El vino de Jerez y la medicina
Jerez en el recuerdo
A la memoria de Juan de la Plata que tanto nos deleitó a través de estas páginas.
Jerez/Al volver a oír no hace mucho aquella vieja copla de Concha Piquer titulada ‘En Tierra Extraña’, en la que su letra cuenta la Nochebuena de un grupo de españoles que se disponían a celebrar en Estados Unidos en los años de la ley seca con una botella de vino español obtenido en una farmacia mediante receta médica, recordé que en mi ‘cajón de sastre’ tenía guardadas unas palabras pronunciadas por un ilustre médico francés del siglo XIX, el Dr. Verenuil, tras la cena de clausura del Congreso Médico Internacional celebrado en Sevilla en abril de 1882, que tuvo lugar en la Real Bodega de la Concha de González Byass. En su discurso dicho doctor calificó aquel lugar todo rodeado de botas de buen vino como una ‘bodega-farmacia’.
Francisco Revueltas y Montel
Y desde luego que no lo hacía sin base, ya que el médico jerezano Revueltas y Montel (1839 – 1887), se había despachado a gusto en una de sus comunicaciones al referido Congreso sobre las cualidades higiénicas y terapéuticas de nuestros vinos. En aquella ocasión dijo entre otras cosas que los vinos criados en Jerez no son nocivos para la salud si se hace un uso moderado de ellos, que contienen principios nutritivos, que constituyen un agente terapéutico importante, que son un buen tónico neurosténico, y que en las metrorragias, púrpura hemorrágica y en septicemia había visto sorprendentes curaciones. Añadía que jamás había visto en los 18 años que llevaba ejerciendo en el Hospital Municipal de Santa Isabel ni un solo caso de ‘delirium tremens’ provocado por el uso e incluso por el abuso de vino de Jerez, y no así por otras bebidas alcohólicas. Lejos de perjudicar a la salud, decía, su uso moderado aviva las secreciones, aumenta el apetito y la circulación periférica. Todas estas conclusiones fueron publicadas al año siguiente en un interesante libro titulado: ‘Vindicación del vino de Jerez, o sea, la demostración científica de sus excelentes cualidades higiénicas y terapéuticas’.
El Dr. Revueltas y Montel no incluyó en su trabajo los efectos saludables del ‘jerez’ como remedio casero contra la gripe, el resfriado o la anemia. En esta última indicación en forma de ‘candié’ que, como muchos recordarán, eran dos yemas de huevo batidas en un vaso de oloroso. Bebida que se les daba a los enfermos convalecientes e incluso a niños mayorcitos con efecto prodigioso. Tampoco en aquella época se había descubierto ese mal que afecta a las sociedades desarrolladas como es el maldito colesterol, porque entonces con toda seguridad habría reseñado el efecto favorable del jerez en la disminución del colesterol malo y, por tanto, su efecto cardiosaludable, sin olvidar sus propiedades antioxidantes de las células orgánicas. Que ya lo dijo en el siglo siguiente el Dr. Alexander Fleming en Domecq: “Mi penicilina cura a los enfermos, pero este vino resucita a los muertos”
Fermín Aranda y Fernández Caballero
Por su parte, el célebre médico Fermín Aranda no se quedó corto en otro congreso, concretamente en el Iberoamericano de Ciencias Médicas de 1924, entre otras cosas dijo en su disertación lo que sigue: “Los 34 años que tengo de servicios prestados en el Hospital de Santa Isabel, me dan derecho a hacer la siguiente afirmación: En Jerez donde beben sin límite numerosos obreros, especialmente los que trabajan en bodegas, en las que por costumbre tienen a su disposición las canillas de las botas, en Jerez repito, no existe el alcoholismo. Podrán ser alcohólicos los que beben aguardientes y licores, porque estas bebidas hacen un trabajo de destrucción en el organismo que este no puede compensar, al paso que el vino de Jerez, si los compensa”.
Gregorio Marañón Posadillo
Tampoco tiene el menor desperdicio el discurso que el insigne profesor Gregorio Marañón pronunció en su lección Magistral de la Cátedra del Vino celebrada en el desaparecido Cine Maravilla en el año 1955. Con su verbo ameno de científico y humanista dejó muy en alto las excelencias del vino tomado con moderación, frente a la ingesta de otras bebidas alcohólicas, denunciando el gran error de las nacientes ‘ligas antialcohólicas’, al meter todas las bebidas alcohólicas en el mismo saco; denominando tal práctica como terrorismo frente al vino. Decía que el exceso del vino es malo, como todos los excesos; pero con moderación, no sólo es inofensivo, sino beneficioso. Refería la experiencia de 800 autopsias hechas a musulmanes que jamás probaron el alcohol que reflejaron el mismo número de lesiones arterioscleróticas que en los europeos que bebían vino. Entresacamos dos párrafos de su conferencia:
“Sujetos estudiados con más de 80 años que conservan buena salud, todos, absolutamente todos, eran bebedores moderados de vino. Todavía los de mi generación hemos recetado y seguimos recetando vinos yodotánicos, ferruginosos o quinados; con ellos se curaban niños escrofulosos, doncellas cloróticas o varones deprimidos, exactamente igual que con las drogas modernas.
No veo apenas un enfermo a quien mis colegas no hayan dicho alguna vez que no debe tomar café o vino. En mi vasta experiencia de la gente que sufre, no he podido comprobar ni una sola vez que el café y el vino con moderación haya hecho daño a nadie”.
José Luis Ruiz de Badanelli
Por su parte el recordado médico José Luis Ruiz de Badanelli, gran propagandista y defensor de las cualidades de nuestros vinos, que ya en 1944 presentó una ponencia en un congreso médico celebrado en Sevilla demostrando la relativa rareza en Jerez de la cirrosis hepática, dejando muy claro el no confundir el alcohol con el vino, porque no es igual una fermentación biológica como es la del vino que una destilación. Años más tarde decía en otro foro médico que, revisando más de treinta mil historias clínicas, tanto de la Seguridad Social como de su consulta privada, no había encontrado en ninguna que un paciente bebedor de ‘jerez’ hubiera sufrido un cáncer de estómago, añadiendo que él no podía asegurar que la causa de la infrecuencia de esta enfermedad en nuestra zona sea la ingesta de vino, pero que los datos estaban ahí. También decía que casi podía vaticinarle cien años de vida a todo aquel que tomara como máximo media botella de buen vino de Jerez al día y no fumara. Por último citar una de sus ingeniosas ocurrencias que con su gran sentido del humor decía sobre el que alguna vez se pasaba en la ingesta de vino: “El triste llora, el alegre se exalta, el agresivo busca gresca, y al pelmazo no hay quien lo aguante”
Por último, recordemos cómo a los niños de nuestra generación nos daban una copita de vino quina cuando estábamos inapetentes para abrirnos el apetito, o ese candié que antes mencionaba para reponernos cuando estábamos ‘endeblitos’. O aquellas cucharaditas de ‘jerez’ que una madre desesperada dio a su bebé ya desahuciado por los médicos que le hizo salir adelante y vivir hasta los cerca de noventa años. Este fue el recordado bodeguero Manuel María González-Gordon. Por último, recuerdo un buen remedio para el resfriado y la gripe fabricado en Cádiz que se vendía en farmacias allá por los años cincuenta, era el ‘Acetamón Cano’, cuya fórmula era nada menos que aspirina disuelta en brandy de Jerez. Cama, calentito y a sudar.
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