"El torero debe respetar al toro como el político al ciudadano"
Una charla con Rafael Soto
Una mujer le paró en 2004 por la calle para decirle que estaba "muy orgullosa" de él. Aquí, un cara a cara con el jinete olímpico.
Exceptuando el fin de semana, Rafael se levanta cada día a las seis de la mañana. Apenas desayuna para hacer frente a una jornada siempre frenética, ahora como maestro, y siempre como alumno, "uno debe estar aprendiendo continuamente". No le hace falta poner sobre la mesa un desayuno copioso, porque desde muy niño se acostumbró a comer poco en las primeras horas del día. Un té y una tostada le vale y le sobra.
Rafael Soto, "mi Soto" para su mujer Lola, es un jerezano de Santiago. Hace 56 años nació en la calle Cantarería. Un barrio flamenco del que aprendió a sentir el quejío, y no tanto el desenvolverse con el baile y el cante, "a lo sumo, bailo un poquito por sevillanas", dice. No duda en cambiar su uniforme de jinete, su segunda piel, por un pantalón chino y una chaqueta azul para la entrevista, una cita de la que tampoco perdieron detalle su mujer, y sus dos hijos, Rafael y Paula.
Una Escuela "viva"
Antes de que él naciera, su padre ya era mayoral de Sementales. Se crió entre la tierra del Marqués de Parada y Salvatierra en Sevilla, y Mallorca, ciudad a la que su familia se trasladó para trabajar con el primer ganadero de caballos españoles en tierras baleares. Fue allí donde Álvaro Domecq le dijo un día a su padre: "Mira Paula, he puesto una escuela en Jerez y quiero que Rafaelito venga allí a aprender". Tenía 24 años. Así se convirtió en uno de los primeros jinetes de la Real Escuela de Arte Ecuestre.
"Tenemos la suerte de que a pesar de que somos muchos, la Escuela va hacia adelante", asegura. En 2013 la institución sopló las velas de su 40 aniversario y su corazón sigue latiendo con fuerza. "Tenemos una verdadera Escuela. Hay más de 20 alumnos de equitación, de mozos, de enganche..., así que sí, hay renovación. Tenemos que intentar buscar dinero por todos lados porque cada vez las instituciones nos ayudan menos. No es fácil hacerlo, pero bueno, lo importante es que la Escuela sigue adelante", remarca.
Hablar de Rafael Soto es hablar de caballo, de doma clásica, de tradición. La primera vez que se presentó a una competición ya le dijo a su mujer que iría a unas Olimpiadas y lo cierto es que pocos retos le han quedado por cumplir a este jerezano en el que Álvaro Domecq se fió de su 'reata'. Tras 27 años como jinete profesional, suma a sus espaldas más de 25 grandes premios internacionales, entre ellos, tres de esas Olimpiadas que prometió a 'su' Lola en una tarde sevillana.
Ha pasado el tiempo y a día de hoy no se imagina otra vida que la que ha vivido. ¿Qué hubiera sido si no fuera jinete?: "La verdad es que no me veo con otra cosa, pero seguramente algo relacionado con el caballo. Siempre me ha fascinado".
De toros e independencias...
El caballo es su profesión, el toro su afición. Le viene de familia. Un gran cuadro de su tío Rafael de Paula en las escaleras de su casa refleja que para él sigue siendo un guía en su vida y en su trabajo. Que corriera sangre torera por sus venas casi que le 'obligó' a tener que hacer también sus pinitos en una plaza. Pocos, pero suficientes para comprender que el miedo era mayor que las ganas. "Lo pasé fatal -dice mientras señala una fotografía de una de sus novilladas, siempre a caballo, claro- y ya no repito. Pero me encanta ver torear y me encanta ver el buen toreo a caballo". En su mesilla de noche no faltan los libros dedicados del rejoneador Ángel Peralta, 'Mi vereda al galope' de su amigo Álvaro Domecq y 'La Esencia', "una maravilla de libro de Antonio Burgos sobre Curro Romero, otro grande que admiro mucho".
Entre pase y pase, Rafael le echaría un capote al propio mundo del toro. No ve extraño el ataque que sufre porque "si uno indaga en la historia del toreo vería que no es la primera vez que se quiere acabar con él. ¿Tú piensas que en San Fermín se podrían abolir las corridas de toros? Pues no, no me lo imagino". Soto cree que las críticas son más políticas que sociales. Una entrada a matar más desde el despacho que desde a pie de calle. "La verdad es que no soy un entendido de este follón de las independencias, pero no creo que puedan seguir adelante. Ya tienen sus independencias como autonomías..., pretender más no lo veo. Además, creo que los políticos no dicen la verdad de lo que podría pasar si, por ejemplo, Cataluña se independizara. Con la crisis, un país como España, cuanto más se separe será peor para todo y todos", declara.
El poder ¿corrompe?
La actualidad manda. ¿Debería hacer el paseíllo la Infanta Cristina a la entrada de los juzgados? Ahí no entra demasiado. Quizás, las muestras de cariño que la familia Real le ha dado durante sus años de carrera (y que también tiene retratadas con más cuadros en la escalera de su casa) puedan más que una posible crítica. "La Justicia está para todos. Tendrá que ir a declarar, pero cómo lo haga me da igual. No es un tema que me importe mucho. Hay temas más importantes, como las personas en", se limita a contestar. Suficiente para él.
Acaricia a 'Nana', uno de los perros de la familia (tiene tres), y tampoco entra en profundidad en la política local. Le interesa poco que Ayuntamiento y oposición se tiren los trastos a la cabeza, y que antiguos alcaldes se sientan en el banquillo. Eso sí, para él la honestidad y el buen hacer debe prevalecer sobre todas las cosas, "pero dicen que el poder corrompe". "Ojalá que las nuevas generaciones de políticos intenten hacerlo bien y trabajar para la ciudad, para el país. Gobernar no es fácil", señala el jinete, quien añade después que el que quiere ser caballista debe ser primero caballero; y para ser caballero, primero hay que ser honesto. "El caballista debe respetar al caballo, el torero al toro, y el político al ciudadano", remarca con rotundidad.
La gran familia
Su familia, ¡ay! su familia. Cuando conoció hace 30 años a su mujer empezaron un camino en el que no ha fallado el respeto y la admiración. Fue ella, Lola, la que al mudarse reservó una habitación para guardar los premios que Rafael ha recibido durante tantos años en primera línea. Un deportista de élite que lo mismo tiene una medalla olímpica en la estantería, que el libro dedicado del cantante Manolo García, 'El fruto de la rama más alta'. "Es muy amigo mío. Cada ve que viene nos vamos al campo a pasar el día", explica.
Si por él fuera, no pasaría ni un minuto fuera de su casa. Su refugio. Su bienestar. Los días libres los pasa en su salón viendo corridas de toros, partidos de fútbol o programas de naturaleza. Sólo se levanta, según relata su mujer, para comer y para hacerse palomitas. "Cuando llego a casa quiero descansar, relajarme con mi familia, con mis perros y estar un rato tranquilo", reitera. Se despide en la puerta de su casa con su mujer Lola, sus hijos y sus mascotas. Y entonces recuerdo una de sus frases: "Para muchas disciplinas se necesitan años de aprendizaje, pero es fundamental una cosa: sentirlas". Tomo nota.
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