El trastorno obsesivo compulsivo en la infancia
COMENTABA ya en artículos anteriores que el aula es uno de los mejores espacios para identificar problemas psicológicos en los menores. Al igual que la información proporcionada por los padres, la información que puede proporcionar un profesor o tutor académico es fundamental para entender la problemática de un menor. Uno de los trastornos que con mayor frecuencia pasa desapercibido en el colegio es el trastorno obsesivo compulsivo, un trastorno de ansiedad que puede llevar a los menores a trabajar hasta el agotamiento, dejando de lado cualquier actividad social o de ocio, para repetir una y otra vez determinadas tareas escolares.
Pero, en realidad, el trastorno obsesivo compulsivo no se limita sólo al ámbito académico, sino que puede interferir en cualquier aspecto de la vida del menor. Normalmente, el problema empieza cuando de forma involuntaria aparecen pensamientos que generan un nivel tan alto de ansiedad, que lleva a buscar cualquier estrategia o comportamiento que permita algún alivio, aunque sólo sea momentáneo. Así es como se inician los rituales o manías llamadas compulsiones, que son comportamientos que pretenden reducir el malestar o la ansiedad generada por ciertos pensamientos.
El principal temor de muchos de estos chicos es que si aparece un pensamiento determinado, entonces están perdidos, es terrible, se angustian y sufren, porque se ven obligados a dedicar hasta una hora a realizar determinados rituales para sentir ese alivio que les llevará a volver a la incertidumbre sobre si el pensamiento ha desaparecido definitivamente o volverá a aparecer en algún momento.
Sin embargo, es bien sabido, que la mayoría de las personas podemos de forma involuntaria tener pensamientos indeseables, sin tenerlos en consideración y desechándolos con facilidad. Algunos ejemplos pueden ser la idea de contraer una enfermedad grave, la posibilidad de no querer a la familia o pensar en hacer daño a alguien o a uno mismo. Podemos desecharlos habitualmente sólo con pensar que la probabilidad de que esos acontecimientos ocurran es bastante baja. Sin embargo, los niños que sufren pensamientos obsesivos, por alguna razón y en algún momento de sus vidas han aprendido que los pensamientos y los acontecimientos tienen alguna relación. Esta relación entre pensamientos y acontecimientos es una de los principales retos del tratamiento psicológico. Se trata de un sesgo cognitivo que se conoce como fusión pensamiento acción o pensamiento realidad, si pienso que algo puede estar mal es que está mal, si pienso que puedo hacer daño a alguien es que lo voy a hacer, si pienso que estoy enfermo es que lo estoy. Probablemente ayuda a entender cómo se genera este sesgo si tenemos en cuenta muchas de las experiencias que todos hemos vivido, como por ejemplo, pensar en que veremos a alguien y casualmente al poco tiempo lo vemos o desear mucho algo que luego ha ocurrido.
En las clases, habitualmente, las conductas disruptivas absorben toda la atención del profesorado y puede que por este motivo el trastorno obsesivo compulsivo pase desapercibido y no forme parte de las intervenciones educativas que se desarrollan en los colegios. Pero, si en el grupo se detecta que algún alumno puede sufrir trastorno obsesivo compulsivo, además de orientar a los padres para que el menor comience un tratamiento psicológico cognitivo conductual, una buena opción de intervención en clase es tratar, a través de ejercicios prácticos y pruebas de realidad, cómo los pensamientos no garantizan resultados o cómo las supersticiones no tienen ningún rigor científico y sólo forman parte de mitos y leyendas populares. El objetivo sería, sobre todo, reflexionar y concluir que para que algo ocurra no basta con desearlo o pensarlo, sino que se tienen que dar muchas otras circunstancias.
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