“Esto no es venganza de Dios”

Jerez/Coronavirus

Monjas de clausura de conventos de la ciudad, habituadas al encierro, hablan de lo que está pasando, cómo lo afrontan y ofrecen consejos para sobrellevar la situación

Una de las hermanas de Belén del convento de la Cartuja de Jerez, en una imagen de archivo.
Una de las hermanas de Belén del convento de la Cartuja de Jerez, en una imagen de archivo. / Vanesa Lobo
A. Cala

19 de abril 2020 - 05:00

Jerez/En la Cartuja de Jerez, las hermanas de Belén viven su encierro desde la libertad. Ellas lo han elegido así. No les sorprende entonces este modo de vida, el confinamiento que ahora prácticamente todo el planeta tiene que soportar. “Todo cambia cuando lo aceptas. Nosotras, en nuestras celdas, sabemos que no estamos solas, estamos ahí por todas las personas del mundo, en comunión con cada una de las familias que están en sus casas encerradas, con cada uno de los enfermos que están solos en el hospital y con el personal que está dando su vida al servicio de ellos...”, cuentan vía teléfono en una agradable conversación.

La situación de confinamiento, clausura para ellas o vida de contemplación, es un “acto libre en ofrenda por los demás. Pero ahora lo estamos viviendo más intensamente por la situación. Dentro de esta angustia y sufrimiento nos asombran los detalles de amor y solidaridad entre las personas”. Y entre los maravillosos medios de comunicación que hay hoy, aseguran que también la oración llega a quien queramos, desde el interior, un medio ofrecido a todos.

Ellas son algunas de las monjas de los diversos conventos de clausura que hay en la ciudad. Habituadas al ‘encierro’ entonces, hablan aquí de cómo viven la situación y aportan consejos para sobrellevar este confinamiento. De esta forma, las monjas de Belén aconsejan en estos momentos la oración, “que es amor, es pensar en los demás. Y también es importante acercarse a la palabra de Dios, a la Biblia. Y aunque no haya habido pasos en Semana Santa, pues se puede ofrecer una flor a la cruz que tengamos en casa, una vela, un signo que nos una”.

En la actualidad, conviven en la Cartuja 21 hermanas. Esta situación apenas les ha cambiado su rutina diaria. “Es la misma, pero más intensa. También tomamos nuestras medidas de protección, sin reuniones, con guantes, mascarillas... Tampoco hemos vivido la Semana Santa como otros años, con signos a los que renunciamos por amor y en comunión con el resto de la población como la procesión de Ramos abierta al público...”. Colaboran con sus productos de la huerta para los más necesitados. “Hay mucha gente que llama y nos pide ayuda”, cuentan.

Y a la pregunta ¿por qué está pasando esto en el mundo? “Creo que la vida había cogido un rumbo de mucha actividad fuera, dispersión, mucho consumo, mucho todo. Hay aspectos positivos en ello, pero también aspectos que hacen que perdamos la profundidad de corazón, la libertad interior, la vida en familia, la atención a los demás... Este corte tan tremendo para nuestro tiempo nos puede ayudar a ver que podemos vivir sin consumir tanto, respetar más el planeta, vivir más en familia, reconciliándonos”.

Reconocen que es un misterio muy grande que a través de estas circunstancias “todos tengamos que levantar la mirada al cielo no como un castigo, sino como una puerta que se abre para acoger a todos los hijos del Padre”. Y ponen como ejemplo el acto del Papa de la bendición urbi et orbe, que “quita cualquier idea de castigo de Dios”, sino como una llamada “a convertirnos”.

Confían “con todo el corazón” que todo esto acabe “con mayor amor, más ayuda mutua y mayor cuidado de todo y todos. Ojalá el mundo cambie, como nos dijo un joven hace poco. Ojalá. Tanto sufrimiento para alcanzar así una civilización del amor”.

Interior del convento de las Clarisas de la calle Barja.
Interior del convento de las Clarisas de la calle Barja. / Vanesa Lobo

En Las Mínimas de San Marcos, dentro de lo que cabe, “la situación es normal para nosotras. Sí que lo vivimos con intensidad de cara a lo que está pasando fuera. Nuestra misión es rezar y colaboramos con Cáritas con alimentos, pero sobre todo, con nuestra oración y con el consuelo a través del teléfono de los pocos contactos que podemos tener”.

En el convento viven 14 hermanas. Su consejo principal es “respetar el confinamiento porque de verdad es la única manera de erradicar esto, esta epidemia, organizar bien el tiempo, cuidarse, no relajarse y ver este momento para encontrarse con uno mismo y con Dios. Sé que es momento propicio para recapacitar, por cosas a las que les hemos dado demasiada importancia y que no la tienen tanto, por preocuparnos sólo por nuestro bienestar y no por lo que verdaderamente tiene importancia. Esto no es una venganza de Dios”. Su trabajo es la venta de las formas para la misa, que ahora no hay, así que se dedican más a la oración y al estudio.

Desde las Clarisas de la calle Barja, su superiora reconoce que como están “acostumbradas a estar encerradas, pues no nos cuesta nada estar aquí. Lo que estamos haciendo es rezar mucho para que este virus desaparezca, que es lo que tendríamos que hacer todos, para que el Señor tenga compasión y cure a los enfermos y dé fuerza a los sanitarios que tanto están luchando por la humanidad”.

En el convento son 14. Recomiendan “poner mucho amor y solidaridad a todo y todos. Porque ya está faltando el pan a muchas criaturas”. Ahora, en estos tiempos, insisten en la oración, “más de lo habitual”, trabajan la casa y elaboran mascarillas. Reconocen que familiares de las propias monjas se han visto afectados “por tanta necesidad, falta de trabajo, los autónomas, ya sabe lo que pasa con ellos.... A ver lo que Dios va queriendo”.

En el convento de María Reparadora, las Esclavas del Santísimo lo llevan bien, “tranquilamente”, aunque les cuesta pensar que la Semana Santa no se celebrara. Ellas hicieron los oficios en solitario, junto con un sacerdote, “pero con las precauciones oportunas”. “La situación la llevamos como Dios nos la pone por delante”, dicen. Ahora son 12 en el convento. “Esta semana pasada falleció una hermana, pero no de coronavirus”, destacan. “Le hemos dado el cuidado y todo el cariño posible, pero se agotó y se fue”.

Lanzan sus recomendaciones al resto de la población. Lo primero de todo, “mucha confianza en Dios. Pensamos en por qué ha permitido que esto pase. Que por un virus esté toda la humanidad encerrada... ¿Qué ha pasado? Si Dios quiere puede hundirnos en un momento y eso no lo pensamos, y sin embargo ahora vamos por la calle y no hay nadie. Yo creo que todo esto está provocado por alguien, sea de China o de donde sea. Dios se ha valido de los hombres para provocar esto, se vale de ellos para desempeñar sus planes. Sus planes no son los nuestros”.

Aseguran que el mundo “le ha dado la espalda a Dios. Se ha pasado de él. Y nosotras, como religiosas y almas contemplativas, lo observamos. Y no se va a contentar con ello, nos está dando una lección, y no es venganza, es misericordia. Él prefiere que vayamos a la otra vida antes que engolfarnos en esta. En vez de darnos un castigo más fuerte nos ha dado este, pero para que acabe bien. Tenemos que acogernos a su misericordia constantemente”.

"Dios se ha valido de los hombres para provocar esto; sus planes no son los nuestros"

Sus rutinas diarias, aunque son siempre las mismas, para ellas son “siempre nuevas porque las hacemos con amor, con alegría y entusiasmo. Lo mismo que en una familia hay una ilusión, nosotras también por vivir esta vida y vivir cada día de una manera nueva”.

Rezan para que esta situación acabe pronto. “Nosotras al menos aquí tenemos holgura, pero la pobre gente que no tiene tanto espacio, o que vivían de un pequeño trabajo o de poca cosa, si esto se alarga..., no sé, el gobierno tendrá que hacer algo. Y nosotras ayudamos a todo el que viene a la portería. Nosotras no tenemos nada para dar, a nosotras nos traen y nosotras damos. Si nos sobra también lo ofrecemos. Estamos encerradas en un convento pero no en nosotras mismas”.

Su contacto con la realidad es a través del móvil de la superior y de ahí saben cómo va el mundo. Insisten en que la gente está “muy olvidada de Dios, y es muy triste porque sin Dios no podemos vivir. Cuánta gente que se está muriendo se ha encontrado cara a cara con Dios... Pero la misericordia de Dios es grande, pero si no, serían muchas las sorpresas de cara al otro mundo. Hay que vivir más de cara a Dios, de su evangelio, con la Iglesia, con más amor. Si le digo otra cosa nos estamos traicionando a nosotras mismas”.

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