Un reencuentro en la intimidad

A las once de la noche Ricardi llegó a El Puerto. Su abogada le llevó a casa de una hermana en la barriada de La Vid donde le esperaba su hija y otros familiares

E. M. Cañas / El Puerto

26 de julio 2008 - 10:01

Pasaban unos minutos de las diez de la noche. Macarena, la hija de Rafael Ricardi, salía de su piso que tiene alquilado con un grupo de amigos en el barrio populoso de Crevillet de El Puerto de Santa María. En la puerta le esperaba desde hacía una hora un grupo de periodistas ya que lo avanzado inicial mente por la familia era que Ricardi iba a llegar allí. Con ojos brillosos y sin poder contener la alegría comentaba amablemente: “Mi padre va a ir a casa de mi tía”.

Una hora después se producía la ansiada llegada. Su primer viaje tras su puesta en libertad concluía en una calle de la barriada de La Vid. Ricardi ya estaba en El Puerto. Detrás quedaban siete horas de largo viaje por la Ruta de la Plata.

La barriada de La Vid es uno de los rincones más humildes y deprimidos del Barrio Alto portuense. Los vecinos que a esa hora estaban en la calle disfrutando de la agradable climatología miraban al reducido grupo de periodistas que se había trasladado rápidamente al bloque de Milagros, la hermana de Ricardi. Pero nadie se acercaba o comentaba nada.

El único que lo hizo, un joven, fue para jugar al despiste. Con un tono algo chulesco dijo: “Faluqui —que así es como también conocen a Ricardi— no va a venir aquí”. Minutos después, un primer vehículo policial avisaba de que aquello que había comentado no era verdad.

Y lo reafirmaba poco más tarde otro coche patrulla que había escoltado desde su entrada en la ciudad al todoterreno conducido por su abogada, Antonia Alba, que lo había traído a El Puerto desde Topas. El coche paró ante la puerta del bloque de la hermana de Ricardi. Varios agentes policiales rodearon el vehículo para evitar que curiosos y periodistas se acercaran más de la cuenta. No obstante, una vecina logró llegar hasta una de las ventanillas para saludarle desde fuera del coche. “Luego iré a verte”, le dijo. Ricardi asintió con la cabeza.

Una vez abierta la cancela de entrada al portal salía del todoterreno. Algunos de los presentes se arrancaron en aplausos y alguno que otro soltó más de un “olé”. Mientras sobre Ricardi caía una lluvia de flashes de las cámaras fotográficas. Uno de los periodistas le preguntó desde lejos cómo se encontraba. Su respuesta fue un “bien” algo seco y cansado. Denotaba que Rafael quería dejar ya de ser protagonista. Apenas levantó la cabeza, cogió su mochila y se internó en el bloque acompañado de un amigo de Macarena, que había ido a Topas con su abogada a recogerlo en el centro penitenciario.

Dentro, en el piso de su hermana esperaban su hija y otros familiares. En la intimidad se produjo el reencuentro entre padre e hija, que sólo se han podido ver con unas rejas de por medio en los últimos 13 años. La última vez que se vieron fue hace aproximadamente un mes, cuando Ricardi fue traslado a Puerto 3 para declarar en los juzgados portuenses. Desde entonces, habían hablado varias veces por teléfono. Lo que se dijeron en su encuentro quedará como un secreto entre ambos.

Fuera quedaba su abogada que atendía a los medios de comunicación reiterando que iban a tomar todo tipo de medidas para reparar el daño injusto realizado por la justicia.

También insistió en algunas anécdotas del viaje. Así dijo que a Ricardi le hizo gracia que pudiera hablar por el móvil mientras conducía con el sistema de manos libres. Además, apuntó que tuvo la oportunidad de dialogar unos minutos con su hija durante el viaje.

Y contó que a Ricardi le volvió a sorprender las glorietas de El Puerto. Pudo ver la dedicada a Osborne (la conocida como la de los toros), la de 501 y la de Alberti. Semanas atrás ya le había fascinado la carabela ubicada en la rotonda de acceso al muelle pesquero, tal y como le había explicado a su hija en una de las últimas conversaciones desde la cárcel.

Los relojes apenas marcaban las once de la noche y Ricardi ya estaba con los suyos 13 años después.

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