Sebastiana, el teatro de la vida

La cárcel le abrió las puertas a la interpretación, siendo una de las primeras mujeres de la Compañía teatral Yeses

Su intensa existencia llega ahora a la gran pantalla con un documental

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Sebastiana López posa en la Plaza de Santiago frente al azulejo del Prendimiento.
Sebastiana López posa en la Plaza de Santiago frente al azulejo del Prendimiento. / Miguel Ángel González
Fran Pereira

02 de junio 2024 - 05:05

El mundo entero es un teatro”, decía Williams Shakespeare. Quizás, esa sea la mejor definición para hablar de Sebastiana López Gandulla (Jerez, 1958). Su vida, como ella misma reconoce, “es una película de Almodóvar” y está marcada por un hecho puntual, cuando es detenida, con apenas 26 años, en la aduana de Madrid.

Aquel fatídico día volteó por completo su razón de ser, introdiciéndola en un universo en el que “ni por asomo”, se hubiera imaginado. Dicen que Dios aprieta pero no ahoga, y la oscuridad de prisión, se vio iluminada en un momento dado con el teatro, una disciplina a la que se aferró para recuperar su libertad.

Sebas, como le conocen todos, vino al mundo en el flamenquísimo barrio de Santiago, en una década, la del 50, que a nivel de flamenco ha sido una de las más prolíficas (Moraíto, José Mercé, Luis de la Pica, El Torta, Capullo de Jerez, Diego Carrasco, Vicente Soto, El Gómez....). “No soy gitana, pero me he criado allí, y siempre he dicho que de arte tengo”, afirma entre risas.

Yo nací en la calle Nueva, en una casa que le llamaban la de las viudas. Me crié con mi abuela, y era la quinta de diez hermanos. Como mi madre tenía unos embarazos tan malos, yo habitualmente me quedaba con mi abuela paterna. ‘Déjala aquí, déjala aquí’, le decía mi abuela a mi madre hasta que acabé viviendo con ella, primero en la calle Nueva y luego en la calle Marqués de Cádiz donde le dieron una casa. Allí me he llevado 48 años”.

Por aquel entonces, Santiago, aunque ya había empezado el éxodo de muchos de sus vecinos a La Asunción, todavía conservaba su esencia, ese ambiente festivo que inundaba cada una de sus calles día tras día. “El barrio de entonces era otra cosa. No se me olvidan las zambombas que se hacían en la calle Nueva que nos daban al mediodía del día siguiente de empezar; y por supuesto, los Juncales, donde había unas fiestas...”.

Estudié en el Asilito de la calle La Sangre cuando aquello era un colegio. Tuve pocas amigas, porque en la calle no había entonces muchos niños pa jugar, y luego también, como yo vivía al final de la calle, mi abuela no me dejaba salir demasiado”, continúa.

"La cárcel de Yeserías era un centro para niñas malas, pero cuando saltaba la chispa se formaba”

Justo antes de cumplir la mayoría de edad, Sebastiana decide dar un vuelco a su vida y, como muchos jerezanos de aquella época, se marcha a Madrid “porque aquí en Jerez no había nada, sólo podías trabajar para servir en una casa y pagándote una miseria, y yo no estaba por la labor, así que junto a unas cuantas amigas, nos fuimos a buscar un mejor futuro”.

Comenzará entonces un deambular por toda España trabajando en diversos sectores . “En Madrid estuve trabajando en bares, en cafeterías y en mercadillos e incluso tuve un bar en Pinto; y en Cantabria, concretamente en Noja, trabajé en un tablao flamenco. Luego, también estuve de camarera de pisos en hoteles de Menorca e Ibiza, una sala de fiestas en Burgos...Total, que me recorrí España casi en su totalidad hasta que decidí volver a Jerez”.

“Entonces conocí aquí a un esmeraldero, un colombiano, que me ofreció viajar con él a Colombia y pasar unas esmeraldas a España. A cambio, me daba una cantidad de dinero. Ingenua yo que sin saberlo, me había metido en mi maleta tubos de cocaína. Me detuvieron en Barajas, menos mal, porque si me paran en Colombia, no estaría aquí contando esto”, comenta.

Cárcel de Yeserías

De la noche a la mañana, Sebastiana se encontró en prisión. “Recuerdo que me pasé mi primera noche llorando esmorecía. Tú imagínate, y con dos niños en el mundo, mi hija con 4 años y mi hijo con 10 meses”.

Su destino fue la cárcel de Yeserías, en el barrio de las Delicias de Madrid, un centro penitenciario en el que convivían unas 400 mujeres. “Aquello era un centro para niñas malas, pero cuando saltaba la chispa se formaba y bien”, añade.

Su día a día no era sencillo, entre otras cosas, porque “había de todo tipo y de todas las razas, gente quinquillera y gente como yo, a las que habían engañado tontamente”. Hablamos de 1986 una década en la que la heroína atravesaba como un puñal a familias de todo el país y donde el SIDA daba sus primeros pasos.

Cuenta Sebastiana que “en Yeserías he visto de todo, he visto a gente que ni siquiera fumaba y que se enganchó hasta las trancas allí dentro. Recuerdo ver a la gente pinchándose hasta en el cuello, se ponían una correa en el cuello, y se pinchaban”.

Al contrario que otras muchas reclusas, Sebas afrontó aquella situación con un único objetivo, “salir para poder estar con mis hijos, eso fue lo que me hizo sobrevivir. No me podía permitir el lujo de caer en la droga por muy desesperada que estuviera”, relata.

No fue fácil pues había sido detenida con “600 gramos de cocaína, pero al parecer, de gran pureza, y eso quería decir que se vendía mejor, por eso me cayó una condena de 6 años, seis meses y un día”.

"He visto a mujeres que cuando entraron en prisión ni fumaban y luego engancharse allí a la droga hasta arriba”

Tratando de ocupar su tiempo, “porque lo que no podías hacer allí era quedarte en los patios, si no te buscabas problemas”, Sebastiana comenzó a formarse en diversas disciplinas. “Me apuntaba a todo, a talleres de pintura, de cerámica, de peluquería...”.

Apenas unos meses antes, Elena Cánovas, funcionaria de prisiones, había creado en ese mismo centro, la Compañía de Teatro Yeses, buscando, como ha reconocido en alguna entrevista, “que el teatro sea un arma para que ellas en el exterior, se hagan con su propia vida”.

“Empecé haciendo escenografía, porque a mí me daba pánico la escena. Pero claro, allí la gente salía y entraba, y un día, la protagonista salió en libertad”.

En un ensayo, mientras pintaba un telón, harta de escuchar las indicaciones que la directora del grupo estaba dando a una compañera, soltó la brocha y dijo: ‘¡Te está diciendo que lo digas así…’. “Entonces la directora me dijo, ¿por qué no la haces tú? Acepté, me subí por primera vez al escenario y desde aquel día no me he bajado más”.

Así nació la vinculación de Sebastiana con el teatro, algo que según relata, “yo lo llevaba dentro porque de chica siempre he sido muy teatrera, me gustaba mucho dar papeles a la gente, he sido siempre algo mandona”, ríe.

Aquella experiencia con el teatro “fue para mí como una droga”, advierte, hasta el punto de que llegó a conseguir, en la primera salida de la Compañía al exterior, en 1987, para participar en la Muestra Cultural del Mundo Laboral que organizaba UGT, el premio a la mejor interpretación.

“Cada tres meses hacíamos una representación para los internos, con lo cual por cada día de ensayo, nos quitaban dos de pena. Eso quería decir que cada vez que representábamos una obra, nos quitaban treinta y tantos o cuarenta días. Así me fui quitando pena, y cumplí solamente unos tres años”, cuenta.

Apreciar la libertad

Después de pasar durante un tiempo por la cárcel de El Puerto, donde “me sentí más presa que en Madrid, porque había más disciplina y era mucho más dura”, Sebastiana comenzó una nueva vida en Jerez tras lograr la libertad. “Pedí traslado para estar cerca de mis hijos, y en los últimos meses ya sólo iba a la cárcel a dormir”, recuerda.

De todo aquello, “porque no hay mal que por bien no venga”, asegura Sebastiana, “aprendí mucho, sobre todo a enfocar la vida de otra manera”.

“Nadie aprecia lo que es la libertad hasta que la pierde. Aprendes a valorarlo todo, hasta lo más insignificante”, prosigue.

Ya en Jerez, lo más duro, tal y como reconoce, “era ir por la calle y que todo el mundo te mirase. Parecía que llevaras escrito en la frente de dónde habías salido. Luego comprendes que no es tanto, que se te hace como una obsesión, o al menos eso es lo que yo viví, pero al principio, me daba miedo”.

Lo que más me costaba-añade- era mirar al cielo sin tener paredes a los lados. Igual que cuando me hablaban varios a la vez, con eso no podía, y no sé por qué”.

Al recordar aquella experiencia también destaca su manera de desenvolverse ante situaciones delicadas. “A veces me parecía a Rafael de Paula, porque matar no mataba, pero torear, toreaba mejor que nadie (risas). Era amiga de las negras, de las gitanas, de las quinquilleras, de las colombianas...de todo el mundo. El capote me sirvió para evitar muchas cosas, porque ni se puede ir allí de enterá, ni se puede ir de tonta, si no te las dan todas. Así que muchos pases de muleta y de verónica”.

Sebastiana López, en Santiago.
Sebastiana López, en Santiago. / Miguel Ángel González

El teatro, forma de vida

Su paso por la Compañía Yeses, una asociación que pervive actualmente tras 40 años de vida, le hizo adquirir gran experiencia a nivel teatral, una experiencia que ahora intenta transmitir a la gente de su tierra.

Su gran sueño es hoy por hoy la compañía ‘Timba timbero’, un proyecto que nació tras la pandemia, cuando gracias a la Fundación Reale consiguió poner en marcha un taller de teatro para los vecinos de Santiago, un proyecto que, después de tres años, sigue creciendo.

“Cuando hablo de esto, siempre digo que tengo que agradecer muchísimo a Pilar Suárez, de la Fundación Reale, porque para mí es como un ángel en la tierra y ha confiado desde el principio en mí y en mi trabajo. Además, paralelamente puso en marcha, siguiendo mis consejos, otro taller de pintura con Luis Márquez, y el de bordado de realce”.

Ahora mismo somos 13 personas, no hay más porque no podemos, y hay gente con mucho talento. Estamos creciendo poco a poco, y ojalá sea una realidad, porque siempre digo que en esta vida no hay que dejar cicatrices, hay que dejar huella, y en eso estoy. También sueño con que mi nieta llegue a ser actriz, porque es el sueño que yo también hubiera querido cumplir”.

“Ahora también-añade-, estamos teniendo el apoyo de María Espejo, que nos está ayudando muchísimo, es más, creo que tenemos conexión desde el primer momento. El teatro es magia. Empezamos a trabajar el otro día, y creo que será una bonita unión”.

Es la verdadera obra teatral de Sebastiana López, capaz de sobreponerse a todas las dificultades que la vida le ha ido poniendo por el camino. “Me considero una mujer fuerte porque si no hubiese sido fuerte, no hubiese superado tantas cosas que me han pasado en mi vida, mi vida no ha sido fácil, y desde muy joven estuve en la calle y he tenido que sobreponerme”.

Un documental sobre su vida realizado por Miguel Forneiro

Apenas faltan unos días para el estreno en Jerez de ‘Sebastiana’, el documental sobre la vida de la jerezana que ha realizado el director Miguel Forneiro. “Yo había participado en algunas producciones de Miguel Forneiro en Madrid. Y un día, le dije: ‘Estoy loca porque hagas la película de mi vida’. Pasado un tiempo, me llamó y me dijo, ¿hacemos tu película? Así surgió todo”.

Ahora, tras dos años de intenso trabajo, “porque Miguel ha tenido que venir muchas veces a Jerez”, el resultado se estrenará esta semana en su tierra tras pasar previamente por Madrid hace unos meses. “La verdad es que estoy nerviosa, porque conozco Jerez. Soy de Jerez y la crítica aquí me preocupa un poquito más que en Madrid. Aquí venía Camarón y temblaba, con eso te lo digo tó. Y eso va a ser siempre”.

Sobre el resultado de este documental, lo tiene claro: “A mí me ha gustado mucho, la verdad. Está claro que faltan muchas cosas, pero en estas cosas hay que hacer siempre una selección. Yo estoy contenta por cómo ha quedado”. “Quiero dar las gracias a Yéssica Quintero, del Ayuntamiento, por ayudarme y por supuesto a Pilar Suárez y a Miguel Forneiro”.

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