En Jerez por una rúbrica de evaluación
El profesor Manuel Belmonte eligió la ciudad para vivir después de jubilarse en Barcelona y tras utilizar esta herramienta de valoración junto a otro grupo de localidades españolas

Manuel Belmonte, doctor en Pedagogía y catedrático de Bachillerato en Barcelona, visitaba anualmente diferentes ciudades españolas para impartir cursos de formación. Su vocación y amor por su profesión le empujaron a colaborar con consejerías de Educación de casi toda España. Comunidades como Andalucía, Cantabria, Canarias, Extremadura, Comunidad Valenciana o Galicia contrataban sus servicios para formar a docentes, tanto de Secundaria como universitarios.
“Yo empecé como profesor de instituto en la privada, y un día la dirección del centro creyó conveniente hacer un curso de formación para el profesorado que había en aquel momento.Y entonces, el señor que vino a darnos el curso, entró en mi clase y vio lo que pasaba. Y dijo, tú tienes que venir a darnos curso a nosotros también. Y a partir de ahí, pues me fueron contratando”, relata.
Durante casi 50 años ha sido docente hasta que hace unos años alcanzó la jubilación. Es ahí donde empieza esta curiosa historia.
Fue entonces cuando Manuel decidió elegir en qué ciudad pasaría esta nueva etapa de su vida, y fiel a sus principios, recurrió a su metodología. “De todas esas salidas que había hecho por toda España, me quedaron cinco o seis ciudades que me parecían agradables, así que me hice una rúbrica, es decir, una especie de encuesta con ítems, cada uno con su ponderación. Con esa rúbrica me fui a cada ciudad aproximadamente una semana o poco más, y fui valorando”.
Durante un año, Manuel visitó todas las ciudades, instalándose en ellas una semana y evaluándolas con los ítems que había elegido. Entre esas variables estaba cómo era la vida cultural, la economía, o sea, cuánto valía la cesta de la compra, cuánto costaban las viviendas, las conexiones o el ambiente ciudadano.
“Había unas cosas que valían un 20%, otras un 10%, otras un 40%... Así, salía al final una nota final, y salió Jerez. La verdad es que no me lo pensé, siempre he sido una persona bastante racional, las emociones me mueven poco, y me vine a Jerez. Vendí la casa que tenía en Barcelona y me traje todas mis cosas aquí”.
Desde entonces vive en Jerez, una ciudad que conoció durante sus cursos de formación en el Centro de Profesorado, “pero poco más, porque apenas me daba tiempo de ir a dar el curso y volverme a Jerez”.
“Cuando estuve haciendo la rúbrica, descubrí cosas que me llamaron la atención. Ya no sólo su monumentalidad y el hecho de estar bien conectada y cerca de todo, sino detalles como que los niños todavía jugaban en la calle, el hecho de que la gente en el autobús se levantaba para dejar sitio a personas con problemas de movilidad o simplemente que el conductor o la conductora no ponía en marcha el mismo hasta que todos se sentaban, algo que en Barcelona, era impensable. A mí me sorprende que aquí, la gente no se levanta para bajarse hasta que se llega a la parada, y en Barcelona, una parada antes, todos están esperando ya de pie para bajar deprisa”.
Desde entonces es un jerezano más e incluso admite que “creo que conozco mejor Jerez que mucha gente de aquí, porque me he dedicado a patearme todo”, destaca.
Eso sí, en el tiempo que lleva en Jerez ya reconoce que “los precios de la vivienda han subido bastante, de hecho, el piso que yo me compré, en el mismo rellano, ahora vale el 50% más”.
Manuel reconoce que en Jerez disfruta con “la Iglesia de San Miguel, esa monumentalidad es increíble”, pero también “con la Plaza de Abastos como exponente que es de la vida antropológica”.
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