, lo ganaría Jacinto Benavente. En ambos podemos seguir la pista a los vinos de aquí algunas de sus creaciones.

Sin embargo, fueron muy espléndidos a la hora de reflejar el consumo del jerez y la manzanilla por parte de sus personajes, con comentarios poco sustanciosos. De todos modos, aquí traemos algunos de esos ejemplos.

De Don José Echegaray (1832-1916), nos remitiremos a tres de sus obras. En la primera, A la orilla del mar (1890), Lucía, que está en el yate de un rico inglés llega a afirmar que "el jerez inglés es el mejor". Nos imaginamos que se refiere al vino de calidad que compraban los británicos en su origen.

Un par de años después estrena El hijo de Don Juan. Es el mismo Don Juan el que solicita a Teresa que le traiga jerez y unos bizcochos.

Lo mismo que Don Lorenzo en Mancha que limpia (1895), al que vemos comiendo pastas y bebiendo jerez

Un tanto de lo mismo ocurre con Jacinto Benavente (1866-1954), aunque en este caso el autor pasó por Jerez, teniendo la oportunidad de conocer una de las firmas bodegueras más importante por aquellos años, y deleitarse con sus vinos. En una de las botas dejó escrito lo siguiente: Domecq es sinónimo de triunfo. Frase que no acompaña de la fecha. Dato que no hemos podido confirmar, a pesar de la búsqueda en la prensa local como la consulta a la propia empresa.

La relación de títulos de nuestro interés se limita a cinco, pocos si consideramos su amplia producción. Al menos lo que hemos podido averiguar hasta ahora. Queda pendiente una pesquisa más exhaustiva.

En La farándula (1897), en la escena X del Acto I, Doña Catalina pregunta a Juan Manuel si para los periodistas que vienen de visita será bueno un jerez de a cuatro pesetas, a lo que éste replica que sea del mejor, ya que son de Madrid.

A su vez, en Teatro feminista (1898), en la última escena, la directora replica que nada de traer botellas de Champagne: "No, señores; de Jerez. Ya es hora de que brindemos con el vino de casa".

Y Teodoro, de Las cigarras hormigas (1905), discute con Augusto por el precio del jerez con bizcochos que ha solicitado a la camarera.

Los ejemplos continúan en Vida alegre, muerte triste (1909), y El demonio del teatro (1943).

Benavente es honrado en la ciudad con una calle que lleva su nombre.

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