Atmósfera de vino en Oporto
Jerez y Oporto se conectan en el salón de vinos más emocionante de Portugal
Simplemente, el Marco del Jerez

He aquí un primer recorrido de lo acaecido hace unos días en Oporto. En un salón de vinos que simplemente es una oportunidad para estar bien, conocer nuevas vidas y sonreír con una copa de vino. Se lo cuento en primera persona y así se pueden hacer una idea exacta. Después, otro día, les dejo una reflexión sincera y constructiva. Como las que hacen los que sienten de verdad nuestros jereces, los que nos sentimos Jerez.
Empiezo, ¿vale?... Lo normal hubiera sido arrancar un viernes temprano, 10.30 de la mañana, acreditándome, con mi mochila llena de libretas, portátil y una copa... Con ganas de empezar a catar y tomar notas. Pero, vaya, la noche anterior la organización nos había preparado una cata titulada El Marco de Jerez: Regreso al futuro, y no llegué con un lienzo vacío en mi cabeza, más bien asimilando poco a poco lo vivido el jueves noche. Ya me entenderán, no se inquieten. Cansado estaba, qué duda cabe.
Alfandega de Porto es un bello edificio aduanero en la orilla del Duero, que se asoma a Oporto por sus ventanas y muelles entregando una preciosa estampa de sus casas y del Ponte Luis Primero. Una maravilla para la vista y el alma. En dos de sus espaciosas salas se instalan un montón de barriles en torno a los cuales se cata y los bodegueros comparten sus proyectos.
Lo primero fue saludar a todos los elaboradores del Marco que allí se habían congregado... que ya habría tiempo de conocer aún más sus vinos. Lo normal en este tipo de eventos es llevar anotado qué bodegas quiere uno ir a ver, pero ya les decía que yo aquella mañana estaba un poco despistado. Así que me dispuse a disfrutar de no llevar los planes hechos y para despertar mis sentidos empecé con los vinos blancos. De mis habituales Luis Seabra y Antonio Madeira para alegrarme de volver a estar allí y de nuevos productores como José Maria Cálem (Combro) con sus delicados blancos de viñas viejas, Ethos Wines y sus blancos de altura de la Sierra de Estrela o los frescos y puros de Rodrigo Filipe (Humus). A todo esto, uno se va a entonando y se acuerda que allí estaban los paisanos 'gallegos' de Fedellos de Couto, así que me planto ante su barril y sólo me atrevo con su Conasbrancas, delicioso, que todavía no es hora de catar tintos.
Y aunque puedan pensar que uno iba allí a catar vinos portugueses, lo cierto es que me apetecía comprobar cómo siguen proyectos que uno conoce desde hace años, como el de los hermanos Mahara (Bodegas Vinificate) de San Fernando y Rafa Rodríguez (Barrioalto) de Sanlúcar de Barrameda. Quedé muy contento en ambos casos y decidí que me harán más compañía en el futuro. Ahora era el presente. Recordé la suerte de ser jerezano y sanluqueño de adopción, y como era la una, me serví una copa de oloroso de Bodegas Tradición, brindé por mi amigo Pepe Blandino y por Manuel María González y con el cuerpo ya afinado, enganché a Willy Pérez para que me invitara a una copa de sus fantásticos finos Caberrubia y Villamarta (Bodegas Luis Pérez). Un “Masterplan”, como la canción de Oasis, copear con él. Ambos somos parte de un plan maestro. Y ustedes, también están dentro.
Pero me faltaba algo antes del parón de almuerzo, y por allí encontré libre, cosa rara, a Ramiro Ibáñez y me acerqué a completar mi catarsis emocional con una Manzanilla de Bodegas de la Riva. Mi copa agradecida me dijo… ¡Deja entrar al mundo!... Y yo le dije… ¡perdona el retraso!
Intermedio. Repasar notas y saludar a Joao Roseira, organizador de este maravilloso Simplesmente Vinho, evento lleno de sencillez y de sensibilidad, de vinos sinceros y personas como nosotros. Sin fuegos artificiales, que esos ya los sirven en cada copa los que nos regalan estos vinos.
La tarde me deparaba catar algunos tintos que había dejado atrás y otros que se me fueron cruzando por el camino, del lado portugués Nuno Mira do Ó, en el radar siempre, Vinhos Imperfeitos y Filipa Pato y del lado español, Ca N'Estruc, aquí con un sensacional rosado, que cada vez me aportan más y de Lanzarote, Jable de Tao. Antes de la retirada, un pase por Barbeito, a recordar sus médium dry de verdehlo y sercial, amén de mi sacar mi jerezanismo a pasear con toque de palo cortado de Cayetano del Pino.
Llego el sábado y no me hizo falta fingir estar feliz, otra mañana del mundo, ésta soleada, la de ayer lluviosa. Pensando en voz alta algunas botellas y hechos de la noche del viernes, pero me dije ¿qué debo hacer?... Despegue y aterrizaje, que hoy era el turno de asistir a las catas, que habían organizado por primera vez en estos trece años de salón. Dos de ellas sobre jereces y dos sobre vinos de Portugal. Apetecía. De los vinos naturales de Czar, procedentes de la isla de Pico en las Azores, donde es una heroicidad cultivar viñas, al cruce de caminos entre Jerez y Sanlúcar que regalaron a un público emocionado Ramiro Ibáñez y Willy Pérez.
Entremedias, que cada cual coja su copa y nos fuimos a catar con Luis Gutiérrez, critico de vinos de Portugal para Wine Advocate, que nos guió para que probáramos algunos proyectos sobresalientes como el de los Profetas e Villoes, una divina rivalidad entre dos islas que da como resultado unos vinos simplemente increíbles, Entre Pedras, también en la isla de Pico, y los vinhos verdes de Quinta do Santiago. Un detallazo por parte de Luis y otro por parte de Dirk Niepoort que me llevó a catar una garrafería de su mágico oporto de 1981.
Y es que no solo Luis, sino muchos críticos y escritores de vinos como Amaya Cervera o Jaime Goode estaban allí tomando notas, en una cita que, sin pretensiones, cada vez es más auténtica. Como los vinos que por allí desfilan.
Total, que allí esos días se habían mezclado un montón de vinos blancos y tintos con sus días y sus noches. Y mi particular fin de fiesta fue una increíble cata de Quinta do Infantado, en la que aprendí mucho y que me hizo pensar en por qué las cosas no son en mi tierra así. Sin ambages y con perspectiva y amplitud de miras. Y, aún así, aunque me fui y volví, y me volví a ir... Simplemente me fui embriagado de amistad y vino.
La vida es un viaje tan divertido y el papel lo recuerda, por eso se lo escribo, nada más.
Aquí, en Oporto, seguro que me vuelven a encontrar, al final de una escalera llena de vinos en sus peldaños. Un lugar que sólo conocemos nosotros.
Continuará.
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