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La responsabilidad

Educación/Cerebros en toneles

La responsabilidad / Luis Miguel Morales ‘Moga’
Juan Carlos González García

11 de enero 2022 - 02:00

Jerez/“Apelamos a la responsabilidad de cada ciudadano”, nos recalcan las autoridades. Cuando la incertidumbre impide legislar de forma coherente, se apela a la responsabilidad individual. Estamos tan poco acostumbrados, que muchos ciudadanos se indignan. Lo ven como una forma de lavarse las manos, para que seamos nosotros los que nos devanemos los sesos y nos equivoquemos. Porque si el Estado no se atreve a prohibir ni a obligar, si no sabe nada del qué y del cómo, entonces es que el asunto es muy oscuro, con dilemas morales incluidos.

Para pagar los impuestos o para conducir no suele haber esta atribución de responsabilidad, o descarga, por parte del Estado. A nadie se le ocurre proponer que el pago de los impuestos dependa solo de nuestra responsabilidad, y que no hace falta una ley que regule todos los casos. Que cada uno sepa lo que tiene que pagar a hacienda y cuándo… Tampoco con el tráfico parece conveniente decir que cada uno elija la velocidad que considere adecuada, según su responsabilidad. En ambos terrenos, hemos elaborado una legislación muy compleja, llena de limitaciones, obligaciones y prohibiciones.

La incertidumbre y la novedad vienen de la mano. Se apela a la responsabilidad de los ciudadanos para prevenir los contagios y saber qué hacer en cada caso. Se nos pide observar, valorar y decidir, desde nuestro conocimiento, desde nuestras circunstancias y desde nuestra autonomía. Quieren que seamos capaces de valorar las consecuencias de nuestras decisiones, porque nuestros actos afectarán a los demás, a la sociedad en su conjunto.

En el ámbito educativo hay un asunto que nos trae de cabeza: el uso de los teléfonos móviles y dispositivos similares. Hay muchas dudas, tanto en el ámbito familiar como en el escolar. Y las opiniones son muy dispares. Algunos creen que la única solución es la prohibición absoluta del uso del móvil en los centros educativos. El uso responsable de estos dispositivos lo ven como una utopía. Una vez que el móvil está en manos del alumno, va a ser imposible evitar que se haga un mal uso. Los más optimistas creen que sí es posible enseñar a utilizar bien todos estos aparatos. Se trata de herramientas, en este caso digitales, de gran utilidad para todas las materias. Uno de los objetivos del sistema educativo actual, dicen, debería ser enseñar a manejar todos los recursos digitales, tan necesarios en el mundo laboral y cultural, en el ocio, en el consumo…

Para usar bien las nuevas tecnologías es preciso poseer un conocimiento de las normas técnicas. No hace falta saber programación ni ser un experto en hardware, pero sí hay que conocer cómo se usa bien un programa para realizar correctamente una tarea. Pero usar bien las tecnologías digitales también conlleva un conocimiento ético y jurídico. Y es aquí donde entra la responsabilidad.

Decimos que una persona es responsable cuando se hace cargo de las consecuencias de sus acciones. Hacerse cargo significa pensar antes de actuar y valorar todas las posibilidades, a corto y a largo plazo. La responsabilidad está emparentada con la prudencia. Cuando uno responde por lo que ha hecho, ante el tribunal de la conciencia o de la justicia, o simplemente ante los que le rodean, está dando por hecho que sus actos son fruto de una decisión libre. Así que la responsabilidad también está emparentada con la autonomía moral. Al apelar a la responsabilidad, se está recuperando al sujeto moral, aplastado en muchas ocasiones por las normativas y protocolos. Ninguna legislación puede acabar con la ambivalencia de los usos de las nuevas tecnologías. Solo la responsabilidad personal y el sentido común pueden garantizar un uso racional.

Graciano González R. Arnaiz, en su libro Ética y responsabilidad (Tecnos, 2021), dice que estas apelaciones a la responsabilidad se han puesto de moda porque las nuevas tecnologías han causado “una ampliación del radio de acción del comportamiento humano”, lo que se ha traducido en mayor incertidumbre y conciencia del riesgo. Tras el “desfallecimiento de la razón para saber qué debemos hacer”, la responsabilidad se ha convertido en el centro de la reflexión moral. La responsabilidad se basa en la apertura al otro, en la obligación que tenemos de “responder de nuestras acciones en el encuentro con los otros”.

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