El tren callejero de las bodegas
Jerez, tiempos pasadosHistorias, curiosidades, recuerdos y anécdotas
Le llamaban 'La Maquinilla' y recorría casi todo Jerez, de bodega en bodega, cargando cajas y botas de vino, para transportarlas a la Estación de Mercancías, que estaba ubicada en la calle MedinaLa Maquinilla del tren bodeguero, cargando sus vagones en el muelle de Domecq, en la primera mitad del pasado siglo. Era un servicio muy útil para los bodegueros de Jerez.
NO recordamos muy bien cuando desapareció, pero debió de ser no mucho después de los años cincuenta del pasado siglo XX. Un tren callejero que transitaba por casi medio Jerez, de bodega en bodega, cargando pedidos para transportarlos a la vieja Estación de Mercancías, también llamada de Pequeña Velocidad, al final de la calle Medina, donde pasaban a cargarse a otros trenes que hacían el recorrido por toda España.
Este 'trenito bodeguero', como lo llamó Pemán, recordamos que pertenecía a la antigua Red de Ferrocarriles Andaluces, y fue de una gran eficacia, especialmente en los años de la posguerra, en los que escaseaba la gasolina y los camiones y los coches, incluidos los taxis, se veían obligados a circular con gasógeno; un enorme y antiestético aparato, instalado fuera de la carrocería del coche, normalmente en su parte posterior, que estaba destinado a producir carburo de hidrógeno, que se empleaba como carburante.
Recuerdo, de niño, que dicho tren pasaba diariamente, varias veces al día, por la calle Ancha, donde yo vivía, y donde más de una vez ocurrieron algunas desgracias; como pasó un día en que había un carro tirado por mulos, aparcado delante del tabanco de Canalejas, y como el carrero no lo retirara, dentro como estaba del tabanco, pese al continuo y reiterado silbato de La Maquinilla, utilizado por el maquinista, éste no tuvo más remedio que proseguir su camino arrollando al carro y a los mulos, sin que hubiera que lamentar ningún animal muerto.
Sus vías, en las que los niños jugábamos a los bolindres, quitándonos cuando pasaba La Maquinilla, también fueron ocasión de más de una caída, recordando el escándalo que se armó en el barrio Santiago, con una chiquilla que iba con una botella de aceite, que tropezó en las vías, cayendo al suelo y rompiéndose la botella con la que se hirió gravemente, teniendo que ser llevada urgentemente al cercano Hospital de Santa Isabel.
El tren era muy útil a los bodegueros, pero su paso por las calles de la ciudad, resultaba realmente anacrónico. Si mal no recuerdo, su itinerario iba desde el muelle de carga de Domecq, en la Puerta de Rota, hasta la Estación de Mercancías, en calle Medina, pasando por la vieja Ronda del Caracol, el Muro, calle Ancha, Ponce, Pozo Olivar, y otras del recorrido que continuaba por Cádiz, Paúl, etc., hasta llegar a su destino, para el trasbordo de la mercancía a trenes de más largo recorrido, que circulaban por la red nacional de ferrocarriles.
Recuerdo una vez que a La Maquinilla le engancharon, posiblemente por tratarse de algún acontecimiento especial, unos vagones de viajeros de tipo romántico, de color verde, que llevaron hasta Domecq a un numeroso grupo de personajes, tal vez miembros de algún congreso de los muchos que solían venir a visitar nuestras bodegas. Ese día, por vez primera y única, La Maquinilla se convirtió en un tren de lujo, llamando la atención de todos los jerezanos.
El tren bodeguero creo recordar que también tenía entronques con la antigua estación que hubo en La Alcubilla y, al final de la calle Muro, al comienzo de Picadueñas, una especie de apartadero, donde muchas veces quedaban aparcados vagones vacíos que no eran necesarios para determinados embarques.
Donde más solía entrar La Maquinilla, con sus ristra de vagones, era en las bodegas más grandes y, en consecuencia, con mayor envergadura de carga. González Byass, por ejemplo, tenía su muelle, allá abajo, frente a la fuente del siglo XVI y la mal llamada Ermita de Guía, donde la Inmobiliaria Osuna por fin se ha salido con la suya de edificar bloques de vivienda, en contra del parecer de muchos jerezanos. También, si mal no recordamos - carecemos de fuentes documentales y por ello debemos recurrir a la memoria -, lo hacía en las bodegas de la calle Pajarete y en las del Marqués de Misa. También cargaba en Williams y en otras por las que pasaba el trazado ferroviario.
Con este tren callejero, yendo y viniendo de las bodegas a la Estación de Pequeña Velocidad y de la estación a las bodegas, el trasiego de mercancías era constante, moviéndose un elevado número de botas y cajas de madera, cuando no grandes depósitos de vino a granel. Buena parte de estos pedidos, especialmente los de botas y medias botas, iban con destino al muelle de Cádiz, para ser embarcados con destino a Inglaterra y a otros países del norte de Europa.
Sería curioso poder conocer documentación fidedigna de estos embarques y posiblemente la conserven en algunos archivos bodegueros. Otros archivos de bodegas exportadoras desaparecieron, o fueron lamentablemente destruidos, al venderse grandes bodegas que cambiaron de nombre. De cualquier manera, nosotros hoy nos hemos limitado a evocar aquella Maquinilla que pasaba por nuestras calles, a velocidad más bien lenta, en los años de posguerra, despertando la consiguiente preocupación de muchas madres, sobre todo en horas de juegos de la chiquillería de entonces, que las horas de ocio se las pasaba siempre en la calle, jugando sin ningún temor a un tren, cuyo paso ya les resultaba totalmente familiar
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