La traída de aguas del Tempul

Arriba, el manantial de Tempul; abajo, placa en el 'depósito de las aguas' que recuerda la fecha de municipalización del servicio, en 1939.

La traída de aguas del Tempul
La traída de aguas del Tempul

16 de julio 2009 - 01:00

DURANTE las primeras décadas del siglo XIX se produce en Jerez un desarrollo económico sin precedentes. La consolidación de la industria bodeguera, en torno al vino de la tierra famoso desde la antigüedad, con la implantación y constitución en Jerez de numerosas casas productoras y comercializadoras de vinos; y la progresiva incorporación de técnicas modernas a la agricultura, hicieron que esta ciudad eminentemente agraria se transformara en un centro comercial e industrial de gran importancia. Esta etapa estuvo liderada por emprendedores tanto de origen local como venidos de otros países europeos y de las ex colonias americanas. La ciudad vio así crecer a una burguesía impulsora de iniciativas de gran trascendencia, que contribuían al progreso de la ciudad al tiempo que resultaban vitales para el éxito de sus negocios. En efecto, esta creciente importancia comercial convirtió Jerez en una ciudad de vanguardia en muchos aspectos: así, Jerez tuvo (en 1854) la tercera línea ferroviaria que se construyó en España, y la primera instalada en Andalucía, que al conectar la ciudad con el Trocadero, en la bahía, facilitaba enormemente la exportación de vinos a los mercados exteriores, que hasta entonces se hacía en carretera hasta el muelle del El Portal, donde era cargado en embarcaciones que remontaban el Guadalete. Otras iniciativas importantes en esa época fueron la construcción del ferrocarril urbano (que conectaba las bodegas con la línea férrea), el tranvía o la instalación del alumbrado público en toda la ciudad.

Entre los proyectos emblemáticos abordados en nuestra ciudad en la segunda mitad del XIX se encuentra el del suministro de agua potable para el consumo doméstico e industrial. A mediados de siglo, la población de Jerez se abastecía aún del agua procedente de los aljibes o pozos excavados en los patios de las viviendas, así como de las escasas fuentes públicas, mientras que las familias más acomodadas se abastecían con el agua traída de manantiales situados en el entorno de la ciudad.

Las primeras iniciativas para asegurar un abastecimiento continuo de agua potable a la ciudad surgieron en la década de 1850, cuando se planteó la elevación del agua del cercano Guadalete, mediante su bombeo hasta unos depósitos que abastecieran a la población. Esta idea quedó desechada tras los estudios realizados por el ingeniero Ángel Mayo, que junto a los análisis químicos practicados hicieron descartar la traída de agua desde los ríos Guadalete y Majaceite, optándose por las del manantial de Tempul. Ubicado junto al castillo del mismo nombre y al pié de la Sierra de las Cabras, de cuyo acuífero se nutre, este manantial presentaba además la ventaja de encontrarse localizado en tierras municipales, en virtud de la donación hecha en su tiempo por el rey Sancho IV el Bravo a la ciudad.

En enero de 1861 el Ayuntamiento de Jerez convocó una sesión extraordinaria a la que asistieron los 500 mayores contribuyentes de la ciudad, y en la que se sentaron las bases para la constitución de la 'Sociedad Anónima de Abastecimiento de Aguas Potables de Jerez de la Frontera'. Su capital inicial, de 30 millones de reales repartidos en 15.000 acciones, quedó suscrito en su mayor parte por el Ayuntamiento, que se reservó 9.000 de éstas.

La constitución de esta sociedad para el abastecimiento de aguas, en parte con capital público (Ayuntamiento) y en parte con privado, estuvo favorecida por las experiencias asociativas anteriores de la burguesía local en torno a proyectos importantes para el desarrollo de la ciudad. Así, en el primer consejo de administración de esta sociedad se sentaban algunos de los mayores emprendedores de la burguesía comercial jerezana, como Rafael Rivero, Julián Pemartín o Manuel María González, entre otros; lo que refleja el grado de implicación de los empresarios locales en un proyecto esencial para la modernización de la ciudad.

En 1864 dieron comienzo las obras, y finalmente el 16 de julio de 1869 entraba en funcionamiento el acueducto, de unos 46 kilómetros de longitud. El agua llegaba a la ciudad quedando almacenada en los depósitos del Calvario, desde donde se distribuía por medio de una tubería principal hasta la plaza de Santiago, y desde allí al resto de la ciudad mediante tres ramales principales que comenzaban en las calles Ancha, Francos y Merced. En 1873 se encontraban ya abastecidos con el agua del Tempul todos los establecimientos públicos de Jerez, las industrias, los recreos y jardines y unas 800 casas particulares, continuando en los años siguientes la extensión del servicio al resto de la ciudad.

Finalmente, en 1939 el Ayuntamiento presidido por Juan José del Junco Reyes acordó la municipalización del servicio de aguas, quedando incorporados todos sus bienes al patrimonio municipal. Entre éstos se encontraban los depósitos del Calvario y los jardines de su entorno (conocidos popularmente como 'del Tempul'), que seguidamente fueron convertidos en parque público. Años más tarde (1954), en ese mismo enclave se fundaría el parque zoológico y jardín botánico de la ciudad.

La traída de aguas del Tempul, junto a los otros hitos importantes para la modernización de Jerez que se produjeron a lo largo del siglo XIX, supuso un impulso importante para la consolidación de la ciudad como núcleo avanzado de su época. La propia capital de la provincia, Cádiz, tendría aún que esperar años para disponer de un servicio similar. Sin duda fue resultado de todo ello el que Jerez viera duplicada su población entre 1850 y 1900; y que pocos años después, en los comienzos del siglo XX, pasara a ocupar el primer lugar entre las ciudades de la provincia por su número de habitantes.

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