Y... ¿por qué no un tabanco?

Los que se reinventan

Un delineante y un economista en paro 'rescatan' la mítica taberna de 'La Pandilla'

Y... ¿por qué no un tabanco?
Y... ¿por qué no un tabanco?

No todo está inventado. Uno se llama Antonio Ruiz Moreno; el segundo, Bosco Delage Darnáude, dos vidas unidas desde la niñez. Antonio es delineante, luego ejerció de comercial, algo que le atrapa. Y Bosco es economista y, como Antonio, está casado, tiene prole pero sigue con un pie en el pozo del desempleo. Bueno, eso ocurrió hace meses; ahora, parecen ver la luz al final del túnel. La crisis, que con todo puede sin hacer distingos, ha vuelto a unir curiosamente a esos dos niños de pantalones cortos.

Hay algo más en común: Antonio y Bosco son dos tortas de la hostelería. Bosco trabajó para la Escuela de Hostelería. Y Antonio, aunque poco o nada tenga que ver con la geometría y el espacio, no ha parado de moverse en ese mundillo, ha emprendido varios negocios y regentado un pub musical y cuenta con grandes amigos con negocios en la noche jerezana. Antonio y Bosco les dieron mil vueltas a la cabeza. Levantarían un negocio. Antonio recordó entonces aquella tarde que pasó por la calle Valientes y 'descubrió' el antiguo tabanco de 'La Pandilla' cerrado a cal y canto. Lo frecuentaban hace una veintena de años la juventud, ahora hombres y mujeres hechas y derechas. Y, entonces, le invadieron los recuerdos.

Todo comenzó de esa manera. Así de fácil. Se decidirían por recuperar un tabanco, hoy en pleno auge. Lo arrendarían y mantendrían su original nombre: 'La Pandilla', un singular tabanco donde el director de cine Miguel Hermoso localizó en 2007 parte de su cinta 'Lola'.

Pero 'Lola' es una simple anécdota. En 'La Pandilla' el personal se pirraba por las 'morenitas', pero había algo más: un delicioso Valdepeñas de la casa que se servía fresquito gracias a un serpentín que lo enfriaba cuando salía de unos garrafones que se conservan aún en el tabanco.

Para toda aquella legión de tabancos que por entonces crecían como setas por la ciudad, aquello fue un auténtico pelotazo. Manuel Rodríguez Núñez habla de su padre con orgullo, un ejemplar 'viajante' de Real Tesoro, hombre innovador y con ojo para el negocio, que en 1947 se hizo con la propiedad del establecimiento: Se llamó Manuel Rodríguez Marín, que casó con María de los Milagros Núñez Correa, que le dio un único hijo.

Manuel prosperó con su vino tinto. Se convirtió en uno de los primeros dueños de tabernas que habían introducido el tinto a granel de Valdepeñas en el negocio. Entretanto, Pepe Cauqui, hermano de la cantaora 'Manolita de Jerez', ejercía con eficacia su trabajo de dependiente.

La antigua bodega de Rodríguez Marín, luego llamada 'La Pandilla', abierta posiblemente en 1936, constaba de unos doscientos metros que se repartían entre el despacho de vinos, al que en la época se accedía por una segunda puerta que hubo que abrir para evitar el contacto de la clientela exclusivamente masculina con las mujeres que allí compraban; una bodeguita había después y, al fondo, durante un buen tiempo, una fábrica de sifones, tarea en la que Manuel se volcaba cuando sacaba tiempo libre a la administración y gerencia del establecimiento.

Muchas veces hubo que servir el tinto u otros vinos de Jerez a domicilio. Manuel cogía su carrito de reparto, 'el Gasolino', que arrastraba una mula y allá iba entre casas, bodegas, bares o donde quiera que fuese. Y fue en 'La Pandilla' donde se hicieron los primeros depósitos de las cervezas 'Damn' y 'El Águila'.

¿La 'parroquia'? De todo tipo: Desde militares, directivos o empleados de banco a trabajadores y empleados de bodegas y publiquillo de todo pelaje. Paco Lara, entrenador del Xerez y del Industrial, acudía al local, como el mítico jugador 'Malaguita' o ese novillero que fue Rafael Lozano 'Rafaeli', con quien montaban sus tertulias.

Otra pregunta: ¿Son de Ragel las esqueletomaquias de sus decorados? ¡¡Erroooor!! Ni son de Ragel, ni de un discípulo de Ragel ni a Ragel se le vio nunca por allí. Las pintó Luis Mateos, un hombre que se apasionó por ese arte de 'ver más allá de donde alcanzan nuestros ojos'. Nada tienen, pues, que ver uno con otro.

Antonio y Bosco quieren recuperar el tabanco 'en su esencia', tal y como lo dejó la viuda de Manuel, que a su muerte se echó el negocio a las espaldas hasta que las fuerzas le vencieron. Sus paredes vuelven a lucir los imponentes anuncios de corridas, los dibujos de Luis Mateos de los parroquianos que allí se reunían, el primitivo mobiliario, la maquinaria antigua o los depósitos que surtían de tinto fresquito, que no se utilizarán de momento.

Un nuevo tabanco rescatado en su esencia y en sólo tres meses reformado. Pues mira qué bien, tío.

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