Un riojano de paso en Jerez
Fallece a los 90 años Marcos Eguizábal, el bodeguero que se quedó con parte del imperio Rumasa tras la expropiación y que todavía mantenía en el Marco Paternina y la marca de brandy Conde de los Andes

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Marcos Eguizábal (Villar de Arnedo, 1919), el bodeguero riojano que ayer falleció en Madrid a los 90 años, siempre figurará como uno de los grandes beneficiados de la expropiación de Rumasa. Afable, muy de campo, con ganas de agradar, en el Jerez de finales de los 80 y principios de los 90, cuando se inició la gran reconversión del sector que acabó por jibarizarlo hasta el tamaño de nuestros días, Eguizábal fue visto como un intruso al que le había tocado la lotería. Nunca quedó claro que fuera así, ni tampoco que no fuera así. Lo cierto es que su notoriedad cuajó a raíz de su llegada a Jerez.
Eguizábal acudió a la puja de la reprivatización cuando él decía que ya no necesitaba el dinero, en el año 87. Había hecho fortuna con las hortalizas y las patatas y emergía como un pequeño bodeguero más de la zona. Para sorpresa de muchos, el Estado le adjudicó por 400 millones -un precio irrisorio- los activos de Bodegas Internacionales, Díez Mérito, Zoilo Ruiz-Mateos y Paternina. Eran en total once cascos bodegueros.
Además, el Estado le permitió una moratoria en los pagos a la Seguridad Social de todas estas empresas y no tendría que abonar los 400 millones en un solo pago. A cambio, tendría que mantener el empleo. No lo cumplió, ni él ni nadie. Sólo en Bodegas Internacionales, la plantilla pasó de 472 a once trabajadores, los que aún mantiene en Jerez. La sangría de empleo fue devastadora, pero él no fue el único. Las regulaciones de empleo estaban al orden del día en casi todas las bodegas. El sector se desmoronaba en una reconversión industrial nunca reconocida.
Los sindicalistas que lo trataron lo recuerdan como un hombre sumamente amable en las negociaciones y muy duro en sus decisiones. Y los bodegueros de Jerez nunca le vieron como uno de los suyos. Hizo rápidas operaciones con su recién adquirido imperio. La venta de bodegas Bertola ya le supuso beneficios con respecto al precio pagado en la reprivatización.
Fue entonces cuando se volcó con su tierra, donde era un empresario muy apreciado. Adquirió bodegas en la Rioja y quiso potenciar Paternina. Al tiempo, se hizo con el control del Logroñés y lo llevó a Primera. Ya se había hecho un hombre popular en toda España y Ruiz-Mateos nunca dejó de denunciar que lo había conseguido a costa suya.
Quizá lo que él pensaba se encontraba en una película (no muy buena) que él costeó, Oro fino. Rodada en sus viñas de Jerez, Eguizábal sacó la billetera para pagar los emolumentos de un crepuscular Stewart Granger, que trataba de evitar la desunión entre los bodegueros. Una especie de Falcon Crest que no pegaba mucho con la realidad de una estampida por las caídas de precios, los excedentes, el arranque de viñas... No había ningún oro fino.
Eguizábal se fue, pero no del todo. Tanto en el Consejo Regulador del jerez como del Brandy sigue figurando Paternina y Jaime Romero, antiguo trabajador de Bodegas Internacionales, se convirtió en su hombre en el Marco.
Eguizábal no pretendía ser uno de los grandes bodegueros de la ciudad, pero tampoco quería claudicar, aunque las pérdidas entre los años 1999 y 2003 llegaran a ser muy importantes. Su grupo empresarial conserva aún el casco bodeguero de la calle Porvenir , instalaciones en la carretera de Morabita y entre todos sus productos de Jerez siempre tuvo fijación con un brandy, el Duque de Alba, un producto de lujo. Renunció a la marca, pero con algunas de sus soleras creó Conde de los Andes, un brandy de gran prestigio en la actualidad. En cierto modo, Eguizábal quiso demostrar que no era lo que se pensaba de él, que no había venido a Jerez para enriquecerse, sino para crecer como bodeguero. Así lo explicaba con apasionamiento cuando invirtió en Bodegas Internacionales en 1990 para su modernización. Pero al tiempo que hacía eso por un lado, competía con los precios por otro.
A mediados de los 90 Eguizábal dio marcha atrás. El Logroñés, que le había dado fama, se desmoronó y las cifras de Jerez se hundían. Se enamoró de Almería, donde tenía fincas, y, desde entonces, no se le conocen visitas por Jerez. Su nombre estará asociado a uno de los peores momentos de la historia del Marco, pero convertirle a él en uno de sus culpables sería una simplificación. Eguizábal pasaba por Jerez en el momento justo, pero también pasaba por Jerez cuando sólo quedaban restos de un viejo esplendor.
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