Para seguir apostando por la pintura
Diario de las Artes
Jerez/ROCÍO GONZÁLEZ
Sala ARTEADIARIO
JEREZ
El arte actual presenta demasiadas esquivas actuaciones y demasiados actuantes poco rigurosos. La gran plástica, la que realizan los que saben lo que hacen, saben lo que quieren y saben cómo hacerlo; la de los que sólo se plantean el sentido creativo, sólo tienen el camino de lo auténtico. Son artistas de únicas peleas con su trabajo; actuaciones en la soledad de los estudios buscando dar sentido a un arte en el que ellos creen y al que quieren dar una máxima dimensión. Estos artistas no ofrecen duda; son artistas artistas, hacedores privilegiados de una pintura sin fronteras ni restricciones, que portan los inequívocos planteamientos de un arte de verdad, abierto y con absoluta proyección de futuro. Al mismo tiempo, y por desgracia, existen otros, autores, que no artistas, que fabrican obras sin el más mínimo pudor y con todos los argumentos contrarios a lo que debe ser; autores que, demasiadas veces, sólo vociferan, se hacen notar, aparecen en las redes dejando constancia de equívocas argumentaciones, con el único objetivo de que se hable de ellos, aunque sus carencias sean manifiestas y no interesen a nadie. Estos, muchos a pesar de todo, no van, ni siquiera, a aparecer en historia alguna; su realidad no merece la pena ni sirve para nada.
Rocío González es una artista malagueña que se licencia en las primeras promociones de la Facultad de Bellas Artes de Granada; aquellas que tanta importancia tuvieron y que tantos artistas significativos salieron gracias al trabajo de un importante elenco de profesores comprometidos con el mejor arte contemporáneo. Precisamente, uno de aquellos grandes profesores que tuvo la Facultad, Carmelo Trenado, quien nunca se equivocaba en la apreciación de los alumnos que serían seguros artistas, me comentó en cierta ocasión que Rocía iba a ser artista grande. Yo la conocí, primero como compañera en mi faceta docente en el entonces IES La Campiña de Guadalcacín. Era una joven que iniciaba su otra parcela laboral, la de Profesora de Dibujo. Estuvo sólo un año. Entonces, ya se observaban sus contundentes maneras de artista con los objetivos creativos, si no totalmente definidos, sí con las ideas claras sobre un arte hacia adelante, distinto y portador de claves que se apartaban de lo que era habitual en ese arte demasiado adocenado que, por entonces, también ahora, existía. Aprovechó el tiempo y, en aquellos meses, presentó su obra en la galería El Laberinto, aquel mítico espacio expositivo que Juan Carlos Crespo Laínez tenía en la calle Larga. Su obra, incluso, mereció el reconocimiento en algunas de las ediciones del Certamen de Artes Plásticas que organizaba la Confederación de Empresarios de la Provincia de Cádiz. Después ella se trasladó a tierras malagueñas donde sigue ejerciendo su labor como profesora. Es, por tanto, artista que deja constancia de serlo y que está en posesión de una pintura muy a tenerse en cuenta.
Es una pintora que sabe lo que hace. Tiene soltura pictórica y su trabajo está bien sustentado en una técnica poderosa que le permite afrontar cualquier situación. Su pintura se basa, primero en el conocimiento del medio; en el dominio del oficio y, más tarde, en un patrimonio iconográfico donde un universo mediato desentraña imágenes que transportan a escenarios presentidos donde transcurre una actividad, también, presentida y evocada. Su obra cabalga entre la figuración de registros oníricos, con espacios distópicos que hacen deambular figuras y actuaciones que, casi siempre, cuestionan la realidad de esta existencia a contracorriente.
Su pintura ocupa un espacio entre lo real, lo presentido y lo, simplemente, abstracto. Su obra es poderosa y emotiva; gestual e íntima; difumina lo real en un universo de formas y colores con muy buena argumentación. Es una pintura lúcida, que atrapa la mirada y la lleva hasta espacios donde suceden actuaciones posibles e imposibles. Una pintura para gozarla, para sentirla y emocionarse con los jugosos planteamientos de una arte abierto y sin resquicios para la duda. Porque la pintura de Rocío González se nutre de los buenos postulados de esa pintura pintura; la que cuenta historias, la que relata sentimientos, la que descubre intenciones y abre infinitas perspectivas. También es una pintura llena de sentido plástico; con una estructura compositiva muy bien acondicionada que envuelve de entusiasmo pictórico una idea, asimismo, acertadamente distribuida. Campos de color que se acondicionan a una figuración poderosa -esas manos sugerentes que anuncian escenarios de inquietudes-; sutiles imágenes de profundísimas emociones plástica y estéticas argumentan una pintura de manifiesta lucidez.
A Rocío González esta exposición le va a servir para anunciar un tiempo de ilimitadas proposiciones artísticas. A nosotros nos sirve para reencontrarnos con una artista artista; para seguir apostando por la pintura. Estaba claro que el gran Carmelo Trenado no podía equivocarse.
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