Del semáforo al campo de fútbol
Integración
Una veintena de inmigrantes residentes en Jerez forma el equipo de fútbol Alma de África. La mayoría se gana la vida vendiendo diversos artículos en las vías urbanas de la ciudad.
Después de toda una noche de guardia en el hospital, Jaime Rodríguez observó a una perrita abandonada que acudía a la puerta del centro en busca de comida. Además de trabajar de enfermero trataba a diario con su hermana Maca, que sufría su tercer cáncer. Terminaron encariñándose y posteriormente acogiendo al animal, llamándola ‘Alma de Maca’. Un buen día, el jerezano llevó a su hijo a echar un día de fútbol a la pradera. Allí dieron con un grupo de veintipocos chavales que jugaban al fútbol con tanta pasión que echaban más tiempo riñendo y discutiendo que chutando goles. Jaime confiesa que “no me considero un entendido en el fútbol, pero cuando mi hijo empezó a jugar con ellos vi algo especial, estaba viendo fútbol”.
Este grupo de amigos, que lleva reuniéndose asiduamente desde hace cinco años, encierra entre chute y chute historias merecedoras de una novela más que de un trofeo futbolístico, ya que son los jóvenes inmigrantes que se buscan la vida a diario en los semáforos de la ciudad entre ventas de pañuelos de papel. Después de observarlos durante varias semanas, a Jaime se le ocurrió la idea de formar con ellos un equipo de fútbol contando con la disciplina de un entrenador, en este caso Alejandro Benítez. Entretanto, el cáncer ganó la batalla y Maca dejó en su testamento una partida de dinero destinada a una obra social. Aquí fue donde nació ‘Alma de África’.
“Alma de África es más que un equipo de fútbol, es un proyecto con el que espero que puedan dejar el semáforo y tener un futuro con seguridad”, cuenta ilusionado Jaime antes de continuar explicando que “esto era un sueño que se cumplió gracias a mi hermana, pero el mérito, los protagonistas, son ellos”. La veintena de jóvenes lleva entrenando con Benítez durante mes y medio, un tiempo que, aunque breve, les ha servido para tomar conciencia como equipo. Su presentación oficial fue la pasada semana, cuando jugaron un partido triangular en el que participaron desinteresadamente el Atlético Sanluqueño C.F. y el Xerez C.D.
Algunos de ellos aún se emocionan al recordarlo. Para Stanley Okiore, por ejemplo, fue un sueño hecho realidad. Con 24 años, confiesa que “nosotros no disfrutamos la vida, te lo digo en serio. Estamos en el semáforo porque hay que ganarse la vida, tienes que pagar tus facturas y buscar algo que llevarte a la boca, pero el único día que disfrutamos la vida es cuando jugamos al fútbol, que nos vemos, reímos y echamos un ratito”. Con 24 años llegó en patera a Granada hace siete, “en aquel momento había mucho trabajo y la verdad es que estuve en el campo, sin estar dado de alta, durante algún tiempo”.
Tras dar volteretas y pasar algún tiempo en Sevilla, llegó a Jerez en 2010 “y estoy súper contento. Ahora mismo tengo aquí mi mujer y mi hijo de 18 meses, que es todo un jerezano de pro. La verdad es que estoy fenómeno”, aunque el joven explica que la familia se mantiene “gracias a mis suegros, nos ayudan y nos dan de comer casi a diario. No vivo del semáforo, me da para pagar alguna factura o comprar comida africana... Ojalá tuviera algún tipo de ayuda, espero que la cosa cambie porque mi niño siendo jerezano no cobra ningún tipo de ayuda por tener un padre inmigrante”. En relación al Alma de África cuenta que “cumplimos el sueño que todos teníamos, porque jugar un partido con tus colegas vistiendo las mismas camisetas... Te toca mucho”. Entre los sueños de Stanley está que “si no llego a ser futbolista profesional lo sea mi hijo. Con tan poca edad se pone muy contento cada vez que metemos gol. Desde luego, los jugadores ponemos toda la piel mientras jugamos, estamos genial. Ojalá llegue el momento que Alma de África me dé de comer”.
Cristian Loris llegó en la misma patera que Stanley el 27 de diciembre de 2007. Aunque su compañero pudo ‘escapar’ hacia Almería, “a mí me llevaron a Algeciras, donde permanecí 34 días hasta que me dieron la libertad y partí hacia Sevilla, donde volví a encontrarme con Stanley”. El joven aún da “gracias a Dios por estar vivo. Desde África salimos 65 personas en aquel bote de plástico con un niño de tres meses. Llegó un momento que el motor dejó de funcionar y estuvimos a la deriva durante muchas horas, menos mal que finalmente arrancó y pudimos llegar a España”.
“¿Que por qué venir en patera? Es lo único que tenemos... La televisión en África vende una Europa muy diferente, tú único objetivo se convierte en llegar y cumplir tu sueño, cueste lo que cueste”, relata Cristian antes de señalar que “cada uno venimos como podemos. Hay que tener en cuenta que se paga mucho. Yo por venir en patera pagué 1.300 euros y hay quien llega a pagar 3.000 por venir escondido en un coche. Los que se ven a diario que saltan la valla es porque no tienen otra posibilidad de llegar a Europa”.
Loris trabajó en un semáforo de Sevilla durante varios años hasta “que un amigo me contrató para cuidar de su madre hasta que murió. Resulta que cuando volví a mi puesto de vender pañuelos me lo habían quitado, así que fui hablando con unos y otros hasta que me dijeron que en Jerez había sigtio y por eso me vine”. El joven, de 26 años, asegura que le encanta vivir en la ciudad porque principalmente “la vivienda es más barata. Además, tengo un niño que nació a la vez que el de Stanley y el segundo vendrá en marzo”. A pesar de acudir asiduamente al semáforo, Cristian cuenta que “de vez en cuando me llaman para trabajar de seguridad en alguna discoteca. La verdad es que me harto de echar currículum, pero todo el mundo pide experiencia. Llegamos a Europa para estar mejor que en África, por eso rezamos para que la situación cambie y haya trabajo para todos”, sonríe el joven.
La historia del capitán del Alma de África es similar a la de sus amigos, aunque Paulin (Pablo) Ananfack llegó en peores circunstancias, si cabe, que sus compañeros de equipo. El joven de 23 años logró llegar a Tarifa en una lancha hinchable en la que remaban sus cuatro ocupantes con las manos. Tras pasar por el centro de menores de Arcos, el joven sigue dando las gracias “porque hoy tengo mis documentos. Me prepararon para un futuro dándome varios cursos y prácticas de soldador y de cocinero tanto en la Escuela de Hostelería como en el Hotel Guadalete”. Para él, el Alma de África “una nueva familia. Me encanta el fútbol, es mi pasión, y la verdad es que me han dado el título de capitán porque en todos los años que llevamos entrenando en la pradera creo que he sido el único que no ha faltado ni un día. El fútbol para mí es algo que yo sueño ser, pido que en el camino sigamos como una familia y demos lo que podamos dar. El otro día, cuando jugamos el triangular, fue genial”, ríe orgulloso. Desde Marruecos también llegó Yossin, el más joven del grupo. En su caso llegó a España escondido bajo un camión. Tras pasar un tiempo en la provincia, su objetivo fue (y sigue siendo a día de hoy) ir a Londres. Tras pillarlo en Francia, volvieron a destinarlo a Jerez y cuando llegó se encontró con que aquellas tardes de domingo que echaba con sus colegas entre carreras y goles se había convertido en algo más serio y no dudó en sumarse al proyecto de Alma de África.
Tras dar el primer paso y convertirse en equipo, ahora queda por asentar más bases. Jaime Rodríguez señala que “tienen que decidir si seguir hacia delante. Si es así, les ayudaré a buscar patrocinadores para que empiecen a andar solos”. Sin embargo, la mente del jerezano va más allá. “Ya hemos fundado ‘almadeafrica.org’ y aunque es una idea que está por ahora bastante en el inicio, se trata de que entre ellos monten una cooperativa con la que puedan mantenerse y encontrar un trabajo digno. Entiéndeme, no es que el semáforo no lo sea, pero si alguno de estos chicos se levanta malo un día no tiene más remedio que buscarse así la vida, no tienen ningún tipo de seguridad. Quiero proporcionarles algún tipo de garantía, darles el empujón”.
“Algo saldrá, estoy seguro –continúa Rodríguez–, ya sea algún tipo de productos que puedan traer de sus países. El equipo está formado y si quieren seguir es decisión de ellos. Si se queda aquí, se queda en un equipo de fútbol, pero si registras la marca y la usas para hacerlo un producto que les dé de comer, mejor que mejor”. Jaime teoriza con que “son muchas las casualidades con las que nos hemos tropezado hasta llegar aquí. Esto, montar el Alma de África, era un sueño. ¿Por qué no va a llegar a algo más?”.
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